He
de
reconocer
que
Israel Zangwill (1864-1926), el autor británico de origen judío protagonista de la entrada de hoy, era un total desconocido para mí hasta la lectura de
El gran misterio de Bow.
Sus obras gozaron de gran popularidad en su momento-
Children of the Ghetto (Hijos del gueto),
The Melting Pot (El crisol), por ejemplo- y fue uno de las más fervientes colaboradores del recién iniciado en aquel entonces
movimiento sionista. El gran misterio de Bow (
The Big Bow Mystery, título original), publicado por entregas entre 1891 y 1892 sigue siendo hoy en día
un clásico de la novela detectivesca, y considerada la
primera locked room novel, esto es, la primera novela de cuarto cerrado. Como sabemos, esta denominación se da a las novelas de misterio en las que el asesinato se produce en alguna habitación o estancia cerrada por dentro con llave, como ya anticipó
Edgard Allan Poe en su relato
The Murders of the Rue Morgue (
Los asesinatos de la calle Morgue) o
Gaston Leroux en
Le mystère de la chambre jaune (El misterio del cuarto amarillo). Y ese es el escenario
hermético, como decimos, del misterio de esta novela de Zangwill.
Todo se inicia cuando en
una fría mañana de niebla la
señora Drabdump, dueña de la modesta casa de huéspedes en
Glover Street, llama una y otra vez a la puerta de la habitación de uno de sus inquilinos,
Arthur Constant, sin obtener respuesta. Preocupada y llena de agitación decide entonces avisar al
detective Grodman, retirado ya, que vive a un par de casas de la suya. Lo que se encuentran es
una puerta cerrada y atrancada que, al forzarla,
deja al descubierto el cuerpo, que yace boca arriba y sobre la cama, de Arthur Constant. El asesinato, pues queda descartada la muerte natural o el suicidio, deja consternada a la opinión pública. El difunto era
admirado, respetado y muy apreciado por su carácter sencillo, amable y generoso pues, siendo dueño de una gran riqueza, era un
filántropo y benefactor de la causa de la clase trabajadora, a la que ayudaba desde distintas organizaciones y con iniciativas diversas.
El otro inquilino de la señora Drabdump,
Tom Mortlake, trabajador,
líder de mil huelgas y amigo de la víctima
aparece como sospechoso. La
desaparición de su prometida, a la que algunos vinculan de algún modo con el fallecido, complica, si cabe, más las cosas para él. Pero lo difícil será probar su culpabilidad pues parece tener coartada para el momento del asesinato.
Los dos detectives involucrados en la investigación- el ya mencionado
Grodman y su sustituto en Scotland Yard, el
inspector Wimp- tienen
puntos de vistas bien distintas en cuanto a la implicación de Mortlake. Además de dispares opiniones, los dos investigadores se detestan
amablemente. En el desarrollo y ambientación de la historia tienen cabida
la clase trabajadora- la lucha de clases llevada incluso a la trama policial: víctima de clase alta/sospechoso de origen humilde-
la prensa y su influencia,
los políticos-
Gladstone aparece de hecho como personaje- e incluso
la intelectualidad, personificada en un humilde poeta, algo libertino, pobre de solemnidad y con un secreto que le interesa guardar a buen recaudo.
El gran misterio de Bow, que nos acerca en castellano
Editorial Ardicia, es una propuesta más que recomendable,
una buena lectura, con su
dosis de intriga, interesantes personajes, ambientación particularmente atractiva, trama detectivesca bien hilada que muestra de fondo la
preocupación del autor por asuntos sociales y políticos del momento
, humor irónico y sarcástico,
sorpresivo final- una solución
"de las más brillantes al juego del cuento policial" en palabras de
Borges-, ..., ingredientes todos ellos que hacen de la novela una lectura inteligente, original y muy amena. Zangwill nos la juega en este
cuarto cerrado. ¡
Chapeau por él!
"Un amanacer memorable de principios de diciembre, Londres despertó en mitad de una helada niebla gris.(...) Desde Bow hasta Hammersmith se arrastraba un vapor bajo y pagado, como el fantasma de un suicida pobretón que hubiera heredado una fortuna inmediatamente después del acto fatal. Los barómetros y termómetros compartían simpáticamente su depresión, y su ánimo, si es que les quedaba alguno, estaba por los suelos. El frío cortaba como un cuchillo de muchas hojas."