07/12/2012 12:10:53
Diez días antes de cumplir 105 años, en Río de Janeiro, Brasil, falleció Oscar Niemeyer. El famoso arquitecto deja un inmenso legado artístico repartido por todo el mundo, entre ellos Cuba. Niemeyer tenía muy clara la época que le tocó vivir.
El anhelo del creador comenzó a corporizarse en el año 2003, y en 2006 Fidel le propuso que la escultura tuviera como destino la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), en La Habana.
Puede que muchos no sepan de esa obra o, sabiéndolo, no les interese darlo a conocer porque fue un regalo que el arquitecto quiso hacernos cuando «la Historia parecía tener fin, se descabezaban las estatuas y los arrepentidos del socialismo deseaban ser perdonados».
Es un monumento sencillo y revolucionario que aborda el tema del bloqueo, una metáfora de Goliat contra David que se levante, desde un espejo de aguas, hacia lo infinito del cielo; un conjunto escultórico que habla de resistencia, lucidez, ética y dignidad, que alude a las luchas y a los anhelos de quienes sostienen la fe en la solidaridad humana.
De ignorantes catalogo a quienes sustentan que Oscar «estuvo tan ocupado en lo suyo, que no perdió su tiempo analizando lo injusto que pueda ser este mundo, ni simpatizó con ninguna corriente política».
En 1945, cuando ya había ganado un cierto prestigio profesional, se unió al Partido Comunista de Brasil, ideología que defendió con pasión durante toda su vida.
Niemeyer fue un apasionado defensor de las causas sociales y de los valores personales. «Lo que vale es la vida entera, cada minuto también. Y creo que pasé bien por ella», dijo en una ocasión a la prensa durante el homenaje por su centenario. «Cuando miro hacia atrás, veo que no hice concesiones y que seguí el buen camino. Eso es lo que da una cierta tranquilidad», agregó.
Fue un buen amigo de Fidel y un entusiasta partidario de Lula y del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. «En el mundo quedan solamente dos comunistas, Niemeyer y yo», dijo una vez el máximo líder de la Revolución.
«Es una gracia, un privilegio ser contemporáneos de Niemeyer», afirmó Frei Betto durante el acto inaugural de la obra, en medio de la plaza universitaria que desde entonces lleva el nombre del arquitecto brasileño nacido el 15 de diciembre de 1907 en Laranjeiras, barrio residencial de clase media-alta, Zona Sur de Río de Janeiro, también llamado «Valle del Carioca».
Aquella noche, «cuando las curvas de la estructura de acero vestidas de color rojo atrapaban la vista», Betto resaltó dos cualidades del infatigable comunista: «su coherencia revolucionaria y su humildad, palabra que viene de “humus”, que significa andar con lo pies en la tierra».
La obra escultórica del afamado arquitecto brasileño —fallecido el miércoles 5 de diciembre de 2012, se inscribe en la realidad de su justificación. Ese es el gran valor de su regalo a los cubanos.
Lo recordaremos como artista, pero sobre todo como un buen amigo de la pequeña-gran Isla caribeña, que a pesar de los pesares —como su obra— es el resultado de conceptos esenciales de los cuales ha sabido extrae conclusiones que la proyectan hacia el futuro.
Para más informaciónsobre la vida y obra de Niemeyer consulte:
- Biografía y proyectos
- Fundación Oscar Niemeyer
- Complete List of Pritzker Architecture Prize Laureates 1979 - 2006
- Arquitetura e Urbanismo
- Enciclopédia Virtual do Design Brasileiro
- Ganhador do Prêmio Stalin da Paz 1963
- Premio Príncipe de Astúrias de las Artes, 1989, a cta
- Centro de Educação popular e Pesquisas Econômicas e Sociais CEPPES
- Proyecto 3D en Google Earth
Otros enlaces relacionados:
- Presidente Raúl Castro: Al querido amigo Niemeyer
- Oscar Niemeyer, una vida inmortalizada por su obra (+ Fotos)
- El arte revolucionario de Niemeyer en La Habana
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