Desde hace meses, la tensión en la cuenca oriental del Mediterráneo aumenta. Turquía ha iniciado una campaña de presión a su vecino Chipre amparándose en un permiso otorgado por la República Turca del Norte de Chipre —un Estado situado en el norte de la isla que solo Turquía reconoce—, y ha mandado barcos a explorar las reservas de gas de la zona. La respuesta de Chipre, Grecia, los demás países de la orilla este del Mediterráneo y la UE no se ha hecho esperar. Los griegos y los chipriotas criticaban la intromisión turca, los italianos veían cómo las perspectivas de negocio de una de sus principales empresas petroleras —Ente Nazionale Idrocarburi, más conocida como ENI— estaban seriamente amenazadas, y la UE iniciaba una campaña de sanciones para frenar a Turquía. Finalmente, el Gobierno de Erdoğan anunció a finales de julio que no enviará más barcos a explorar los yacimientos.
Los hidrocarburos están centrando los cálculos geopolíticos en esta región, y la fiebre que se ha generado en torno a su descubrimiento está llamando la atención del resto de Europa y Oriente Próximo. Sin embargo, la realidad del Mediterráneo oriental va más allá de la lucha por el control del gas,...
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