Las ideas exploradas algunas semanas atrás acerca de cómo algunos procesos de búsqueda pueden ser relacionados con la semántica de los laberintos ha trepado un escalón más arriba en la interpretación que hace Carlos Marín Pérez sobre El Gran Juego. En esta interpretación, la vida es considerada como un Gran Juego, y vivir es, entonces, dicho por mí y muy brevemente, el acto de ir de un punto a otro dentro de un laberinto cuyos puntos de entrada y salida son los sucesos biológicos del nacimiento y la muerte.
Es tentador pensar en la vida como un juego, no por el aspecto lúdico que conlleva este concepto, sino precisamente por lo contrario: Puesto que se trata de un juego, quizás sea posible hallar una estrategia que nos permita decidir a priori cuál de todos los caminos posibles es el menos trágico. Si la vida es un juego y si ese Gran Juego tiene una estrategia, entonces vivir –aquello de ir desde aquí para allá, o de tal estado emocional a tal otro- no es lo más difícil, sino determinar qué métricas nos permiten saber que una vida es mejor que otra.
Por lo demás, pensar en estrategias supone pensar en para qué: ¿Qué se busca? ¿Cuál es la meta? ¿Hay submetas? A veces los jugadores de El Gran Juego se plantean la submeta de buscar dinero para luego poder adquirir herramientas con las que acortar el camino hacia la meta real, sin embargo, a poco de empezar, por distracción, tentación o mala fe, la herramienta se transforma en meta. Otras veces la coincidencia de metas o submetas entre los jugadores promueve la cooperación, unos se ayudan a otros ya que van en el mismo camino, pero otras veces la coincidencia produce competencia.
Estas diferencias de criterio con las que cada jugador cuantifica y mide las propiedades de sus escenarios antes de dar el siguiente paso, son propias de los laberintos. Ya habíamos dado la mala noticia de que la dificultad para recorrer un laberinto depende, además y sobre todo, del caminante. Cuando está la vida en juego o cuando el final del juego es la muerte, no parece fácil resignarse al hecho matemático de que no existan invariantes, reglas universales, transculturales, que nos permitan determinar con más justeza la diferencia entre tragedia y comedia.
La dificultad con la que un jugador se encuentra al intentar cuantificar la bondad de un camino respecto de otro es enorme. ¿Derecha o izquierda? ¿Confieso o no confieso? ¿Rubia o morocha? ¿Lo llevo o no lo llevo? ¿Dulce o salado?... Las reglas no valen para todos, y tampoco vale la experiencia, porque lo que conviene a unos o lo que convino ayer puede no convenir ahora. Ante la dificultad de encontrar invariantes que definan estrategias generales, el autor de El Gran Juego atomiza la meta de la vida y se refiere a las reglas más o menos conocidas de algunos procesos sucedáneos como la guerra, la seducción o la búsqueda de oportunidades laborales.
Decidir adecuadamente en cada uno de esos escenarios minimalistas puede requerir, incluso, conocer desde el Sun Tzu hasta el Kamasutra, o desde el arte de la guerra hasta el arte del amor.
PROVERBIO JAPONÉS
Un hombre razonablemente enamorado puede actuar como un loco, pero no debería ni puede actuar como un idiota.
DE LA ROCHEFOUCAULD
Un gato grande ve cómo un gatito trataba de agarrarse la cola y le pregunta: ¿Por qué lo haces? Y el gatito dijo: "Porque he aprendido que lo mejor es la felicidad y mi cola es la felicidad" Y el gato grande le respondió: "Yo también sé que mi cola es la felicidad, pero me he dado cuenta que cuando la persigo se me escapa y cuando voy haciendo lo que tengo que hacer ella viene detrás de mí por dondequiera que yo vaya.
CUENTO HINDÚ
Un hombre dueño de sí, con muchos amigos e inteligente, que conoce el carácter y distingue el tiempo y el lugar, conquista sin hacer grandes esfuerzos incluso a la mujer más difícil de conseguir.
KAMASUTRA
Yo, pese a haber introducido el tema de los laberintos ya hace algunas semanas y a sostenerme en la búsqueda de actos heroicos y nobles, debo confesar que me mantengo escéptico respecto del hecho de encontrar una estrategia para jugar el Juego de la vida; de hecho, me ha decepcionado bastante saber que el simple juego de damas ya no tiene secretos tácticos.
Pese al escepticismo y pese a todo, puedo decir, con algún grado de verosimilitud y de certidumbre, que la única invariante que existe es el Amor. Si la vida es un laberinto, entonces el amor es la meta, y la estrategia ganadora es la que propuso John Nash: la solución cooperativa, ganar-ganar.
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John Forbes Nash
Creo que Carlos Martín Pérez no se molestará si en su lugar pongo una foto de John Nash. Es más justo considerado su valioso aporte al Gran Juego de la vida. El profesor John Forbes Nash No recibió el premio Nobel de matemática porque no hay Nobel de matemática, en cambio recibió el Nobel de economía pero, puestos a dar a los héroes su verdadero espacio, yo le hubiese dado el premio Nobel de la paz.