El bombo de la suerte.
Los niños, Iván Quintero y Andreas López, muestran el número ganador del primer premio del gordo de Navidad, dotado con tres millones de euros por serie.
Sólo hay dos maneras de hacerse rico de la noche a la mañana: o robando, o que te toque un golpe de fortuna. Ambas son harto conocidas en este país. Hoy, todos los medios de comunicación hablan del “Gordo” más alto y de uno de los más bajos en la historia del sorteo. Confieso que ambos me son indiferentes. Y me he saltado, por primera vez, las páginas con los números de la suerte, alegrándome de mi firme decisión de no gastarme ni un céntimo en la lotería.
Y sin embargo, reconozco que no pocos españoles, pese a la crisis y a otras tristes realidades, esperaban con la misma ilusión de siempre el sorteo de Navidad, y seguían emperrados en perseguir a la diosa Fortuna. Por eso, a pesar de la austeridad, del paro, de los recortes salariales, del pesimismo generalizado, la tradición del día 22 continuó encendiendo la ilusión de muchos españoles, que se gastaron unos 3.000 millones de euros en probar suerte y en tentarla. Pero, para una inmensa mayoría, una vez más, pasó de largo, tocando con su varita a unos cuantos afortunados que se encargaron, gracias a los medios de comunicación, de anunciarlo por todo lo alto.
Los medios publican las anécdotas del sorteo del “Gordo” y propagan cómo cambia la vida a los premiados. “La suerte puede ser a veces muy caprichosa” –afirma Anders Kjong, director general de Ventura24, líder europea en gestión de loterías y apuestas estatales por Internet–. Hay situaciones que parecen estar hechas adrede, como es el caso de una jefa de una inmobiliaria que compró boletos para todos los empleados de su empresa y uno distinto para ella, que resultó ser el primer premio”. En Vélez de Benaudalla (Granada), la administración de Lotería número 1 vendió 49 billetes del número 147, el segundo premio. Violeta, responsable de esta administración, explica que la mayoría de los billetes los vendió a la agrupación de Izquierda Unida de la localidad. Que otros los vendió ella misma, en ventanilla. Y que, al tratarse de un número “muy raro”, devolvió parte de los billetes que recibió.
Otras historias divertidas son lanzadas por los promotores de estos premios, como la del sorteo, en 1949, en que un malagueño acudió a una oficina de Correos, tras haber soñado que el premio recaería en el 55.666. “A pesar de los incrédulos, el ‘Gordo’ fue para ese número”. Cuentan igualmente, la historia de dos amigos sevillanos que compraron dos décimos, uno en Madrid y el otro en Sevilla. “Los dos fueron agraciados con el primer y segundo premio”. Y la del extranjero residente en España que ganó el Gordo, pasando de no tener ni un solo euro en su cuenta bancaria a tener 300.000 euros. Loterías del Estado no dejó de hacer anuncios para estimular las ventas del “gordo más gordo del mundo”. Como el del viaje en el tiempo, el retorno a los sueños de infancia, el de la Cenicienta, rompiendo un zapato de cristal para calzarse unas modernas zapatillas o el del descenso a la Tierra de la Diosa Fortuna. Los responsables del organismo subrayan el arraigo y la popularidad del sorteo del 22 de diciembre, con el sistema de bombos y la participación de los niños del colegio de San Ildefonso, seleccionados por su timbre de voz y su pronunciación, quienes, durante unas tres horas, cantaron la suerte. Pero la suerte, una vez más pasó de largo para la inmensa mayoría de los ilusos y sólo se fijó en unos pocos que, esos sí, fueron promocionados y aireados por la prensa como los más agraciados y felices del mundo.