Revista Cultura y Ocio

El gallo del corral – @ASorginak

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Amanecer cada día mirando con desprecio lo que hacen los demás.

Ese era tu lema.

Siempre te has sentido superior, intocable. Un ente ajeno a los problemas cotidianos. Alguien demasiado guapo, demasiado listo, demasiado fuerte, demasiado rico como para dejarte toser por nadie. Una especie de semideidad nacida no ya para sentirte por encima del bien y del mal, si no para dictar qué es lo que está bien y qué lo que está mal. El mundo ha de regirse bajo tus reglas, pues tuya es la única verdad incuestionable. Tuya es la razón absoluta. Tuyo es el poder.

El mundo nunca ha sido como es. El mundo es única y exclusivamente como tú quieres que sea. ¿Por qué el resto de pobres mortales se empeñan en tener una opinión propia si la única opción válida es la tuya? ¿Por qué el resto del rebaño no asume de una vez por todas que tú eres el macho dominante, el único macho alfa de la manada, el gallo del corral? No hacen más que importunarte tratando de pensar por sí mismos, intentando creerse ya no mejores, si no similares a ti. ¿Quién les da derecho a pensar que pueden parecerse a ti en lo más remoto? Tú, que eres el alma de la fiesta, la cabeza pensante, el quinto elemento, la octava maravilla del mundo.

Si al menos se tomasen la molestia de observarte entenderían que tus músculos, trabajados a martillo y cincel día tras día en el gimnasio, tu Mercedes SLK aparcado en la puerta de tu chalet de 2.000 metros cuadrados, tu VISA platino y tu impresionate colección de trajes de Emidio Tucci son sueños inalcanzables para ellos. Sin hablar, por supuesto de tu yate de 25 metros de eslora, tu jet privado o tu cuidada alimentación, cimentada por los mejores y más caros restaurantes del mundo. Infelices, aspirar a asemejarse a ti…

No pueden comprender que todo cuanto sueñan, tú lo posees. No pueden ni imaginar cosas de las que tú ya has disfrutado. Ni siquiera alcanzan a soñar con cosas que tú deshechas por banales. Por baratas. Por mediocres.

Todo ello te ha convertido en un ser al que adoras cuando miras al espejo. Y que los demás deberían adorar también.

Pero no lo hacen. Cretinos.

No lo hacen porque la realidad, amigo, no es la que muestra el espejo. No es la que muestra tu cuenta corriente. No es la que tú ves. La realidad solo puede verse con los ojos cerrados y el corazón abierto.

La realidad es que tu dinero y tu egolatría te han convertido en el más despreciable de los seres. En un objeto caro, pero vacío. En un envoltorio alrededor de la más profunda y absoluta nada. La realidad es que te asusta quien querías ser y no eres. Te acompleja tu falta de sentimientos puros. Te aterra pensar que si un día te faltase el dinero te convertirías en un juguete roto, alguien a quien nadie querría acercarse.

La realidad es que no eres el gallo del corral.

Eres la rata de la bodega.

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