La Secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro (Caracas, 1961), es, sin lugar a duda, la persona más desconocida para el gran público del Gobierno de Mariano Rajoy, y , sin embargo, es el punto de referencia de los medios de comunicación de este país. Su afán por vivir entre bambalinas la está haciendo pasar desapercibida en un "mundillo",el periodístico, que vive en constante rumorología.
A su cargo está el Ministerio de la Presidencia, que además de contar con su propia directora de gabinete, tiene a sus órdenes a la periodista Consuelo Sánchez Vicente (Madrid, 1953), como directora general de Comunicación. Además, el equipo de Martínez Castro se completa con seis profesionales que ostentan la responsabilidad sobre las secretarias generales de Información Nacional, Internacional, Análisis y Documentación, Comunicación Electrónica y Nuevas Tecnologías. Departamentos en los que trabajan un nutrido grupo de periodistas, a los que hay que unir el de los respectivos gabinetes de prensa de los doce ministerios del Gobierno que preside Mariano Rajoy.
Y todo este recuento tiene su razón de ser en el referente informativo que se le exige a un profesional que lleva las riendas de la comunicación de este país, o lo que algunos han dado en llamar la "Marca España". La labor de Carmen Martínez es hacer entender la gestión y las decisiones políticas de un gobierno que está "navegando" en una aguda crisis de credibilidad, a la que ha llegado tras meses de desgaste debido a la dureza de los recortes aprobados para salvar la coyuntura económica.
¿Y cómo han sorteado este desgaste?. Los métodos han sido de lo más extravagantes: ruedas de prensa del Presidente con los periodistas sentados ante una pantalla de plasma, sin permitir preguntas; fiscalizar quién debe preguntar al Presidente; el negar la mayor ante las pruebas evidentes de escándalo en la contabilidad del PP. Una estrategia de comunicación sin orden ni concierto.
Dicen las "malas lenguas" que la propia Carmen Martínez, en un momento de franqueza, reconocía que su Gobierno “gobierna muy bien pero comunica muy mal”. Tras este "mea culpa" se encuentra un Ejecutivo que ha hecho del ruido mediático su razón de ser y gobernar. Nada se interpone en su camino. Da la impresión que la sociedad va por un lado y el Gobierno por otro.Y de este modo, la credibilidad de un gobernante, esa que le permite levantarse cada día con la sensación de respaldo, se va perdiendo. De nada sirve aprobar una Ley de Transparencia, que han colgado de la web del Ministerio de la Presidencia junto al plan de trabajo para reforzar la Marca España, si no es transparencia lo que se está ofreciendo a la sociedad. La constante falta de referente informativo se hace cada vez más visible ante los ojos de un país que vive inmerso en salvar el día a día como mejor puede.