Revista Opinión

El general de la concordia

Publicado el 17 abril 2019 por Manuelsegura @manuelsegura

El general de la concordia

En febrero de 1983 nevó en Murcia, algo inusual por estos lares. Muchos niños, y otros no tan jóvenes, aprovecharon para hacer lo que tantas veces habían visto en la televisión y en el cine: lanzarse bolas de nieve por las calles y plazas de la ciudad. Ese día se iba a dar el nombre de un teniente general del Ejército español a la que había sido hasta entonces la prolongación de la de Jaime I El Conquistador. Aquel militar no era otro que Manuel Gutiérrez Mellado, quien había sido vicepresidente del Gobierno y ministro de Defensa con Adolfo Suárez y al que todos recordábamos por su gallardía en el hemiciclo del Congreso aquella tarde en la que el teniente coronel Antonio Tejero pretendió derribarlo con una zancadilla rastrera, más que cobarde. Ese gesto de Gutiérrez Mellado, con los brazos en jarras, junto al de Suárez -los únicos, junto a Santiago Carrillo, que no se lanzaron al suelo al escuchar el tableteo de las armas que dispararon al techo los asaltantes- representaron, y aún lo hacen, el testimonio fehaciente de lo que es la dignidad del poder legalmente establecido frente al golpismo execrable.

Gutiérrez Mellado fue un militar atípico. Huérfano desde niño de padre y madre, formado en la Academia de Zaragoza que dirigió Francisco Franco, se afilió a la Falange en 1935, participando en la rebelión como teniente de Artillería. Tras la Guerra Civil, estuvo destinado en el Cuartel General de la División Azul en Alemania y, al concluir la Segunda Guerra Mundial, viajó por diversos países europeos con la misión de espiar a los exiliados republicanos. Es de suponer que, con ese currículum, pocos apostaran por que este hombre se convirtiera en uno de los principales apoyos para restablecer la democracia en España y poner las bases para modernizar su Ejército.

Durante los años de plomo, Gutiérrez Mellado tuvo que enfrentarse a los militares del búnker, aquellos que todavía añoraban el régimen franquista, lo que le supuso más de un incidente en actos públicos, entierros de asesinados por el terrorismo e incluso en acuartelamientos militares. Sus últimos años los pasó dedicado por completo a la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, que presidió hasta su muerte, ocurrida en diciembre de 1995 cuando se trasladaba hasta Barcelona para dar una conferencia y el vehículo en el que viajaba derrapó por efecto del hielo que había en la calzada. Tenía 83 años y, sin embargo, seguía en plena actividad.

Manuel Gutiérrez Mellado fue uno de los primeros militares que, en la Transición, desembarcó en la política. Hoy, en que otros compañeros de armas se han incorporado a las listas de diversas formaciones de cara a los comicios, salvando las distancias, se hace aún más necesario reivindicar su histórico papel. Cuentan que, en los momentos de soledad política en la que se vio sumido Adolfo Suárez siendo aún presidente, este le preguntó un día: “Aparte de ti, ¿alguien más está con nosotros?”. Quizá esta frase resuma muchas cosas de lo ocurrido en aquellos días de vértigo. Un nada sospechoso, en cuanto a su proximidad a aquel Gobierno, como fue Manuel Vázquez Montalbán, dijo que Gutiérrez Mellado inspiraba tal respeto por la autoridad que de él emanaba, aunque ya no tuviera mando en plaza. En Murcia, al menos, tiene una avenida que lo recuerda.

[‘La Verdad’ de Murcia. 16-4-2019]


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