Revista Opinión

El G.A.D.U. como Símbolo Supremo del R.E.A.A.

Publicado el 28 febrero 2015 por Habitalia

EL PRÍNCIPE DEL TABERNÁCULO MIGUEL A. SÁNCHEZ MARTÍN MEDITA SOBRE LA CONCEPCIÓN DEL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO E INDAGA SOBRE SU UTILIZACIÓN Y PRESENCIA.

Desde sus orígenes la Masonería está vinculada a un principio espiritual: EL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO, símbolo de carácter indefinido y abierto, pero imprescindible para el mantenimiento del carácter iniciático de la tradición Masónica.

El G.A.D.U. como Símbolo Supremo del R.E.A.A.El GADU, es en la tradición masónica mayoritaria, la fórmula simbólica del logos, y como fórmula simbólica supone impregnaciones míticas de lectura y textura abierta: " El logos es el fundamento mismo de todos los símbolos y de la acción simbólica; el logos es el símbolo por antonomasia, el paradigma de los símbolos; el logos es la reunión de los símbolos en su unidad, aquello por lo que hay símbolos, de igual manera que las letras del libro están reunidas en ese mismo libro y desde él narran y dicen las cosas del mundo".

La idea del GADU, desde el punto de vista del método masónico, no es una idea de algo, sino una idea para algo. Es un símbolo hacia la transcendencia que llama a una libre interpretación y no a ser tomado como una revelación. En el momento en el que la logia diera una definición obligatoria de ese símbolo rompería el pacto metodológico que el rito masónico impone y convertiría a la logia en una entidad de tipo religioso.

Debe observarse que ese método Masónico, no es sino un método, un catalizador, es la piedra de toque que decanta lo que hay en cada uno de nosotros, es como una TRAMA INCOMPLETA, que cada masón debe completar. La logia mediante el rito actúa en el colectivo común, que permite el sentido de unión, de fraternidad, de afecto, de intuitiva comprensión mutua, de solidaridad.

Algunos autores masónicos han tratado de explicar el concepto de GADU mediante una oposición entre deísmo y teísmo y, más específicamente, entre la religión natural y la religión revelada. La corriente deísta, que surge a principios del siglo XVII, alcanzó gran predicamento en el curso del mismo y del siglo XVIII. Mientras el teísmo se basa en la creencia en Dios como Creador y Supremo Rector del mundo, en el cual la presencia del mal es siempre justificada como necesaria, el deísmo reconoce la existencia de Dios como creador de la armonía y maravilla del universo, pero lo excluye de la vida espiritual e histórica del hombre, sumergida en el mal y en el pecado.

Por otra parte, la singularidad del concepto de GADU reside en las escasas notas que se le adscriben; es decir, sus cualidades o atributos propios, mucho menos explícitos que en la religión revelada e incluso natural: apenas una velada alusión, también simbólica, a su carácter de Gran Arquitecto, herencia de y concesión a una Orden de Constructores, o su intrínseca libertad.

Lo único que no puede admitir la concepción escocista es el ateísmo. Las Constituciones de 1723, cuya redacción se debió esencialmente a los pastores Anderson y Desaguiliers, y que constituyen la carta mayormente reconocida de la Masonería Especulativa, puntualizan en su artículo primero: "Un masón tiene la obligación de obedecer la ley moral y, si entiende bien el Arte (Real), no será jamás un ateo estúpido ni un libertino irreligioso".

Aceptando el contenido del aserto, si bien no su forma despectiva, creemos lo siguiente:

1. En la línea del espíritu que caracteriza al escocismo, al designar a la Divinidad con ese concepto fundamental de GADU, señalado por Anderson, se evoca un Principio de Orden regulador del mundo manifestado. Según la Tradición, constituye la clave del rito que trabaja para glorificarle, lo que significa que el escocismo rinde un homenaje de respeto y admiración al Ser Supremo, sin jamás tratar de defi- nirlo, y dejando a cada Hermano adoptar su propia concepción al respecto; siendo admitido que la práctica escrupulosa de los rituales, el estudio del simbolismo, el trabajo y la intuición personal -fuera de todo dogma- son los únicos medios de acceso al contenido iniciático de la Orden.

2. Para el masón escocista, el GADU es el Ser Supremo por excelencia, pero ningún dogma teológico ni tendencia filosófica alguna debe estarle adjudicado.

3. El símbolo del GADU - el más amplio y universal de los símbolos masónicos no está unido a ninguna creencia colectiva, sea de la índole que fuere, y expresa, por consiguiente, la fe o convicción individual del masón y su adhesión a la total libertad conciencia, por más variadas, dispares y aún opuestas, que dichas visiones sean entre sí.

El G.A.D.U. como Símbolo Supremo del R.E.A.A.Hay quienes lo conciben como la ley que rige la materia, donde los hombres no pueden percibir más que las manifestaciones sensibles; en este caso el universo visible, donde él sería el Principio Conductor y Conservador, o la Divinidad en estado de manifestación. Otros lo consideran como el Organizador, el Geómetra, la fuerza ordenatriz que lucha contra el caos y lo substituye por la armonía; es decir como un principio generador de orden.

Otros aún, tal vez la mayoría, lo conciben como un Dios Creador, principio de la existencia, ya sea el Dios de las religiones reveladas o el más elusivo y abstracto Dios de los filósofos. Pero en todo caso, se lo sitúa de una forma natural en el cuadro del ámbito iniciático, sobre un plano ideal, ya sea trascendiendo al mundo o siendo de algún modo inmanente a él, pero siempre como un símbolo que exalta los valores espirituales más altos, dando el tenor de lo sagrado y conduciendo el viaje a lo invisible. Como decía Voltaire en sus Diálogos Filosóficos: "Este Arquitecto del Universo, si es visible a nuestro espíritu y al mismo tiempo incomprensible, ¿cuál es su morada?; ¿desde qué cielo, desde qué refugio envía él sus eternos decretos a toda naturaleza? Yo no sé ni entiendo nada, pero sé que toda la naturaleza le obedece"

Desde un ángulo similar, admite Descartes en sus Meditaciones: "Se encuentra en Dios una infinidad de cosas que no puedo abarcar ni entender, pues su naturaleza es infinita y la mía está cerrada y acotada, por lo que no puedo comprender..."

En lo que atañe al Volumen de la Ley Sagrada, la postura del escocismo es igualmente clara: este libro (las Sagradas Escrituras), constituye la Primera de las Tres Grandes Luces del R.E.A.A.; no sólo como expresión simbólica de la voluntad divina, sino como símbolo de la más alta espiritualidad humana.

Este es, asimismo, el mejor testimonio de la capacidad del Rito Escocés Antiguo y Aceptado de practicar una verdadera tolerancia activa, también en el campo metafísico. Es un regreso a las fuentes desde el punto de vista hermenéutico, y el funda- mento de la Regularidad de los masones escocistas.

El G.A.D.U. como Símbolo Supremo del R.E.A.A.Cabe destacar aquí otra recomendación del Convento de Lausana: "A los hombres para los que la religión es la consolación suprema, la Masonería les dice: cultivad sin obstáculo vuestra religión, seguid las aspiraciones de vuestra conciencia; la Masonería no es una religión, no tiene un culto, su doctrina se encierra completamente en esta bella prescripción: Ama a tu prójimo como a ti mismo". El mismo proverbio del Rabí Hilel y de Jesús de Nazaret.

Ahora bien, en el Manifiesto, se declara: "Para revelar al hombre a sus propios ojos, para hacerlo digno de su misión sobre la tierra, la Masonería postula el principio de que el Creador Supremo ha dado al hombre, como bien más preciado, la Libertad, patrimonio de la Humanidad entera, don que ningún poder tiene el derecho de suprimir o coartar, y que es la fuente de sentimientos de honor y dignidad". Este concepto de libertad, es, a mi juicio, el principio básico de la filosofía ecléctica masónica.

La masonería ha llevado el concepto de libertad a la esencia espiritual y ha dado una forma accesible a la misma, al colocarla en el plano de la virtud. Esa libertad, inherente al individuo, también es considerada por la Orden como materia prima fundamental de su evolución. Por ello, no sólo debemos hablar de una libertad institucional y política, o recordar el trilema masónico "Libertad, Igualdad, Fraternidad", porque sería un enfoque parcial. Debemos, a nuestro juicio, considerar a la libertad también desde un punto de vista existencial y trascendental; y es allí donde la visión masónica se vuelve sutil y subjetiva, porque, como se ha dicho, "la Masonería es un estado del alma".

La libertad es también del tenor de la existencia, es la palanca -para usar otro símbolo masónico- con la cual se capta la trascendencia, tanto humana (libertad y eternidad del alma), como divina: Dios es libre, y esta libertad dual, para mí, es la que da sentido a la idea de la "imagen y semejanza", la "imago dei" del Libro del Génesis. Ya la filosofía medieval nos advertía que, en el saber, todavía no somos libres; pero señalaba que sin la perpetua búsqueda del conocimiento no hay libertad. De esta libertad, y de una aplicación consciente del libre albedrío bajo el respeto de la ley, es de donde emana el orden. Sin orden no hay libertad, sino caos y libertinaje; a la vez, paradójicamente, el orden surge sólo donde hay libertad, tanto a nivel humano como cósmico: Ordo ab Chao.

Muchas personas confunden el Gran Arquitecto del Universo con cualquiera de las individualidades demiúrgicas que han colaborado de forma activa como construc- tores del Universo. Ángeles en sus diversas jerarquías, dioses, arcontes, demians, eones, héroes, humanos...

Cuando denominamos al supuesto Gran Arquitecto del Universo con cualesquiera de los nombres con que la humanidad material lo ha conocido, léanse Jehová, Alá, el Desconocido, Ishtar o Moloch, tan solo mostramos lo poco o mucho que conocemos de él; siendo esto siempre, una porción minúscula e infinitesimal; dado que El Gran Arquitecto del Universo lo trasciende todo, que engloba a todos los Demiurgos creadores, a todas las potencias constructoras y directoras así como a las jerarquías arcangélicas o arcónticas; pero también a las partículas más diminutas de la creación como los neutrinos, electrones, supuestos taquiones y bosones de Higgs.

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El Gran Arquitecto, su esencia, está contenido en todo lo que existe, desde las infinitesimales y caóticas partículas cuánticas hasta los inmensos campos de Higgs, supuesto espacio vacío cargado de Éter, que hay entre los diversos cúmulos este- lares.No podemos ni debemos caer en el error de creer que el Gran Arquitecto, el Gran Diseñador no lo olvidemos nunca, es uno de los simples constructores es- telares o un Administrador de sus Leyes.

Es un error creer que el Gran Arquitecto del Universo vive fuera de nosotros y es un Ser extraño al Ser Humano. El Gran Arquitecto forma parte de nuestra programación gen ética. Todo ha sido diseñado por él y nosotros también; pero el está en la esencia de nuestro diseño. Somos parte de él como los dedos forman parte de nuestras manos y nuestras manos son consustanciales con el resto del cuerpo material que sustenta a nuestro espíritu. El auténtico creador está en todo y lo es todo.

¿Cómo podemos conocer que una supuesta divinidad no es el Gran Arquitecto del Universo? Dado que el Gran Arquitecto del Universo es la Unidad de la cabeza del compás no puede existir dualidad en él y por ello tampoco puede existir controversia u error de duplicidad, triplicidad o multiplicidad.

El G.A.D.U. como Símbolo Supremo del R.E.A.A.El Gran Arquitecto del Universo lo es en tanto en cuanto imagina un entorno de creación multidimensional; pero deja de serlo en cuanto entra en su propia creación y se disgrega en cuasi infinitas partículas. Es entonces, al identificarse el Diseñador con su Creación, cuando empiezan a tomar el relevo de la función, ahora constructora, los Maestros Constructores, eones y demiurgos. El Gran Arquitecto lo es mientras su manifestación no excede del Pleroma o unidad primordial de la que surgen el resto de los elementos que existen, es decir, la plenitud, mientras no excede de sí mismo; pero cuando se disgrega en partículas previamente organizadas mentalmente, de algún modo, se transforma en sus propias criaturas preprogramadas con anterioridad al Verbo creador.

El Gran Arquitecto del Universo nunca podrá dirigir un ejército para luchar contra ¿Quién? Contra sí mismo. Del Gran Arquitecto del Universo, del Todo, del Pleroma es de donde todo ha emanado y su esencia es Amor unificador nunca separador. Ninguna criatura de este Universo o de otros de las múltiples dimensiones existentes podrá invocar jamás su nombre para luchar por una determina da causa, dentro del plano material y si así se hiciera, podemos estar seguros que ese Ser, esa Entidad solo es un Dios menor, nunca el Ser Supremo, independientemente de que usemos el nombre del Gran Arquitecto del Universo, Jehová, Alá u otros para referirnos a él.

Es por dicha causa que aunque se utiliza el nombre del Gran Arquitecto del Universo como sinónimo de cualquiera de las denominaciones del Dios monoteísta, esto solo es cierto en unos ciertos niveles de consciencia. En cuanto el Ser Humano despierta en sí mismo la consciencia espiritual divina, propia del Gran Arquitecto del Universo, comienza a vislumbra la auténtica Verdad y es: Que a todo aquello que anteriormente denominaba como Dios no eran más que imágenes idolátricas, supuestamente objetivas, de algo mucho más abstracto, subjetivo y de lo que jamás pudo entender por no estar investido de la metanoia o transformación a través de la revelación divina.

El Gran Arquitecto del Universo no tiene hijos más queridos e hijos menos queridos, jamás tuvo un pueblo elegido y no puede ser puesto como causa para declarar la guerra a nuestros vecinos infieles o gentiles.

El Multiverso es como un gigantesco holograma que contiene en sí los múltiples hologramas que son los universos individuales y en sí, estos universos, contienen a todas y cada una de sus partículas; pero lo curioso del asunto es que el conjunto del Holograma se encuentra íntegro en el interior de la más diminuta de sus partículas.

Teóricamente, con la partícula cuántica más diminuta y aún no descubierta por los científicos se podría reconstruir todo lo que existió o existe hasta llegar a la totalidad del Universo conocido, del Multiverso desconocido, del propio e inalcanzable Pleroma y del Propio Arquitecto del Universo. Es decir, el Gran Arquitecto del Universo está pleno y latente en nosotros mismos, independientemente de que se encuentre dormido o consciente y en activo. Todas las cosas se encuentran en el Todo y el Todo se encuentra contenido en lo más diminuto.

"El Gran Arquitecto del Universo no pide para sí adoración sino simple Trabajo para conseguir el cumplimiento de la Obra Total y de la cual, cada uno poseemos, dentro de nosotros, una porción de ella y a la que venimos a denominar como Destino".

El Arquitecto que diseñó el Escenario de la Vida acabó su trabajo con ese simple acto de emitir su orden y al que se conoce como Verbo Creador. Una vez que las fuerzas creadoras se disgregaron dentro de la creación y empezaron a tomar su cometido en la función, el Arquitecto descansó; como cualquier Arquitecto de nuestro mundo acabaría su trabajo con la entrega de los planos al Maestro de Obra para que ponga a los albañiles a trabajar en la construcción del Proyecto.

El G.A.D.U. como Símbolo Supremo del R.E.A.A.El Gran Arquitecto funciona como una Luz interior dentro de los Maestros y operarios diciéndoles qué es lo que ha podido salir mal y qué es lo que deberán de corregir. Si los artesanos no están suficientemente instruidos no podrán comprender esa voz interior que les indica lo que deben de hacer. De ahí la importancia que se concede a "la instrucción" en nuestros talleres: sin ella el masón no podrá trabajar para contribuir al cumplimiento de la Obra Total en la porción que le corresponde, no podrá "cumplir su Destino". Quizás al finalizar el hombre el periodo vital asignado sin cumplir su destino no pueda integrarse en la esencia del G.A.D.U. y ... ¿necesite una nueva "oportunidad"? ¿Es la denominada "reencarnación" una vía de perfeccionamiento?.

La Masonería como tal carece de un discurso propio y específico sobre Dios, de una metafísica o una teología particular, y de cualquier otra ideología al respecto. No porque sea agnóstica, sino porque intenta no ser dogmática. Deja libre a cada masón para introducir su concepción de la Divinidad o de la Naturaleza dentro de la elástica fórmula de Gran Arquitecto del Universo.

Esto es fundamental para una institución iniciática como la Masonería, donde sus miembros se dedican a la búsqueda de la verdad y no creen en las verdades reveladas. Los Masones tampoco se dedican a la contemplación pasiva del bien, sino que combaten cotidianamente las cosas que creen equivocadas, tarea que requiere de la plena libertad de conciencia del hombre.

El símbolo del G.·.A.·.D.·.U.·.no está unido a ninguna creencia y expresa la fe del masón en la total libertad de conciencia. Se sitúa, para el iniciado, sobre un plano ideal trascendiendo al caos, exaltando los valores espirituales más altos, dando el gusto por lo sagrado y conduciendo el viaje hacia lo invisible.

El Gran Arquitecto del Universo no es la expresión de un dogma, es el símbolo donde convergen todas las creencias y puede ser aceptado por todos los Masones, sin distinción de opiniones filosóficas, o creencias religiosas. Lo importante no es creer en el símbolo, sino comprenderlo. El símbolo es un vehículo de conocimiento y no un objeto de culto. No hay que confundir el "Símbolo" con lo que simboliza.

La Masonería pone a nuestra disposición ese conjunto de letras, cada una seguida de la trilogía punteada y en un or- den bien determinado como una FORMULA DE RESPETO, EQUIVALENCIA y UNIÓN de todas las ideas y creencias que cada Masón tiene del ori- gen, del ser y del destino de lo existente.

Están insertas en esa fórmula Universal todas las ideas y creencias de los humanos. Esto es lo que encierra esa fórmula y símbolo iniciático que nuestra orden guarda, alza, desarrolla y universaliza para quienes logran descifrar los misterios que nos llaman del mediodía a medianoche a trabajar A L.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·.que sin ser un Dios los involucra a todos, como la más elevada idea del Arte Real.

" Es en la formula G.·.A.·.D.·.U.·.que se reflejan esas ideas y creencias surgidas todas ellas de una revisión de nuestro pasado profano, valoración y renacimiento de nuestras ideas en el presente y de la concepción intima del origen del ser y destino de todo lo existente, incluido lo que es y lo que no es. En este espíritu, los masones podemos continuar, sin restricciones, trabajando A L.·.G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U."

Creo que la masonería nos dice que Dios existe. Podrá ser como causa primera, como principio generador, o como sea que lo percibamos o conceptualicemos. Podrá ser de manera deista, teísta o panteísta. Sin embargo, creo que la masonería no dice que Dios debe ser judío, cristiano o musulmán, simplemente nos dice que hay Dios, y que cada cual debe tratar de descubrirlo a su modo y según sus conceptos y maduración de conciencia.

Desde que la oí por primera vez, en mi adolescencia, creo firmemente que la mejor definición de Dios es la que Él da de sí mismo: "SOY EL QUE ES". Es decir, principio y fin de todas las cosas, alfa y omega, nada es extraño a su esencia porque fuera de ella nada puede existir, es la palabra, el logos. Lo que tomamos, en nuestra limita- ción por "infinito" y "eternidad" cuando su realidad es la "indefinidad temporal" y la "indefinidad espacial". Sólo una parte de su esencia, la Creación, se desarrolla en el infinito y en la eternidad. Nosotros confundimos la parte con el todo porque éste no cabe en nuestra imaginación.

El lema de los Supremos Consejos, "Deus Meumque Ius", muestra la relación reconocida por el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, entre Dios y el Hombre, sin querer imponer este último, en su calidad de masón, ninguna otra vía que la elegida por su conciencia, que es su límite.

La posición oficial del Escocismo, está perfectamente definida. No ha variado jamás, ofreciendo una concepción del G.·.A.·.D.·.U.·.a la vez más amplia y más restringida que la del Dios de las diferentes religiones.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Espiritualidad y Masonería, Jorge E. Sanguinetti, Ed. Kier, 2007

La Masonería, Amando Hurtado, Editorial Nomos, 2002

Autor: Miguel A. Sánchez, 24 º, Revista Zénit


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