Revista Cultura y Ocio
No mires nunca el espejo si no estás seguro de mencionar un nombre. No llenes de embotamiento el aire si no sabes por donde hacer fugar un suspiro. Pálpate con tremendo espanto, como si en la noche promulgaras un nacimiento. Inclina tus esmerados huesos de la creencia hacia cualquier tablero, y, ruega suerte. Afirma tus pasos o detente y pisa lo más hondo que puedas hasta estar seguro de un horizonte Pero no permitas que tus labios mencionen palabras sobre las cosas, no les enseñes a mentir, A producir algarabías como si buscaran, tras su florido arco-iris, a algún dios perdido por la demencia. Recuerda al primer hombre y su inusitado asombro ante lo incorruptible: el tiempo. Recuerda la sombra, dale de vez en cuando algo que roer, algo con que pasar las noches sin tu opaco objeto Y comprende con los ojos bien abiertos que intuir algo es comenzar a degradarlo.
La vida: esa sucesión de levantamientos forzados desde lo tibio del sueño, te empuja, Como si tu carne fuera una cosa para gastar entre la transparencia.
Acomódate bien para el estrujamiento del mundo, Para los cuartos sin salida de la desilusión y el abatimiento.
Cada gesto de la especie que eres concentrará toda su energía en crearte una memoria,
Con los años, actuarás conforme a un péndulo, a la gravedad de ciertos planetas derruidos por la certeza Y más tarde, el peso de tus entrañas, te prodigará un nombre justo para pudrirte sin excusas.
Alguna vez, cuando creas que has logrado planificar con asedio la maquinaria fina de tu propia incertidumbre Te allegará un recuerdo: el eco de una mirada apenas sensitiva, el clamor de no pensar, la felicidad de no darse por enterado de la realidad sino de invadirla, Y entonces, echarás de menos, el haber entregado ese pedazo de alma a los claustros gélidos de la oración y la estatua.
Si corres lo suficiente, podrás morir solo, podrás levantarte en la tiniebla y dudar, podrás matar lo suficiente de lo sagrado para creer, por fin, en algo infinito, Pero por ahora anda quedo, con toda la vergüenza y el desencanto que te sean posibles Y no aprendas a llorar hasta que te brote, la primera lágrima honorable. Sé feliz también, con las pequeñas cosas, con lo que el amor apenas tenga, con lo que puedas querer de él honradamente Y no figures principios a la intimidad o a la caricia Recuerda que amar es un acto de las vísceras que nada tiene que ver con las elecciones o las denotaciones imperativas
Cuando entres a cualquier lugar hollado por la desesperación de la supervivencia Escúpelo o lánzale flechas hasta derribarlo o grita y corre asustado como si de verdad entendieras la gravedad del rayo o el incendio. Todos los días date el perfecto momento para mirar a todas partes como si fueras un náufrago
Y espera. Quizás, con algo de suerte, halles, por fin, una isla deshabitada.