1596. El pueblo irlandés, sometido al yugo británico, pidió en boca de sus líderes O'Neill y O'Donnel ayuda al monarca español Felipe II ayuda para ayudarles en la rebelión que pretendía volver a instalar la dinastía de los Estuardo y, por consiguiente la religión católica, en el reino de la entonces reina protestante Isabel I.
Felipe II accedió a mandar dicha ayuda, la llamada Armada del Socorro de Irlanda, que constituyó nuestro tercer intento de soliviantar o de conquistar Inglaterra, después del fallido desembarco de Smerwick y de la epopeya de la Armada Invencible o Gran Armada.
Una nueva Gran Armada, de 155 embarcaciones de todo tipo y casi 20.000 hombres que partió de Lisboa con rumbo a Irlanda en octubre de 1596, con tan terrible suerte que a su paso por Finisterre fue sorprendida por una tormenta de tal calibre que tuvo que refugiarse en El Ferrol tras la pérdida de 44 naves. Un nuevo revés para Felipe II al que ya parecemos verle acostumbrado a la fatalidad de todo aquello referente a sus ansias de poder controlar Inglaterra. Y ya van 3
Cómo no, habrá una cuarta ocasión y esta no se hará mucho de esperar. Felipe II recompuso en breve tiempo su contrahecha armada en el Ferrol y el 9 de octubre de 1597 la cuarta Gran Armada partió de la Coruña pero ya no con destino a Irlanda, sino al puerto de Falmouth en Cornualles, en la misma isla de la Pérfida Albión. 160 buques, 12.600 hombres y 300 caballos que intentarían aprovechar que la Armada Inglesa andaba perdida por el Atlántico tras haber intentado hostigar, sin éxito, las costas españolas.
Es aquí donde retomamos la historia de nuestro Galeón de Ribadeo. En esta cuarta flota con la que conquistar Inglaterra, la llamada Armada del Adelantado Martín de Padilla, navega el Santiago de Galicia, un poderoso buque construido en Nápoles del que se decía que "tenía más fortaleza que la capitana".
Con 1349 toneladas, su propietario Jacobo Juan de Polo, de Ragusa (la actual Duvrovnik, en Croacia), podía estar orgulloso de poseer una auténtica maravilla de la ingeniería de la época, con innovaciones como el casco de doble forro, en el que el plomo impedía la fijación de organismos marinos que frenasen la aerodinámica del buque, o una probable doble cubierta de seguridad, situada bajo la línea de flotación, que permitía la flotabilidad del buque incluso después de recibir una buena dosis de artillería enemiga (una novedad técnica que debemos a D. Álvaro de Bazán).
Construido entre 1570 y 1580 ,aunque con dimensiones de nao, aparece en los documentos como "galeón de guerra" y es que, según Enric Juhé Corbalán (gran experto del tema), la distinción entre nao y galeón fue confusa incluso en su misma época, pudiendo deberse dicha diferenciación tan sólo al origen de la construcción del buque, es decir, militar o civil.
Sabemos ,además, que el Santiago de Galicia, el Galeón de Ribadeo, era gemelo en su construcción al San Felipe, otro barco del cual se descubrió recientemente su documentación técnica en el Archivo General de Simancas.
A 75 millas de su objetivo, Falmouth, una fuerte tormenta obligó al Santiago de Galicia a regresar a puerto, no sin antes ser atacado por un navío inglés y tres flamencos que lo dejaron seriamente dañado.
Nuestro pobre galeón, llegó a trancas y barrancas a la Ría de Ribadeo, donde se pudo poner a salvo a su tripulación que fue acogida por la gente de esa villa. Debido a su mal estado, la documentación encontrada certifica su hundimiento el 13 de noviembre de 1597.
Ribadeo es un puerto histórico de gran importancia que lideró el comercio del Cantábrico con los países bálticos, donde llegaron incluso llamar al aguardiente " kúmel de Ribadeo ".
Las distintas obras llevadas a cabo en la ría fueron socavando y poniendo de manifiesto objetos y materiales diversos que anunciaban ya la importancia de la arqueología submarina de la zona, pero las construcciones portuarias realizadas en 2011 llevaron consigo un dragado que permitió el descubrimiento de nuestro Galeón de Ribadeo, que había estado protegido por la arena hasta el momento del dragado.
Un pecio de 32 metros de eslora y casi 10 metros de manga, sus piedras de lastre, cuadernas, bolas de cañón, restos de cerámica, balaustradas de madera, objetos de vidrio...todo aparecía por aquellos días de 2011 en un fantástico estado de conservación a los arqueólogos submarinos, liderados por Miguel San Claudio, a tan sólo unos metros de la costa y a menos de 5 metros de profundidad.
El Santiago de Galicia conserva parte de la cubierta, algo excepcional para un pecio del siglo XVI pero no así, al parecer, ninguna pieza de artillería, ya que dado su gran valor y aprovechando la distancia a la costa y la profundidad del naufragio, debieron de ser rescatadas poco tiempo después del mismo.
Estamos, pues, ante un pecio en un estado de conservación excepcional en el contexto de su época y que permanece, todavía sin excavar, a unos metros bajo el agua de la Ría de Ribadeo.
Entusiastas de la historia como la profesora Ainhoa López Formadela se movilizaron para crear la Asociación de Amigos del Galeón de Ribadeo, con el objetivo de dar a conocer y promover la protección y la posible puesta en valor de dicho yacimiento. Una asociación, que sin apenas medios, ha logrado hitos importantes en la promoción del conocimiento de este magnífico hallazgo.
El Galeón de Ribadeo ha sido objeto de estudio de la iniciativa Forseadiscovery , un proyecto financiado por la Comisión Europea y en la que participan el CSIC y varias universidades españolas e internacionales que intentará documentar pecios singulares, realizar estudios de dendrocronología (la ciencia que estudia la madera para poder averiguar su datación y las circunstancias de su crecimiento) y ,en cierta manera, poder organizar, situar, datar y promover la conservación de los pecios españoles y portugueses de los siglos XVI y XVII.
El Galeón de Ribadeo vuelve ahora de nuevo a la vida, enfrentándose a retos que deberían de ser adoptados con celeridad, como su excavación y su protección inmediata, que evite tanto su degradación como el saqueo, además de una futura posible musealización que podría revertir en el desarrollo de la comunidad de la Ría de Ribadeo. Un futuro al que, sin dudarlo, estaremos muy atentos.