El Gobierno pretende consensuar el fin de la publicidad sobre prostitución

Seguimos interesados más en la prohibición que en la regulación, de modo y manera que la administración actual ejerce una injerencia cada vez más intolerable sobre la ciudadanía. La prostitución se define como el oficio más antiguo del mundo, y nuestro gobierno socialista, en defensa de la dignidad femenina, pretende terminar con él por decreto ley, logrando lo que no consiguieron algunas decenas de miles de años de historia, ahí es nada. Después, al más puro estilo de Huxley, vigilan nuestros intereses mediante la prohibición: No fume, no beba, no vaya a más de ciento diez kilómetros por hora, no tire los tejos a una dama so pena de ser considerado un acosador, y otras lindezas propias de la literatura de ciencia ficción. La prostitución debe regularse, en vez de consentir la situación de alegalidad, que no ilegalidad, en la que se encuentra; otro tanto debe hacerse con la publicidad de estas profesionales del sexo. El proxenetismo, la trata de blancas, la esclavitud, sexual o no, debe perseguirse con los recursos que pone la ley a nuestra disposición. Negar la realidad aleja considerablemente a los políticos de los ciudadanos, y mirar hacia otro lado delante de un negocio que mueve tantos millones de euros al año, es perjudicar al erario público, que no debe ser de nadie según la conspicua socialista. Prohibir no es el camino, regular empieza a ser una apremiante necesidad.