Revista Educación

El gato es mío

Por Siempreenmedio @Siempreblog

El gato es mío

7 noviembre 2013 por cuinpar

Esta semana me ha venido a la mente un nítido recuerdo de la infancia, uno de esos sucesos que una recuerda medio con vergüenza, medio con una chispa de rencor y de orgullo contenidos, con el rubor de no haber actuado bien, pero con la convicción de que la razón era nuestra. Cuando yo era chica, en mi casa, a pesar de que mi padre se escoraba bastante a la diestra, reinaba una especie de sentimiento comunista por el que todos los juguetes eran de los dos, del cáncamo de mi hermano y míos. Abolida la propiedad privada, los coches eran de los dos, las muñecas también eran compartidas y así. Era un acuerdo tácito, no escrito, pero aceptado y asumido. Todo era de los dos. Todo menos los libros, fundamentalmente porque a mi menor se la sudaban bastante, creo yo. Hasta el día que se empeñó en echarle un vistazo a uno, ya ni me acuerdo a cuál, y se encaprichó con él, no lo dejaba ni a la de tres, así que, dispuesta a salvaguardar mi única propiedad, la seña de que algo en aquella casa me pertenecía, se lo quité y lo llevaba conmigo a todos lados, a pesar de que me lo sabía de memoria (y la verdad, creo que ni me gustaba mucho). Mi madre, después de oír las quejas y los llantos de mi hermano (los oyó mi madre y el vecindario entero), me llamó a capítulo para decirme que aquello que estaba haciendo no estaba bien, que hiciera el favor de dejarle el libro a mi hermano. Yo, locamente en contra de aquella decisión, pero sabiendo que no me quedaba otra, lo rompí en su cara y se lo di a mi hermano destrozado. No podía hacer nada en contra de la decisión de la justicia, pero no pensaba bajarme del burro. Todavía echo de menos aquél libro.
Esta semana, como les decía, me vino a la cabeza ese suceso infantil, con cierta vergüenza por el asesinato literario, pero supe consolarme pensando que a lo mejor estaba entrenándome para una frustrada carrera como presidente de una comunidad, no de vecinos, sino de las otras. ¿Que la justicia decide que está mal lo que has hecho con un canal de televisión que tú consideras de tu propiedad? Pues no asumas tu derrota. Nunca. Deja que la parte demandante disfrute un par de minutos su victoria y luego ciérralo, con dos narices. Como en el chiste: el gato es mío y me lo aquello cuando quiera.

lamarea.com

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