Revista Opinión

El genio (segundo intento)

Publicado el 26 septiembre 2012 por Miguelmerino

 

¿Recuerdan aquella entrada que un gaznápiro me truncó, en la que pretendía hablarles de un sujeto que andaba dando patadas a las latas y se le aparecía un genio? ¿No? Bueno, pues entonces, antes de seguir, lean AQUÍ. Y no se olviden dejar un comentario diciendo lo maravillosamente bien que escribo.

Pues el hombre iba dando patadas a las latas que encontraba a su paso. Que si ustedes recuerdan, hace unos años no estaba tan mirado eso de la limpieza en las calles y se encontraba uno por los suelos toda clase de objetos: cajetillas de cigarrillos vacías, latas de refresco, envoltorios de polos y caramelos, billetes de cien pesetas. Sí amigos, sí. Antes era fácil encontrarse billetes por los suelos apenas fueras atento por donde pisabas. Claro, con tanta basura pasaban desapercibidos a ojos asténicos, pero unos ojos entrenados por el hambre los veían a kilómetros de distancia. Y me voy a dejar de incisos o tampoco contaré la historia hoy.

Ya ha quedado determinado que el hombre, de unos treinta años sobre poco más o menos, iba dando patadas a las latas. En realidad, la edad no había sido determinada aun, pero éste es tan buen lugar del relato como otro para hacerlo, así que sobre los treinta, más o menos. Pongamos veinticinco, que es igual de impreciso.

De repente, de una de las latas, de coca cola analfabeta que no sabe que cero no es con zeta (ya, ya sé que hay un anacronismo, pero el relato es mío y bebo coca cola zero cuando me apetece, que estoy a dieta), salió un batracio negro y asqueroso.

- Ya me gustaría verte a ti luego de tres años metido en una lata de coca cola zero, tipo listo, que eres “mu” listo tú ¡so listillo! – Además de picajoso, resulta un pelín redundante este batracio. Sigo con el relato o se va a convertir esto en un novelón decimonónico.

Antes de que pudiera darse cuenta, el batracio saltó sobre el bolsillo de su camisa. Desde allí, le habló de aquesta manera:

- Aunque parezca una rana, en realidad soy una mega modelo superguay del Paraguay, jejeje, que ocurrente soy, que fue embrujada por un agente futbolístico, porque decía que no dejaba rendir a su modo de vida (representado lo llama él) como debía. Llevo tres años encerrada en esta lata y si me das un beso, volveré a mi antiguo cuerpo y como prueba de gratitud te prometo noches de lujuria y desenfreno.

El individuo, pues de alguna manera habrá que llamarlo, le contestó tal que así:

- Realmente es difícil de creer. No pareces para nada una rana. Más bien te pareces a un asqueroso sapo.

- No te dejes engañar por mi repugnante aspecto. Se debe al tiempo que llevo encerrada en esa maloliente lata. Pero ese encierro hace que también esté más caliente que el encendedor de un porrero. Así que ya sabes, dame un beso y te llevaré al cielo de los sentidos. ¡Toma frase cursi!

Nuestro personaje, después de pensarlo un poco, no mucho, no nos engañemos, también iba algo necesitado, se acercó el batracio a los labios y cuando iba por fin a depositar en él su beso, éste dio un pequeño salto y se volvió la oración por pasiva. Vamos, que fue el batracio el que dio el beso a nuestro personaje. Enseguida sintió un turbulento terremoto en su interior. Se sintió disminuir. Los ojos se le salían de las órbitas, la barbilla se le encogió, el hocico salió a pasear. Sí, vale, me dejo de circunloquios: se convirtió en rana.

- ¡Qué cabrón! Me has convertido en rana.

- Sí. Es que lo de la super modelo no era cierto, pero en lo de estar salido me quedé corto y por aquí, la verdad es que escasean las ranas.

- Pero eres una rana macho. Y yo también. Te has equivocado ¡So gilipollas!

- Otro imbécil que se ha creído que la homosexualidad sólo existe entre los humanos. ¡Ojos negros tienes hermoso!


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