Revista Cultura y Ocio

El General Serrano

Por Manu Perez @revistadehisto

Francisco Serrano y Domínguez, nació en 1810 en la Isla de León, San Fernando, en la bahía de Cádiz. El General Serrano falleció en 1885, en Madrid. Se casó con Antonia Micaela Domínguez Borrell, II condesa de San Antonio, que tenía 19 años y él iba a cumplir los 40. Tuvieron cinco hijos.

A lo largo de 45 años llegó a: Regente del Reino; Presidente del Poder Ejecutivo de la I República; Presidente del Gobierno Provisional; Presidente del Gobierno en dos ocasiones; Ministro Universal; Capitán General del Ejército; Capitán General de Cuba; Ministro de la Guerra en cuatro ocasiones; Ministro de Estado; Embajador en Francia en dos ocasiones; Senador desde 1845; Presidente del Senado (1865-1866 y 1879-1885); Diputado desde 1839; Vicepresidente del Congreso de los Diputados en 1842; duque de la Torre con Grandeza de España; poseedor del Toisón de Oro en 1866 y otras condecoraciones y distinciones civiles y militares, nacionales y extranjeras de la época.

Si quieres leer el artículo mas tarde, descárgatelo en PDF y léelo cuando te plazcaDescárgalo Aquí

El General Serrano

El General Serrano fue testigo de primera fila de: La minoría de Isabel II con las dos Regencias, la de su madre la reina María Cristina de Borbón y la del General Espartero; el Reinado personal de Isabel II en sus principales etapas: la Década Moderada, la revolución de 1854, el Bienio Progresista y el Gobierno largo de la Unión Liberal (O’Donnell); el destronamiento de Isabel II y el Sexenio revolucionario y la Restauración de Alfonso XII.

El General Serrano por méritos propios, como militar, alcanzó los puestos de más alta graduación: Capitán General de Granada en 1847; Director General de Artillería en 1854; Capitán General de los Ejércitos Nacionales en 1856; Capitán General de Cuba en 1859; Capitán General de Castilla la Nueva en 1865; General en Jefe del Ejército Español en 1874; y en cuatro ocasiones Ministro de la Guerra, como se ha comentado.

Francisco Serrano, como político, ocupó el más alto cargo del Estado, pues el 15 de junio de 1869, fue elegido por las Cortes Constituyentes, Regente del Reino. Ninguno de sus contemporáneos, con la excepción de Espartero, alcanzó tan alto puesto, ni Narváez, ni O’Donnell, ni Prim. Serrano fue en política el hombre de las situaciones límite, siendo requerido en situaciones extremas para resolver problemas concretos. Era un hombre dialogante, propenso a la conciliación, que supo escuchar a su oponente y no dudaba, cuando lo juzgaba necesario, llegar a un consenso. Según el profesor Jesús Pabón: “Coincide un momento con Espartero, otro con Narváez; dilatadamente con O’Donnell, pues llega a ser gran figura de la Unión Liberal. Personalmente relacionado con todos, menos dispuesto a la identificación con ninguno, inclinado a un proceder político y conciliador, pero independiente. Serrano será el hombre de las crisis, es decir, de los momentos agudos y de transición: Ministro Universal, Jefe de Gobierno Provisional, Regente”.

El General Serrano. El militar

Descendiente de una familia de militares, Serrano se sintió atraído desde su infancia por la milicia. Con 12 años, el 17 de abril de 1822 como Cadete en el Regimiento de Caballería de Sagunto. Tres años más tarde era Alférez. A causa de las liberalidades de su padre, el Mariscal de Campo, Francisco Serrano Cuenca, durante la Década Ominosa (1823-1833), recayó sobre él la acusación de liberal, pasando a la situación de indefinido[1] durante tres años, hasta 1828, posteriormente pasó a la de ilimitado[2], hasta que en 1830 fue purificado[3]. Entonces solicitó plaza en el Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, siendo destinado a Málaga y nombrado Subteniente, destino en donde permaneció hasta 1832. La Primera Guerra Carlista, iniciada a la muerte de Fernando VII, supuso el comienzo de su carrera militar y su época de gran soldado. A lo largo de los siete años que duró la contienda, se consolidó su prestigio militar, empezándola de Subteniente y acabándola de Mariscal de Campo. En 1833 regresó al arma de Caballería, en el Regimiento de Coraceros de la Guardia de Madrid. Fue ayudante del General Espoz y Mina[4], General en Jefe del Ejército del Norte, durante el año 1835, y de su padre, General en Jefe de Cataluña, desde el año 1836, obteniendo la Cruz Laureada de San Fernando. Al firmarse el Convenio de Vergara en 1839, ya era Coronel, y al año siguiente ascendió a Brigadier. En octubre de 1847 fue nombrado Capitán General de Granada. Durante esa época combatió con éxito contra los piratas rifeños, situados en las Islas Chafarinas. Posteriormente solicitó Real Licencia para viajar por Europa y conocer a fondo la organización militar rusa y prusiana. Posteriormente solicitó otra Licencia para estudiar los sistemas de defensa de Francia y Alemania, pues poseía aptitudes y conocimientos de estrategia militar, por lo que a partir de 1855 formó parte de la Junta de Defensa Permanente del Reino y a partir de 1858 fue vocal permanente de la Junta Consultiva de Guerra.

Tres situaciones importantes marcaron su actuación militar: tropas del General Serrano derrotaron a las del General Pavía[5], marqués de Novaliches, en la batalla de Alcolea, en 1868, cerca de Córdoba, batalla decisiva para la suerte de Isabel II. Serrano pretendía llegar a Madrid y lo consiguió; en el frente del Norte, siendo Jefe del Estado, ante el recrudecimiento del carlismo, a comienzos de 1873. Para evitar el vacío de poder, desgajó la Presidencia del Poder Ejecutivo, la del Consejo de Ministros, designando al General Zavala[6] como Presidente del mismo, partió hacia el norte. En menos de un mes reorganizó las fuerzas y comenzó la ofensiva contra los carlistas. En 1874, las tropas de Serrano ayudadas por las del General Concha, marqués del Duero, deshicieron las posiciones carlistas de los Montes Galdames y el Paso de las Muñecas, arrebatándoles la ciudad de Bilbao.

También es importante su actuación en los sangrientos sucesos de la noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865, en la que la Guardia Civil y unidades de Infantería y Caballería del Ejército, reprimieron de forma sangrienta a los estudiantes de la Universidad Central de Madrid que realizaban una serenata en la Puerta del Sol de apoyo al rector de la misma, Juan Manuel Montalbán. Montalbán había sido depuesto tres días antes por orden del gobierno del Partido Moderado, del General Narváez, a raíz de no haber destituido al catedrático Emilio Castelar tras la publicación por parte de éste en el diario La Democracia de un artículo, El Rasgo, muy crítico con la reina Isabel II, los días 21 y 22 de febrero de 1865. Hubo nueve muertos y más de un centenar de heridos.

La sublevación de los Sargentos de Artillería del cuartel de San Gil – situado en la actual plaza de España – cerca del palacio Real, el 22 de junio de 1866, fue un motín contra la reina Isabel II bajo los auspicios de los partidos Progresista y Democrático con la intención de derribar la Monarquía. Aunque no fueron los Sargentos los que se sublevaron, no fue un movimiento militar; en él los progresistas y demócratas aprovecharon el descontento de los Sargentos de Artillería, cuestión que venía tiempo atrás, por el tema de los ascensos, por la cual los Sargentos podían ascender hasta el empleo de Comandante pudiendo ocupar los mismos destinos, sin tener la debida formación y preparación. Los Oficiales protestaron y la orden fue anulada. El enfrentamiento entre Oficiales y Suboficiales fue inmediato. Hubo muchos muertos, entre ellos bastantes civiles, que fueron engañados por los organizadores. El General Serrano intervino en la represión no dudando en ofrecerse a O’Donnell, Jefe del Gobierno. Por esta acción Isabel II le concedió el Toisón de Oro.

El General Serrano, El político

Al finalizar la Primera Guerra Carlista, Serrano entra en la política militando en el Partido Progresista, al ser elegido diputado a Cortes por Málaga. Una de sus primeras actuaciones como diputado fue votar a favor de la candidatura única de Espartero como Regente del Reino, en 1841. Las relaciones con Espartero se fueron deteriorando poco a poco, motivadas por las tendencias dictatoriales de Espartero, su personalismo político y la implacable actitud de éste ante los fusilamientos del General Diego de León y sus seguidores, tras el fallido rapto de la niña Isabel II de 11 años y de su hermana Luisa Fernanda, de nueve, en 1841. En el nuevo Gobierno que Espartero ofreció a López[7], éste ofreció a Serrano el Ministerio de la Guerra, siendo Ministro por vez primera. Tenía 33 años. El rechazo sistemático de Espartero a todas las propuestas planteadas por el Gobierno López, añadido por el bombardeo de Barcelona – a Barcelona hay que bombardearla una vez cada 50 años – y disolución de las Cortes en 1842, causaron la ruptura total entre los dos Generales y la dimisión del Gobierno López. Días después España entera se levantó contra Espartero.

El General Serrano

Apoyado por algunos progresistas para expulsar al Regente Espartero, antes de que de Francia llegaran los moderados con Narváez a la cabeza, Serrano se puso al frente de la revolución que liquidó la Regencia a Espartero. Investido Ministro Universal en 1843, reinstaló al Gobierno López, como Gobierno Provisional y ese día lanzó un Manifiesto al país, donde explicaba su trayectoria política: La suerte de España consiste en la expulsión de ese hombre, cuyas ambiciosas miras todos conocen ya; preciso es vencer el obstáculo que se opone a la paz, a la concordia, a la libertad de nuestra patria. Aquellos que ven el porvenir como yo lo descubro, que vengan a unirse conmigo, que acudan a defender al País, a la Reina, a la Constitución. Tras el encuentro de Torrejón de Ardoz en 1843, entre las tropas leales al Regente y las de los sublevados que mandaba Narváez, Espartero tuvo que abandonar España el 30 de julio de 1843. Repuesto el Gobierno Provisional de López, Serrano volvió a ser Ministro de la Guerra y se nombró Capitán General de Madrid a Narváez. El Gobierno Provisional dio pronto muestras de debilidad, al permitir la disolución de los Ayuntamientos, la Diputaciones Provinciales y del Senado. Se veía claramente que el nuevo Gobierno lo iba a manipular Narváez desde su nuevo puesto en Capitanía y por el Partido Moderado. El tema prioritario para éstos era la mayoría de edad de Isabel II, aprobado por el Congreso y el Senado, el ocho de noviembre de 1843. Isabel II tenía 13 años recién cumplidos.

Todo parecía presagiar una época de paz y felicidad para los españoles, pero no fue así: los errores, abusos de poder, pronunciamientos, conmociones populares, intrigas y deslealtades estuvieron presentes a lo largo de todo el reinado de Isabel II. El Presidente en funciones propuso la creación de un nuevo gabinete bajo la presidencia de Olózaga[8], que la reina aceptó, bajo presiones no muy adecuadas del mismo Olózaga, no demostradas. Por los servicios concedidos a la Nación, Serrano fue ascendido a Teniente General y se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de San Fernando.

El General Serrano. Política y milicia

Nuevamente el Partido moderado en el poder, Serrano militó en el Partido puritano, – ala izquierda del moderantismo – tras su ruptura con Olózaga. Es la época de la privanza[9] de Serrano con la Reina; situación de la que no quiso aprovecharse, comprendió que era necesario dar paso a Narváez, actitud no comprendida aplicándole el apelativo de Judas de Arjonilla, en alusión a las tierras familiares que, desde la Edad Media, después del reparto de tierras que hizo el rey Fernando III el Santo, poseía en la provincia de Jaén: Arjona, Arjonilla, Lopera y Escañuela. Para resolver la espinosa Cuestión de Palacio[10] en 1847 fue nombrado Capitán General de Granada que ocupó hasta 1848. Posteriormente se alejó momentáneamente de la política en sus tierras de Arjona, aunque siguiéndola muy de cerca a través de la correspondencia con el General O’Donnell, del que era muy amigo. Igualmente mantuvo correspondencia con Narváez. De 1843 a 1853 estuvo tranquilo en Madrid, como senador que se interrumpió en 1853. Vino el último Gobierno de la Década Moderada dirigido por Luis José Sartorius, conde de San Luis.

La gran capacidad de Sartorius para cerrar los ojos ante los negocios turbios y su falta de escrúpulos políticos, le llevó a conceder cargos y ventajas a quien le pudiera proporcionar beneficios económicos o políticos. El caso más escandaloso fue el trazado del ferrocarril de Madrid a Irún, pues la Compañía del Norte indemnizaba con 40.000 duros por kilómetro que la vía férrea atravesaba, resultando de ello “un t razado arbitrario, destinado a favorecer a determinados propietarios influyentes, sin exceptuar la Casa Real”. La caída del conde de San Luis fue estrepitosa. La causa fue la pérdida de una votación en el Senado, precisamente sobre el tema de los ferrocarriles. Sartorius disolvió las Cortes y comenzó a Gobernar a base de decreto. La gestación de la Revolución dev1854, estaba en marcha. La coalición capitaneada por un grupo de Generales, que contaba con Serrano, Ros de Olano, Dulce y Messina, no escatimó medios ni energía para hacer caer al Gobierno del conde de San Luis. La prensa se unió al sentimiento de los militares publicando en diciembre de 1853 un Manifiesto, al que se adhirieron después, escritores y políticos, tanto progresistas como moderados. El Gobierno de San Luis reaccionó multando y suprimiendo la prensa, y desterrando a los militares a Tenerife, Mallorca, León y a Serrano a Arjona. También desterró a muchos políticos, pero se equivocó, pues, concretamente O’Donnell que había sido desterrado a Santa Cruz de Tenerife, permaneció oculto en Madrid, sin que la policía pudiese detenerle. El 28 de junio de 1854, se alzaron los militares, siendo el encuentro entre las tropas sublevadas, mandadas por O’Donnell, y las del Gobierno, por el General Blaser, Ministro de la Guerra, la tarde del 30 de junio, en Vicálvaro – la Vicalvarada – en las cercanías de Madrid. Fue un tanteo de la situación y al final los dos bandos se retiraron, convencido cada uno de haber vencido. Lo único claro es que los sublevados no pudieron apoderarse de Madrid, y eso se apuntó como un éxito del Gobierno. Buscando refuerzos, O’Donnell bajó al Sur, deteniéndose en Manzanares, Ciudad Real. Serrano, desterrado en Arjona, al enterarse de la situación se reunió con O’Donnell, lo mismo hizo el joven secretario particular de O’Donnell, el futuro Presidente del Gobierno, Antonio Cánovas del Castillo. Viendo que el grueso del Ejército permanecía leal al Gobierno, Cánovas redactó el Manifiesto de Manzanares. La difusión de dicho Manifiesto supuso el inicio de la Revolución, pronunciándose Barcelona, Zaragoza, Valladolid, Granada, Sevilla y otras provincias. La situación se hizo tan insostenible que Sartorius presentó su dimisión a la Reina. Así acabó la Década Moderada y llegó la Revolución de los días 17, 18, 19 y 19 de julio de 1854, que llenaron Madrid de barricadas, consignas revolucionarias, saqueos e incendios.

La Reina llamó a Espartero, 11 años después de haber sido expulsado de España. Comenzaba el Bienio Progresista (1854-1856). Espartero formó su Gabinete en el cual era él el Presidente del Consejo de Ministros, sin cartera, O’Donnell fue Ministro de la Guerra y Ultramar y Serrano pasó a ser Director General de Artillería. Meses después, por amistad hacia O’Donnell, Serrano se afilió al Partido Unión Liberal. O’Donnell nombró a Serrano Capitán General de Madrid y miembro de la Junta de Defensa Permanente del Reino. Desde estos cargos, Serrano colaboró estrechamente con O’Donnell sofocando los violentos sucesos de julio de 1856 tras la marcha de Espartero, que puso fin al Bienio Progresista.

El General Serrano. El diplomático

El gobierno de O’Donnell sustituyó en la embajada en Paris a Olózaga por Serrano. Posteriormente fue nombrado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de España en la Francia del II Imperio. En París, Serrano se enteró de los problemas que estaba teniendo O’Donnell; sofocar los motines de Zaragoza y Barcelona; disolución de la Cortes, los Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales; supresión de la Milicia Nacional; represión de la prensa, todo presionado por Isabel II que quería, además, la anulación de los efectos de la Desamortización de los bienes eclesiásticos y la devolución de los bienes que, en el Bienio Progresista, le habían embargado a su madre, la Reina María Cristina. El Ministro de Hacienda, Manuel Cantero, se opuso a ambas. Como O’Donnell cedió ante la Reina, Cantero tuvo que presentar la dimisión lo que supuso una importante fisura en el gabinete recién creado. A esto se sumó la crisis del rigodón; el 10 de octubre, la reina cumplía 26 años y en Palacio de celebró un baile por tal motivo. La Reina eligió a Narváez para bailar un rigodón, mostrándose, además, muy afectuosa con él durante toda la noche, ignorando por completo a O’Donnell, que se dio cuenta, que esa noche iba a ser la última que pasaba como Presidente de aquel Gobierno. Este incidente hizo volver al poder a Narváez y al Partido Moderado, iniciándose el Bienio Moderado (1856-1858).

Al enterarse Serrano de la sustitución de O’Donnell por Narváez en la Presidencia del Gobierno, el 17 de octubre de 1856 mandó una carta al Primer Secretario de Estado, presentando la dimisión de su cargo como embajador, dimisión que no le fue aceptada, por lo que muy contrariado, Serrano tuvo que seguir de embajador en París. El 22 de mayo de 1857 volvió a pedir la dimisión de su cargo de embajador en Francia, alegando esta vez, problemas de salud y que ahora sí le fue aceptada, volviendo a España a finales de 1857, incorporándose a sus tareas como senador, participando con O’Donnell y otros destacados miembros de la Unión Liberal. Un año después, el 30 de junio de 1858, Isabel II llamó a O’Donnell a gobernar de nuevo. Fue el Gobierno Largo de la Unión Liberal.

El General Serrano. Cuba

El 20 de septiembre de 1859, durante el Gobierno Largo de la Unión Liberal, presidido por O’Donnell, Serrano fue nombrado Gobernador-Capitán General de la Isla de Cuba, sustituyendo al Teniente General Gutiérrez de la Concha, cuyo mandato había sido tachado de férreo e impopular, cesando como Director General de Artillería. Desempeñó este cargo hasta el 10 de diciembre de 1862 y por su positiva actuación al servicio de la Corona durante estos tres años, fue recompensado con la Grandeza de España de primera clase, con el título de duque de la Torre. A bordo del barco Francisco de Borja, Serrano partió hacia La Habana desde Cádiz, en 1859. Al igual que durante su embajada en París, le acompañó su esposa Antonia Micaela Domínguez Borrell, II condesa de San Antonio, cubana y con parientes importantes en la isla. Le acompañó también, su ayudante, el Coronel Verdugo y su esposa, la poetisa cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda.

La impresión que causó en Cuba fue muy positiva, habida cuenta, que el nuevo Capitán General había sido Ministro de la Guerra. Además su amable y franco trato personal, su sencillez, su fama de político liberal, la naturalidad de su carácter, le ayudó mucho para ganarse el aprecio y simpatía de los cubanos. Acabó con todas las rígidas etiquetas existentes. Abrió las puertas del Palacio de Capitanía General y las de su residencia privada, a todos los cubanos y empezó a pedirles sus opiniones, así como enterarse de sus quejas con la mayor libertad y franqueza. Organizó el Comité Español, formado por isleños y peninsulares, que lo componían 12 personas de asegurado prestigio para recabar información y promover la política reformista; autorizó al Partido Liberal de Cuba a que pudiera reunirse como lo hacía en 1834 el Partido Peninsular, que se reunía semanalmente para tratar asuntos administrativos o políticos de la Isla. Se constituyó el Comité Reformista, presidido por el rico cubano, José Ricardo O’Farril y Herrera, que deseaban que el Gobierno español autorizase que Cuba estuviese representada en las Cortes y la obtención de reformas políticas, económicas y administrativas que la Isla necesitaba. Este talante aperturista le proporcionó no pocos disgustos a Serrano, pues tropezó con la sistemática reserva que unos y otros Gobiernos tuvieron siempre hacia las reformas en Cuba. Un ejemplo fue la oposición de Serrano a la idea de la Intendencia General de Hacienda que había propuesto la contribución directa, pues decía que eso solo se podía hacer cuando hubiera estadísticas y catastros reguladores. A la larga, esta norma del Gobierno peninsular, fue una de las causas primordiales del movimiento insurreccional de Yara[11] el 10 de octubre de 1868. El 10 de diciembre de 1862, Serrano cesaba como Gobernador-Capitán General de Cuba, y tras una solemne despedida y entre grandes muestras de afecto, embarcó en el barco San Quintín que le condujo a la península.

Al llegar a Madrid, influyó decisivamente en la creación del Ministerio de Ultramar. Desde su escaño en el senado defendió los intereses y reformas de Cuba, su representación en las Cortes y el problema de la trata de negros.

El General Serrano. La culminación de su carrera política

Nada más llegar a España fue nombrado Ministro de Estado por O’Donnell, cargo que ocupó pocos meses a causa de la última crisis del Gobierno Largo de O’Donnell, quien presentó la dimisión a la Reina en marzo. La caída de O’Donnell y la Unión Liberal, supuso el ocaso del reinado de Isabel II. La dilatada permanencia de O’Donnell, 56 meses seguidos, no tuvo precedentes en lo que iba de siglo, y ningún otro Gobierno lo conseguiría después. Al caer O’Donnell, Serrano dimitió de su cargo como Ministro de Estado, cediendo el testigo al marqués de Miraflores, que además pasó a ser el nuevo Presidente del Gobierno. Tras los Gobiernos moderados de Miraflores, Arrazola[12] y Mon[13], Narváez fue llamado de nuevo a gobernar, pero la cadena de errores de estos gobiernos moderados, culminada por los sangrientos sucesos de la Noche de San Daniel, precipitó la caída de Narváez, seguida por el levantamiento de Prim[14] en Villarejo de Salvanés (Madrid), que desembocó finalmente en la sublevación el 22 de junio de los Sargentos de Artillería del cuartel de San Gil, en Madrid. La situación prerrevolucionaria era palpable y conduciría a la Revolución de 1868, la Septembrina o Gloriosa. Aunque la sublevación del cuartel de San Gil, se sofocó con éxito, Isabel II volvió a prescindir de O’Donnell y de su Unión Liberal, llamando de nuevo a Narváez. Esta ingratitud de la Reina hacia O’Donnell, fue el acto más grave por Isabel II durante su reinado y la causa de que O’Donnell desengañado y muy dolorido, se exiliase voluntariamente en Francia, donde falleció el cinco de noviembre de 1867. A raíz de esto, Serrano, viendo la actitud de la Reina, también quebrantó su adhesión a Isabel II. Comienza el año 1868. Isabel II no cuenta más que con la ayuda de Narváez, pero duró poco, pues éste fallece el 23 de abril. Isabel II perdía al segundo de los Generales que la habían ayudado a mantener su Corona.

En 1867, tras la muerte de O’Donnell, Serrano alcanzó la jefatura política de la Unión Liberal. Desde entonces, en un nuevo giro político, participó en la conspiración para destronar a Isabel II, acercándose a los progresistas, liderados por el General Prim, y a los demócratas, razón por la cual fue desterrado a Canarias. En 1868 encabezó, junto con Prim y el almirante Topete[15], una Revolución, que derrocó a la Reina, gracias a la decisiva victoria militar en la batalla de Alcolea del 28 de septiembre. La Revolución de 1868, la Gloriosa, se había consumado. Isabel II había sido destronada.

La Junta Provisional Revolucionaria de Madrid le encargó el 3 de octubre la formación de un Gobierno Provisional, que aceptó al día siguiente y que quedó constituido el 8 de octubre. Tras la promulgación de la Constitución de 1869, las Cortes Constituyentes le invistieron el 15 de junio de 1869 con el cargo de Regente del Reino. Con 58 años se convirtió en uno de los protagonistas más significativos del Sexenio Revolucionario (1868-1874). Pero al carecer de un proyecto de Estado, fue desplazado por Prim “político nato y neto”. Mientras Serrano representaba la Revolución, Prim la dirigía. Serrano ocupó la Regencia hasta el dos de enero de 1871, en que el Rey Amadeo I de Saboya llegó a España y llamó a gobernar a Serrano en dos veces; la primera, el cuatro de enero de 1871, tras el asesinato de Prim, y la segunda, el 24 de mayo de 1872, después de la dimisión de Sagasta[16].

Ante el incremento del carlismo en abril de 1872, Serrano fue nombrado General en Jefe de todo el Ejército del Norte, derrotando definitivamente en Oroquieta, Navarra, al autoproclamado “Carlos VII”. Implicado después en diversas maniobras políticas – suscribió el convenio de Amorebieta con los líderes carlistas de Vizcaya, que fue mal recibido por las Cortes Generales, por lo que solicitó a Amadeo I que suspendiese las garantías constitucionales, a lo que se negó el rey. Tras la proclamación de la Primera República pasó a Francia, tras fracasar en su intento de sublevar la Milicia Nacional.

En 1874 regresó a España poco antes del golpe de estado del General Pavía, y tras éste, aceptó el cargo de Presidente del Poder Ejecutivo de la República, disolviendo las Cortes republicanas en 1874, instaurando una especie de dictadura republicana de concentración, con talante conservador, pero con ciertas aspiraciones liberales. Serrano gobernó apoyado en la Constitución de 1869, que era, la primera Constitución democrática. Serrano acabó con la rebelión cantonal y levantó el cerco de Bilbao en 1874, dejando a los carlistas prácticamente derrotados. Pero la destrucción de las fuerzas políticas republicanas había abierto el camino para la restauración de los Borbones, precipitada en los días finales de diciembre de 1874 por el pronunciamiento de Martínez-Campos en Sagunto.

El 31 de diciembre de 1874, Serrano cesó como Presidente del Poder Ejecutivo de la República y como General en Jefe de los Ejércitos de Operaciones del Norte, pasando el día siguiente a Francia. Su protagonismo político había terminado.

Restaurada la Monarquía de los Borbones en la persona de Alfonso XII, Serrano, permaneció voluntariamente retirado de la política durante tres meses, residiendo con su familia en Biarritz. Al darse cuenta de la correcta conducta del nuevo Rey, impulsada por la política liberal de conciliación de su primer ministro, Cánovas, el General Serrano decidió regresar a Madrid en 1875, para presentarse ante el nuevo Monarca, reconociendo así públicamente su acatamiento a la Restauración de Alfonso XII, que lo recibió muy afectuosamente.

A finales de 1882, fue elegido Presidente del Senado y un año más tarde embajador en Francia, por segunda vez. El cinco de febrero de 1884, por motivos de salud, Serrano presentó su dimisión, que el rey Alfonso XII aceptó. El nueve de febrero volvía Serrano a España.

El General Serrano. El hombre

Serrano estuvo toda su vida muy ligada a las villas jienenses de Arjona, Arjonilla, Lopera y Escañuela. La familia de su padre procedía de Arjona. También influyó el hecho de que a pesar de los altos cargos políticos y militares, Serrano fue un hombre sencillo, amante de la agricultura y de la caza, en su finca Cortijo de la Torre, en Escañuela, donde hallaba la paz y sosiego que le hacían olvidar las múltiples preocupaciones de los altos cargos que desempeñó. Organizaba cacerías a las que, durante el tiempo que fue Regente del Reino, asistían ministros, embajadores, políticos y Generales.

El verano de 1884, por agradar a su esposa, lo pasó en Biarritz, pero ya la salud de Serrano no era ya buena; le habían diagnosticado una grave enfermedad vascular, por lo que volvió a su finca, el Cortijo de la Torre, mientras su esposa permaneció en Biarritz, porque le horrorizaba la vida en el campo. En el otoño de 1885, Serrano experimentó un agravamiento de su enfermedad, teniendo que ser trasladado desde Jaén a su casa de Madrid, donde falleció el 26 de noviembre de 1885, diez horas después que Alfonso XII, a los 75 años.

En su testamento, Serrano había dispuesto que le enterrasen en la iglesia de las Salesas Reales, donde reposaban los restos de su gran amigo, el General O’Donnell, pero no pudo ser ante las dificultades presentadas por el Obispo de Madrid-Alcalá, siendo enterrado en la Sacramental de San Sebastián de Madrid, actualmente desaparecida. Después de muchas gestiones, su mujer, la duquesa de la Torre, logró el permiso necesario para trasladar los restos de su marido a la madrileña iglesia de los Jerónimos, el 23 de abril de 1897, donde hoy se encuentran.

Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es

¿Eres Historiador y quieres colaborar con revistadehistoria.es? Haz Click Aquí

Si quieres leer el artículo mas tarde, descárgatelo en PDF y léelo cuando te plazcaDescárgalo Aquí

Mecenas

Agradecemos la donación de nuestro lector Rafael Sedano Sáez su mecenazgo desinteresado ha contribuido a que un Historiador vea publicado éste Artículo Histórico.

Bibliografía.

COMELLAS, José Luis; MARTÍNEZ GALLEGO, Francesc; ORTUZAR, Trinidad; POVEDA, Ángel Ramón; RUEDA, Germán.

Los generales de Isabel II.

CARR, Raymond. España 1808-1975.

FONTANA, Josep, VILLARES, Ramón. Historia de España.

[1] Situación de disponible forzoso y sin mando.

[2] Oficiales que habían dejado de percibir haberes durante Reales licencias temporales. Tenían que volver a solicitar la entrada en el Ejército si deseaban entrar en él.

[3] Las Juntas de Purificación estaban encargadas de depurar a todos los funcionarios, empleados públicos y profesores liberales, con la obligación de no permitir ningún tipo de publicidad liberal.

[4] Francisco Espoz Ilundain, conocido como Francisco Espoz y Mina (1781-1836). Capitán General de Navarra y Cataluña. Gobernador Militar de Galicia. Militar isabelino.

[5] Manuel Pavía y Lacy (1814- 1896) fue General de Artillería. Primer marqués de Novaliches. Fue derrotado por el Mariscal Serrano en la batalla de Alcolea. Ministro de la Guerra. Fue senador y obtuvo el Toisón de Oro.

[6] Juan de Zavala y de la Puente (1804- 1879). Fue Presidente del Consejo de Ministros en 1874. Además de ser I marqués de Sierra Bullones, fue, por derecho propio y matrimonio, una vez duque, cuatro veces marqués y cinco veces conde. Ministro de Estado, de Guerra y de Marina. Militar isabelino.

[7] Joaquín María López (1798-1855) fue un político que pertenecía a una familia acomodada y nobiliaria, cuyo origen se remonta a la Corona de Aragón. Senador y Ministro togado del Tribunal de Guerra y Marina. Bajo su Gobierno, Isabel II fue declarada mayor de edad.

[8] Salustiano de Olózaga Almandoz (1805-1873) fue un político, abogado y escritor. Fue preceptor de Isabel II. Presidente del Consejo de Ministros.

[9] La reina Isabel II se había encaprichado de él. Serrano era conocido como el “general bonito”. Sus intimidades con la soberana eran harto públicas y conocidas. El marido de Isabel II, Francisco de Asís decía que Serrano la llamaba “Isabelita”. “Te suplico como madre afectuosa, que te muestres atenta a tu propio bien y a la tranquilidad de los españoles, y a volver con tu esposo”, le decía María Cristina a su hija Isabel II.

[10] El asunto de la Cuestión de Palacio, estaba relacionada a que Narváez se opuso a Carlos Luis, conde Montemolín, pero veía muy bien la boda con el príncipe de Nápoles, Francisco de Paula Borbón, conde de Trapani con Isabel II.  

[11] Se denomina como Grito de Yara al inicio del proceso independentista de Cuba de España que fue iniciado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868.

[12] Lorenzo Arrazola García (1795-1873) fue un político, abogado y catedrático de Universidad.

[13] Alejandro Mon y Vidal (1801-1882) fue un político y jurista español, Ministro de Hacienda en varias ocasiones y Presidente del Consejo de Ministros en 1864.

[14] Juan Prim y Prats (1814-1870), conde de Reus, marqués de los Castillejos, vizconde del Bruch, fue un militar y político liberal del siglo XIX que llegó a ser Presidente del Consejo de Ministros. En su vida militar participó en la Primera Guerra Carlista y en la Guerra de África, donde mostró relevantes dotes de mando, valor y temeridad. Tras la Revolución de 1868, La Gloriosa, se convirtió en uno de los hombres más influyentes en la España del momento, patrocinando la entronización de la Casa de Saboya en la persona de Amadeo I. Murió asesinado poco después.

[15] Juan Bautista Topete y Carballo (1821-1885) fue un marino, militar y político, Vicealmirante de la Armada Española, héroe de la Guerra del Pacífico. Políticamente, se le recuerda por su capital intervención en la Revolución de 1868.

[16] Práxedes Mariano Mateo-Sagasta y Escolar (1825-1903) fue un ingeniero de Caminos y político, miembro del Partido Liberal, de matiz progresista, varias veces Presidente del Consejo de Ministros en el período comprendido entre 1870 y 1902 y famoso por sus dotes retóricas.

¿Nos invitas a un café?

Si quieres donar el importe de un café y “Adoptar un Historiador”, incluiremos tu nombre como agradecimiento en calidad de mecenas en un Artículo Histórico, puedes hacerlo Aquí:


También puedes apoyarnos compartiendo este artículo en las redes sociales o dándote de alta en nuestro selecto boletín gratuito:

Déjanos tu Email y te avisaremos cuando haya un nuevo Artículo Histórico

La entrada El General Serrano aparece en Revista de Historia.


Volver a la Portada de Logo Paperblog