Muchos ciudadanos, estudiosos, observadores y analistas políticos no consiguen explicarse por qué extraña razón el PP no avanza en intención de voto a pesar de tener enfrente a un Zapatero noqueado y rechazado por su pueblo, al que ha llevado hasta el desempleo masivo, la ruina y la desesperación. El fracaso de Zapatero es tan profundo y tan potente el grito que pide su dimisión que lo lógico sería que en estos momento Zapatero y el PSOE estuvieran hundidos y que el PP, principal partido de la oposición, tuviera una ventaja abrumadora en las encuestas, de más de 20 puntos de diferencia, pero, en lugar de eso, la ventaja de Rajoy es escasa y Zapatero, misteriosa e inexplicablemente, sigue políticamente vivo y, según algunos, hasta con posibilidades todavía de dar una sorpresa y de ganar las próximas elecciones.
Aunque en apariencia se trata de un misterio inexplicable, el estancamiento del PP frente al peor gobernante de España en los últimos siglos es lógico y responde a reglas sociológicas claras y científicas.
La ciudadanía no percibe que el PP sea demasiado diferente del PSOE y son muchos los que creen que el PSOE y el PP son dos partidos muy parecidos, casi gemelos, nacidos no para servir al ciudadano sino para ocupar los espacios que cedió el Franquismo al morir el dictador, lo que genera una inmensa frustración ante la posible alternancia. En consecuencia, buena parte de la enorme sangría de votos que está sufriendo el PSOE por el mal gobierno de Zapatero no la recoge el PP sino que esos votos van a otros partidos pequeños y, sobre todo, a la abstención y a la creciente marea de votos en blanco, asumidos como castigo no sólo al PSOE y a Zapatero, sino también a la oposición, acobardada, decepcionante e incapaz de ofrecer ilusión y esperanza.
Ambos partidos (PSOE y PP) y uno y otro líder (Zapatero y Rajoy) son hijos de la corrupción del sistema y partidarios acérrimos no de la democracia sino de la partitocracia. Como consecuencia de esa militancia de ambas opciones políticas en la antidemocracia, ninguno de ellos puede satisfacer las esperanzas y anhelos del ciudadano español actual, convencido de que la mayoría de sus problemas no provienen solo de que Zapatero sea un pésimo gobernante o de que el PSOE haya abrazado el poder y el privilegio como únicas ideologías, sino de que el sistema vigente en España es una partitocracia corrupta, urgentemente necesitada de transfusiones masivas de democracia y decencia.
Los Rajoy, los Arenas, las Aguirres, las Cospedal, las Sorayas y demás fauna partitocrática del PP saben que la única manera de sepultar a Zapatero bajo la losa del olvido que se merece y de ganar las próximas elecciones arrasando es prometiendo a los ciudadanos una "Regeneración" profunda del sistema y de la política española.
El problema es que no se atreven a pronunciar esa palabra mágica porque el Partido Popular, al igual que el PSOE, no es un partido democrático sino una estructura de poder basada en el control del Estado y en el dominio y marginación de la ciudadanía, justo lo contrario de lo que es la democracia.
Prometer regeneración, que es lo único que devolvería a la ciudadanía española la esperanza perdida, la fe en sus líderes políticos y la confianza en el futuro, significa, nada menos, que reformar la Ley Electoral y la Constitución para garantizar que España sea una democracia, eliminar las listas electorales cerradas y bloqueadas, castigar ejemplarmente a los corruptos, limitar los mandatos presidenciales y los de los altos cargos, eliminar gran parte de los asquerosos privilegios acumulados por la "casta" política en los últimos años, restablecer al ciudadano en el lugar que le corresponde, como soberano del sistema, respetar escrupulosamente la separación de los poderes, permitir que el Congreso sea un templo de la libertad y de la palabra, no la actual jaula de esclavos, someterse al imperio de la ley, dejando de aplicarla según convenga al poder, devolver a la sociedad civil su independencia, permitiéndole ejercer como contrapeso del poder político, restablecer la libertad de prensa y la libertad de información, castradas por los actuales partidos políticos, y realizar esfuerzos enormes para restaurar en la sociedad española los valores y principios que les han arrebatado, de manera mezquina y vil, los políticos: la verdad, la honradez, la libertad, la igualdad, la seguridad, la solidaridad, el apoyo mutuo, la paz, la unidad, el amor a la patria común, el respeto, el esfuerzo, la calidad en la educación y otros muchos, todos ellos masacrados por una casta política que, consciente de que es más fácil gobernar a un rebaño domesticado que a una sociedad de hombres y mujeres libres, se ha dedicado a impulsar la división, el enfrentamiento, el fanatismo, la incultura y la bajeza, en todas sus modalidades.
Pero seamos realistas, dejemos de soñar y abandonemos toda ilusión porque pedir al PSOE o al PP que abracen la "Regeneración" es tan difícil como pedir a las serpientes que caminen alzadas o a los escorpiones que dejen de clavar su aguijón. La solución de España solo puede venir de los ciudadanos decentes, no de partidos degenerados.