Tengo muy reciente aun la visita a Pau con ocasión del hermanamiento del Taller del que soy miembro y uno de los que radica en aquella ciudad pirenaica, la Logia Febus. De entre los muchos recuerdos que guardo de esos días del último abril, encuentro en mi memoria la visita a lo que los masones denominamos comunmente "Templo", esto es, el lugar en el que se celebran las reuniones de trabajo, o lo que es lo mismo, nuestras "tenidas". En junio del año 2004 tuve ocasión de asistir a uno de los congresos regionales que celebran las Logias del GODF ubicadas en una demarcación administrativa que abarca parte del sur de Francia y nuestro país. Conocí por tanto el Templo de la rue Lapouble en dos etapas diferentes: antes y después de una profunda renovación. Tras la reforma, acometida creo recordar quen el año 2010, las diferentes logias que se reunían periódicamente en el que ya es uno más de los edificios históricos de Pau, organizaron unas jornadas que fueron todo un éxito, y en las que desarrollaron un esfuerzo comunicador extraordinario. Además de la sucesión de conferencias que abrieron en cierto modo las aparentemente cerradas puertas de la institución masónica al público en general, hicieron posible la visita guiada a sus instalaciones asombrando de paso a quienes contemplaban el artístico juego de luces y sonido que acababan de instalar. Me lo contaba un buen amigo: "Había cola en la calle para poder entrar".
En alguna ocasión he hecho referencia en Memoria Masónica a los actos de exteriorización y a la importancia de éstos en sus diversas modalidades (participación en acciones públicas organizadas por terceros, elaboración y comunicación pública de discurso propio, o ajeno pero coincidente en objetivos con el elaborado internamente). Así, son muchos los talleres del Gran Oriente ubicados en España (y afortunadamente no son los únicos) que de un modo u otro salen a la calle o dejan que la calle cruce una barrera que a veces se considera infranqueable, no haciendo de los lugares de reunión ni de lo que de ellos emana algo absurdamente inacesible. Se trata sencillamente de facilitar, en un dominio en el que la distorsión se encuentra particularmente cómoda, un mejor conocimiento recíproco: El nuestro respecto a la ciudadanía y sociedad. El de la ciudadanía y sociedad respecto a lo que hacemos y a nosotros mismos, piezas integrantes de la Francmasonería.
Siguiendo esa estela y reapareciendo en mi mente el recuerdo de las puertas abiertas de los talleres de Pau, ayer se hacía público un acontecimiento relevante del que quiero que también este blog sea partícipe, al menos en lo que a la comunicación y promoción del acto se refiere: La Logia Blasco Ibáñez, aquella que trajera por segunda vez a España al Gran Oriente de Francia al morir la década de los noventa, organiza una serie de actividades durante los días 24 y 25 de febrero próximos, que contribuyen una vez más a vencer esa cerrazón impulsada por el desconocimiento que todavía rodea a la Francmasonería.
El 24 de febrero los compañeros de Blasco Ibáñez proyectarán en el Club de Prensa del Diario Levante una representación de la conocídisima obra de Mozart "La flauta mágica", todo ello con el ánimo de abordar las claves masónicas que contiene la ópera. Al día siguiente tratarán, en una Tenida Blanca, una cuestión de interés: Cómo es de hecho, cómo ha de ser la masonería del siglo XXI.
Reproduzco en esta nota los dos carteles editados por la Respetable Logia Blasco Ibáñez para la ocasión, dejando además un enlace directo al programa de actividades elaborado para que los lectores que lo deseen puedan consultarlo en la página web del taller valenciano.
Desde aquí mi felicitación y los mejores deseos de éxito para esta iniciativa. También, en un lugar destacado, el agradecimiento por el trabajo hecho.
Et si omnes, ego non.