A veces no nos dábamos cuenta de que estaba en el campo. Nos acostumbramos a sus pases, a su visión periférica, a su presencia lejana. Incluso ahora, cuando ya las marcas de los años se reflejan en su rostro, sigue dejando su impronta, sigue demostrando que donde hubo siempre queda, y en sus botas hubo clase para dar y tomar, y nos siguen quedando gotas para deleitarnos algunas semanas mas.
Y sin embargo, su destino parecía estar escrito en italiano. Su padre, Joaquín, se reunió en el hotel Princesa Sofía con Galliani para acordar el traspaso al Milán de aquel chaval de 19 años, al que Pep Guardiola parecía tapar en su proyección.
Más del triple del sueldo, un chalet y lo más importante, ser titular en un equipo de talla mundial. Parecía escrito en las estrellas que Xavi Hernández se iría del Barça, y probablemente hubiera habido mucha gente en la directiva que no hubiera hecho nada por retenerle. Conocida es esa "virtud" de nuestras directivas, ese desprecio a lo propio y ese amor a lo que venía de fuera
Era un chaval bajito, sin demasiada fuerza y en el puesto que ocupaba estaba el gran Guardiola y por detrás apretaban Cesc o Arteta.
La madre de Xavi se negó. Ella sabía de la ilusión de su pequeño por llegar al primer equipo, por triunfar en el club de sus sueños, y ella misma confiaba en que Xavi acabaría logrando triunfar en el estadi, y al igual que su hijo soñaba con que algún día, los 90.000 espectadores puestos en pie despedirían al chaval gritando su nombre.
Y esos sueños de Xavi los alimentaba desde su habitación en "La Masía" esa maravilla de la que tantos jugadores jóvenes han salido, y que sigue despertando envidia entre los que odian tanto a los jóvenes(aunque las jóvenes les sigan gustando) que no soportan que siga dando frutos, entre los que confían en que, castigo a castigo, acabe por convertirse en esteril.
Allí desayunaba yogur, cereales y mermelada con su vaso de Cacaolat mientras disfrutaba de ver a los "mayores" jugando al fútbol, allí le dijeron a Xavi el primer día que el fútbol es maravilloso, allí le permitieron sacar el genio que llevaba dentro, pero le advirtieron: "Aquí está prohibido perder el balón y maltratarlo".
Allí alternaban las lágrimas de los once años por las ausencias de la familia con el orgullo de lucir aquella camiseta, la tristeza de la soledad de tantas tardes de domingo sin fútbol con la ilusión de llegar a ser futbolista del primer equipo, y las despedidas de los que no llegaban a debutar en la élite, los que no tenían el nivel necesario pero que eran ya como hermanos.
Y allí fue creciendo Xavi, "Pelopo" hasta que en la temporada 99-00 una complicada lesión de su ídolo Guardiola le abrió las puertas del primer equipo. Aquella tendinitis no terminaba de curarse, y Pep un día se queda enganchado al intentar correr en un semáforo en la ciudad condal.
Desde entonces, y hasta este sábado, Xavi Hernández ha disputado 750 partidos oficiales con el Barça, algunos de sus etapas más jóvenes para enmarcar, como si jugar al fútbol fuera algo al alcance de todos. Recibe el balón, lo acaricia, lo mima, se da la vuelta y donde no aparece hueco, él encuentra un pasillo, un camino, como si sus ojos pudieran ver el futuro con dos segundos de anticipación.
Aquel gol a Casillas levantando suavemente el balón, aquellos pases imposibles que nos dieron goles, triunfos, títulos. Aquel pase a Torres que nos dio la primera Eurocopa, aquellos maravillosos años de Pep en los que se fraguaron el 2-6 y el 5-0 ante el rival de siempre, el sextete, las 3 Champions......
Nunca necesitó llevar tatuajes, ni pelos de colores, ni cintas ni aros, su sobriedad no era una pose, sino una forma de ser, un estilo en el que la sencillez es el elemento base. Sin ostentaciones fatuas, sin sobreactuaciones de cara a la galería, sin poses de niño rico. Estuvo dos veces en la final del Balón de Oro y en ambas su sonrisa hablaba por él.
7 ligas, 3 Champions, 2 Mundialitos, 2 Copas del Rey, 6 Supercopas de Europa, además de los triunfos con la selección española, el Mundial, los dos Campeonatos de Europa.
Este año todos sabemos(Xavi que es muy inteligente, el primero) que aquellos tiempos no volverán, que "como a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor" pero a Luis Enrique le sigue ayudando saber que en momentos puntuales, el de Terrassa va a estar ahí. Y él, que lo ha ganado todo, que por no irse a Milán ha logrado lo que soñó y mucho más, cuando no juega está en el banquillo, en silencio, animando a los suyos, comiéndose las uñas y deseando que sus compañeros, sus amigos, ganen aunque eso le quite algun minuto de jugar.
Este año, probablemente será el último de nuestro capitán. Y seguramente él es consciente de que ha de ser así. Le duele dejar la que ha sido su casa desde los once años, como le duelen algunas críticas que se le han hecho desde dentro. Las perdonará y se marchará orgulloso, en silencio, igual que llegó.
Yo me pondré de pie cuando se vaya.