El colegiado suizo Gottfried Dienst decreta el comienzo del partido. Son las tres de la tarde hora inglesa, del 30 de julio de 1966. El viejo Estadio de Wembley se ha vestido de gala para albergar la final de la Copa del Mundo de Fútbol. A la izquierda de rojo y blanco forma Inglaterra con una de las mejores selecciones de toda su historia, con Gordon Banks en la portería, la columna vertebral del poderoso West Ham United de la época con el gran capitán de pelo rubio Bobby Moore (Recordado además por su aparición en la película Evasión o Victoria), Martin Peters por la banda y Geoff Hurst en punta, protagonista indirecto de esta historia y uno de los máximos goleadores de la historia del fútbol inglés y de los Hammers, Nobby Stiles, héroe de los Red Devils y sobretodo, el grandísimo Bobby Charlton, probablemente el mejor jugador británico de todos los tiempos.
Por parte de la República Federal de Alemania, con su habitual indumentaria blanca y negra, una selección no menos competitiva con Lothar Emmerich, el capitán Uwe Seeler, máximo goleador de la historia del Hamburgo, Wolgang Overath, centrocampista con un guante en el pie izquierdo y el Kaiser Franz Beckenbauer que por entonces era un chaval de apenas veintiún años.
El partido fue una lucha de poder a poder. El fútbol de aquella época dejaba todavía estampas de juego ofensivo que hoy día son impensables. Alemania formando con cuatro delanteros es buena muestra de aquello. Uno de ellos, Hemut Haller fue el primero en inaugurar el marcador para disgusto de la grada tras un mal despeje de cabeza que le dejó el balón muy franco para rematar de tiro cruzado. Era el 0-1 que duraría muy poco pues el héroe de aquella final iba a empezar con su festival ofensivo. Bobby Moore, en el minuto 18, cuelga un balón al área germana, Geoff Hurst se libera de la marca de Dieter Hottges y remata de cabeza a bocajarro. Empate a uno y así se llegaría al descanso.
En la segunda parte, las cosas se mantuvieron igual hasta que en el minuto 78, Alan Ball saca de esquina, cede para Hurst que remata flojo desde fuera del área. Hottges despeja pero el balón cae de nuevo en el área pequeña y Martin Peters remata de forma inapelable. Parecía que el 2-1 iba a ser definitivo pero la realidad cayó como una losa en Wembley a un minuto del tiempo reglamentario. Jack Charlton comete falta sobre Uwe Seeler. Lothar Emmerich remata la falta, George Cohen logra bloquear el tiro pero tras una jugada embarullada Wolfgang Weber remata para empatar el partido y forzar la prórroga con el empate a dos, aunque no sin polémica. Gordon Banks insistió en que en el rebote, Schnellinger se llevó el balón con la mano.
La primera parte de la prórroga fue de marcado dominio inglés y en el minuto 101 se iba a producir posiblemente el gol fantasma más importante y famoso de todos los tiempos. Alan Ball corre por la banda derecha y antes de ser interceptado por el defensor alemán, centra el balón al área. Hurst, en un buen gesto técnico controla, se da la vuelta, remata en el área pequeña y ocurre lo siguiente:
El balón se estrella en el larguero, cae hacia abajo y…¿Entra? Se producen unos momentos de vacilación. El colegiado se acerca a consultar con el linier, el soviético Tofik Bakhramov, el cual parece tenerlo muy claro (Y eso que sólo se comunican por gestos pues no hablan el mismo idioma). Es gol. La cara de Tilkowski, el meta alemán, es un poema y el resto de jugadores quieren comerse al árbitro. ¿El robo más famoso de todos los tiempos?
Por supuesto, respecto a si el balón entra o no, cada uno construirá su opinión pero el que escribe estas líneas lo tiene claro: NO es gol. Puede apreciarse en la repetición cómo el balón bota dentro pero no atraviesa del todo la línea de cal. La normativa de la FIFA es muy clara al respecto: ”the whole of the ball passes over the goal line”, es decir, cuando el conjunto de la pelota cruza la línea. Un estudio del Departamento de Ingeniería de la Universidad de Oxford, dictaminó que el balón no cruzó la línea por completo por apenas seis centímetros.
Sea como fuere, ese gol vino a alimentar una leyenda negra respecto a los arbitrajes favorables que recibió Inglaterra a lo largo del Mundial de 1966. La jugada fue vista por las 98.000 personas que abarrotaban Wembley y por más de cuatrocientos millones de telespectadores en todo el mundo. Sólo en Inglaterra continúa siendo el evento televisivo más visto de todos los tiempos con treinta y dos millones de espectadores.
En cuanto al partido en sí, con Alemania lanzada a la desesperada, Moore recuperó un balón y lo despejó con fuerza para ganar metros y perder tiempo. Pero el balonazo se convirtió en un buen pase que cayó a los pies de Hurst que sale corriendo con él, aun con evidentes muestras de cansancio acumulado, y con un certero disparo con la pierna izquierda, lo cuela en la escuadra de la portería sin que el meta alemán pueda hacer nada. Es el 4-2 definitivo y Geoff Hurst se convierte en el primer y único jugador de la historia que logra un hattrick en la final de un Mundial.
Inglaterra consiguió así el único Título de su historia, aunque no exento de polémica. En todo caso, la imagen del capitán Bobby Moore levantando en alto la Copa Jules Rimet, sobre los hombros de Geoff Hurst y Ray Wilson, y junto con Martin Peters se hizo inmortal y es una de las imágenes más recordadas del deporte inglés. En reconocimiento a la contribución de Moore y el resto de jugadores del Manchester United y el West Ham, el Club y la ciudad de Londres encargaron conjuntamente una estatua de dicha escena inaugurada el 28 de abril 2003 en un lugar visible cerca del West Ham Boleyn Ground (Upton Park), en el cruce de Barking Road y la calle Green.
DAVID ABELLAN FERNANDEZ