Revista Cultura y Ocio
Caminaba por la calle sin rumbo alguno, haciendo tiempo mientras esperaba la hora exacta de una cita, cuando me topé con dos niños (chico y chica) de unos siete u ocho años. Estaban sentados en el bordillo, entre dos coches. Daba la impresión de que estaban buscando algo. Una pelota, algún juguete. Pero no. A su lado había una lata de atún y un cuenco con leche. Estaba alimentando a pequeño gato. Muy pequeño. Me quedé observando un rato. El gato levantó una pata, como si estuviera saludándome. Los niños miraron hacia atrás. Les pregunté si pretendían llevárselo a casa. Me dijeron que no, que no sabían dónde estaba la madre y sólo le estaban dando de comer. ¿Y vuestros padres, les pregunté? No tenemos, dijeron.