“Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros… Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más deprisa, abriremos los brazos, y …Un buen día…
Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.”
Pocas veces he disfrutado tanto de una lectura como lo hice con la de El gran Gatsby. Qué maestro de las letras fue el señor Fitzgerald, y qué locura fueron esos a los que hoy en día conocemos como felices años veinte. Muchas veces, después de haberlo leído, me he visto devuelto a sus páginas, a veces en cotidianos paseos, o viendo párrafos reflejados en ojos ajenos. Se suele distinguir a ciertas novelas, etiquetándolas con el pobre estigma de ‘subgenero’, pero creo que nunca se podrá decir que esta es una simple novela sobre un romance. Es mucho más que eso, como suele pasar con todos los libros que os comentamos en esta sección.
Nick, el fantástico personaje y narrador de la obra, se define en las primeras líneas de esta como alguien que nunca juzga a sus allegados. La novela empieza con esa promesa de sinceridad con la condición humana, que se mantendrá durante toda la obra. Gatsby, el misterioso millonario, salido de la nada, casi irreal a los ojos de Nick, que en alguna ocasión llega a preguntarse ¿Existe realmente ese señor Gatsby? Como muchos pudieron preguntarse, atónitos al ver a la gigante Estados Unidos erigirse en la cima, cómo había llegado hasta allí, saliendo de la nada. Y Daisy, la atormentada mujer que lo que más desea es que su pequeña hija se convierta en una bella y tonta mujer, para que no haya de sufrir el desengaño y hastío propios de una vida de análisis constante.
Hace poco pudimos ver en cines la última adaptación del libro. La verdad es que al ver las astronómicas cifras de presupuesto y el talante del director que la rodó, me sentí pesimista. El gran Gatsby podría tomarse muy a la ligera, sobre todo en el cine, y llegar a ser convertida en el típico bodrio pseudo-romántico. Para mi fue un gran alivio que no fuera así, y de hecho, exceptuando El club de la lucha, creo que nunca he visto una adaptación tan magistral de una novela, y un personaje de papel que se plasmase tan bien en la pantalla como el Gatsby interpretado por Di Caprio. Una verdadera lastima que se la envolviera con esa anacrónica banda sonora, pues con el toque adecuado de jazz casi hubiera parecido que el libro de Fitzgerlad tomaba formas y colores ante nuestros ojos.
Poco más puedo decir sobre este maravilloso libro, que no sea una encarecida recomendación a su lectura. Pues como todas las grandes obras literarias, esta sigue tan vigente hoy en día como lo estuvo el día de su publicación. Solo hay que sentarse y escuchar como el pobre Nick nos cuenta la historia de un verano especial, y tal vez incluso nosotros, en algún momento, lleguemos a ver los ojos de Dios en alguna valla publicitaria, o una mágica luz verde al otro lado de la bahía.
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