Acabamos de celebrar el 45 aniversario de una Constitución fallida, que ha sido incapaz de asegurar en España la democracia, la Justicia y la concordia, La estamos celebrando rodeados de dramas: desconfianza en el gobierno, inquietud ciudadana ante el futuro, fracaso de las grandes instituciones, pérdida de prestigio de la Monarquía, divorcio entre políticos y ciudadanos, desconfianza de los administrados en sus administradores y un largo etcétera de vergüenzas, frustraciones y retrocesos. La Constitución que tenemos ha hecho posible que canallas y corruptos ocupen los altos cargos del Estado y que hoy se esté demoliendo la unidad, la igualdad y la decencia desde la misma presidencia del gobierno. Esta constitución que tenemos ha permitido que la corrupción española sea de las más brutales del mundo y que miles de políticos se enriquezcan ilegalmente. La Constitución ha sido redactada para otorgar todo el poder a los partidos y marginar al ciudadano, que no pinta nada en el sistema. Su texto está lleno de ambigüedades y carece de claridad suficiente para que las reglas y normas queden claras y no sean interpretables desde la miseria y la bajeza, como está ocurriendo ahora con la amnistía. Con esta Constitución vigente se han indultado a delincuentes, se ha roto la igualdad entre españoles, se reparten fondos clandestinos, se gobierna con opacidad, se gastan los fondos reservados como si fueran la Caja Secreta de Al Capone, se ha condenado a inocentes, se ha politizado el poder judicial y se ha permitido que el Congreso y el Senado, en lugar de ser templos de la palabra y del debate, sean corrales donde los privilegiados defienden a sus respectivos partidos, sin decoro, con chulería y sin verdad. La Constitución que nos hemos dado hace posible que los poderes del Estado estén prostituidos y controlados por el poder Ejecutivo, que los españoles estemos enfrentados unos con otros y que el futuro sea amenazante. Esa Constitución que preside nuestras vidas hace posible que la inseguridad y el miedo domine a los españoles, que el gobierno mienta con impunidad y que las fechorías de los poderosos siempre queden sin castigo. Nuestra Constitución, en manos de miserables, se torna miserable y en lugar de defender al ciudadano lo aplasta y esclaviza. La España de Sánchez, que es un empedernido violador de la Carta Magna, está llena de miedo y carece de confianza en el futuro y de lo que es decisivo en una nación: objetivos y metas comunes. Una Constitución que después de 45 años de vigencia es capaz de sustentar una tiranía como la sanchista, sin que las instituciones defensivas hagan nada por librar al país del depredador, no es una Constitución válida. Es un texto tan devaluado y prostituido, al que le han perdido el respeto los partidos políticos y las instituciones, ni siquiera puede salvarse con una operación a corazón abierto y lo que necesita es un buen entierro para dejar paso a una nueva Ley de Leyes que garantice todo aquello que España no tiene: libertad, democracia, justicia, unidad, decencia, valores, fortaleza, limpieza, verdad y pujanza. España es ya un Estado fallido porque es incapaz de librarse de un gobernante desquiciado que la está conduciendo a la ruina y al fracaso. Con una Constitución respetable, respetada y democrática, Sánchez estaría en la opacidad o en un psiquiátrico, en lugar de estar en la Moncloa, al frente de una gran nación. La locura de Sánchez es la locura de España, una nación que ha dejado de ser grande después de las fechorías recientes de u gobierno, el que está hoy negociando con delincuentes que odian a España, en el extranjero y con incomprensible impunidad, los destinos de nuestra patria. Antes de escribir este artículo he hablado con algunos constitucionalistas y todos coinciden en su planteamiento, pero dos de ellos me han advertido que es mejor no tocar la Constitución actual porque tanto si es reformada como si es sustituida, sus redactores serán los mismos sinvergüenzas y corruptos, de derecha, izquierda o nacionalistas, que nos están llevando al desastre. Francisco Rubiales