Para salir de las crisis y afrontar privaciones y sacrificios, los pueblos necesitan líderes que merezcan la confianza de los ciudadanos y que sea respetados y creídos. El perfil de Zapatero es justo el contrario: sin credibilidad, sin altura moral y sin prestigio.
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Sus mentiras, engaños, fracasos, ridículos y privilegios inmerecidos han convertido en inservible el gobierno de Zapatero, en claro declive y sin autoridad moral suficiente para solicitar a los españoles más impuestos y sacrificios. Cuando un gobierno sin credibilidad, solvencia y prestigio sube los impuestos, es más que probable que lo que esté subiendo de verdad es el fraude fiscal y el desprecio ciudadano.
Los españoles no parecen dispuestos a dar más dinero a un gobierno que no es fiable y al que más del 52 por ciento de la población pide que dimita. Es tanto el desprestigio y son tantas las evidencias de engaños y mentiras que nadie puede asegurar que los dineros que se recauden sean empleados en políticas honradas y en financiar el bien común.
A juzgar por la experiencia reciente, ni Zapatero ni su gobierno pueden garantizar que el dinero de los españoles no sirva para llenar todavía más el bolsillo de los sindicalistas o para pagar los sueldos de las decenas de miles de enchufados, miembros del partido, amigos y familiares que han sido colocados en el Estado, sin ser necesarios y sin aportar valor alguno. Peor sería que el dinero que el Estado va a "arrebatar" a los ciudadanos españoles, en contra de su voluntad, se empleara en algo peor y financiara la corrupción reinante, los lujos y privilegios de la casta política o la masiva compra de voluntades, medios de comunicación y votos que el poder necesita para seguir gobernando.
Los españoles, según las encuestas, no tienen confianza en el gobierno. El porcentaje de los que reclaman una "retirada" del actual presidente es estremecedor, superior al 50 por ciento en todos los casos, más que suficientes para que un Zapatero fracasado abandone el poder por la más vergonzosa de las razones que pueden darse en democracia: la pérdida de la confianza y de la estima de los ciudadanos.
Para salir de las crisis profundas y afrontar una etapa de privaciones y sacrificios, los pueblos necesitan un liderazgo impecable, un dirigente que merezca la confianza de los ciudadanos y que sea respetado y creído. El perfil de Zapatero es justo el contrario: sin credibilidad, sin altura moral y sin prestigio, Zapatero es rechazado por gran parte de la sociedad y es percibido por el grueso del a ciudadanía como un politicastro entregado a la mentira y sin altura moral suficiente para exigir nada a nadie.
Por si fuera poco, Zapatero, en estos momentos de gravísima crisis, está acumulando errores y desprestigio, no sólo en España, sino también en Europa y el mundo. La economía española, destrozada por un Zapatero más inepto de lo que un pueblo libre puede y debe soportar, está bajo tutela y España se ha convertido en un "protectorado" bajo el mando del Fondo Monetario Internacional y los grandes países europeos, sobre todo Alemania y Francia.
Para colmo de males, ese Zapatero que ya es una ruina política, se niega a adelgazar el Estado monstruoso que él mismo ha creado y demuestra su vulgar desprecio a la democracia y a la voluntad popular al negarse también a suprimir ministerios supérfluos, a privatizar las televisiones públicas, a reducir la flota de coches oficiales, a licenciar a los miles de asesores que sobran, a cerrar los miles de empresas públicas, organismos, instituciones, ONGs desprestigiadas y otros muchos entes públicos donde se han parapetado miles de paniaguados y de compañeros del partido, todos ellos contribuyendo a diario en la ruina de España.
Para aumentar los impuestos y exigir a su pueblo sacrificios y privaciones, un líder, en democracia, tiene que dar ejemplo antes y ganarse el respeto de los ciudadanos, justo lo contrario de lo que Zapatero ha hecho y es hoy en esta España que él mismo ha arruinado y llevado hasta el fracaso.
En justicia y en democracia, Zapatero no merece recaudar más impuestos, ni siquiera regir durante un minuto más los destinos de España, sino una retirada vergonzosa hacia el oprobio y el desprecio de unos ciudadanos a los que ha engañado, dividido, enfrentado, arruinado y frustrado.