El fracaso de Ciudadanos, un partido demandado por la sociedad española, que lo necesitaba, pero que ha sido incapaz de despegar y crecer, es uno de los más destacados y profundos de un partido político desde la muerte de Franco, más que el de los desintegrados UCD y UPYD. Ciudadanos nació con el viento de la historia en la cola, empujando fuerte. Era la gran esperanza de una sociedad española que, cansada de los partidos tradicionales y de la triste alternancia del PSOE y el PP en el gobierno, quería un partido nuevo, de centro, alejado del marxismo, de la socialdemocracia y de la derecha clasista y oligárquica, una formación auténticamente democrática, ajena a la corrupción, que creyera en España y con planteamientos rompedores y nuevos, sin culpa ni participación alguna en el pasado truculento, mentiroso y corrupto de los partidos que han construido la España actual y su falsa democracia. ---
La sociedad española estaba cansada de ser ninguneada, engañada y expoliada por el PSOE y el PP y no menos harta y frustrada ante los nacionalismos egoístas, insolidarios y disgregadores vasco y catalán, lo que la convertía en un caldo preparado para acoger a Ciudadanos y llevarlo en volandas hacia la Moncloa, pero la torpeza de sus dirigentes, sus indefiniciones, contradicciones y un extraño virus que lo ha hecho envejecer en apenas unos años, han frustrado lo que prometía ser un paseo triunfal hacia el gobierno.
Ciudadanos podría haber sido el contrapunto de Podemos en el centro derecha y haber crecido mucho más que el partido de Pablo Iglesias, que tiene el hándicap de ser comunista en un país que odia las tiranías visibles, aunque soporta con espíritu esclavo las invisibles. Pero, mientras que Podemos sí ha cumplido su misión renovadora, se ha consolidado y amenaza con desbancar al PSOE, el partido líder de la vieja política en la izquierda, Ciudadanos ni siquiera ha logrado hacerle cosquillas al PP, con el que ha terminado aliado, confundiendo así todavía más a su electorado potencial, que lo que quería no era una alianza con la vieja derecha, sino un partido que la sustituyera, apostando más por la democracia, la ética, el liberalismo y el amor a la nación.
El proceso de deterioro de Ciudadanos ha sido una de las evoluciones más tristes y decepcionantes para muchos demócratas, observadores y analistas políticos, todos deseosos de contemplar un día una España limpia y democrática. Errores tan garrafales como sus alianzas con la derecha y la izquierda, sus indefiniciones políticas e ideológicas, sus cambios de vía y, sobre todo su alianza inexplicable con los socialistas en Andalucía, la región más corrupta y atrasada de España, resultan tan inexplicables como lamentables y decepcionantes.
Los españoles que les esperaban para cambiar la sociedad siguen esperando una opción salvadora, pero con el agravante de que, tras la frustración de Ciudadanos, están dispuestos ya a recibir con los brazos abiertos cualquier opción que les garantice un cambio, incluso si tiene algunos perfiles autoritarios.
Es más que evidente que Albert Rivera, líder y estratega de Ciudadanos, ha cometido graves errores y ha sido incapaz tanto de trazar la ruta hacia el éxito como de interpretar los signos y mensajes de la sociedad.
La deuda contraída por Ciudadanos con la democracia española es enorme. Por su culpa, la renovación de la derecha no se ha producido y su fracaso ha propiciado que el PP se mantenga anclado en el pasado, con todas sus corrupciones a flor de piel, negándose a regenerar la política, manteniéndose en el poder porque los españoles no marxistas no tienen otra opción para votar, convirtiendo las elecciones en una procesión de narices tapadas hacia las urnas para evitar la nausea que produce dar el voto a quien convive con la corrupción, se aferra al pasado, incumple sus promesas electorales, se desliza hacia la socialdemocracia, el intervencionismo y cae en la brutalidad de mantener vivo el Estado más grueso e insostenible de Europa, con mas de 450.000 políticos viviendo del presupuesto y una batería agobiante de impuestos que convierten la vida empresarial y privada en un infierno.
Francisco Rubiales