El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, heredero del "imperio" socialista andaluz tras haber sido nombrado "a dedo" por Manuel Chaves, sin que ningún voto ciudadano le haya elegido, es un hombre aparentemente moderado y tranquilo, pero, aunque parezca increíble, esconde el gran "sueño" de alzarse como el gran líder del socialismo español. Y piensa lograrlo entre noviembre de 2011 y marzo del 2012, cuando el PSOE pierda las elecciones generales y él se convierta en el dirigente socialista con más poder real, como presidente de Andalucía.
Muchos creen que Griñán se niega a convocar las elecciones andaluzas el 20 de noviembre porque teme el inmenso castigo que los españoles preparan a los socialistas, como pago por los enormes estragos causados por Zapatero y su gobierno, del que Rubalcaba ha sido un miembro destacado y corresponsable de muchos daños y errores, pero la auténtica razón es porque cuando el socialismo quede derrotado y postrado en la cuneta, el 20 de noviembre, él será el único dirigente del partido con un poder territorial destacado, líder, durante cinco meses, de una Andalucía que representa la quinta parte del territorio y de la población de España.
Durante esos cinco meses, hasta que las urnas andaluzas se abran en marzo de 2012, Andalucía se convertirá en la tierra prometida del socialismo español, en la reserva del PSOE y en el único espacio donde los derrotados socialistas podrán encontrar refugio. Griñán estará entonces en condiciones óptimas para hacer favores y cobrarlos. Con un poco de suerte, podría alcanzar su sueño de liderar al PSOE, aunque en esos momentos sea un partido desquiciado y maltrecho por la derrota y el fracaso.
No es más que un teoría que no puede comprobarse, pero nos la ha contado un viejo socialista que tuvo opciones reales de ser el número uno del socialismo andaluz, pero que, como muchos otros, perdió, víctima de las cainitas y despiadadas luchas internas por el reparto del poder y de los privilegios.
José Antonio Griñán arrastra el estigma de no haber sido elegido por los votos del pueblo, pero ha demostrado ser endiabladamente hábil y osado al haberse hecho dueño del socialismo andaluz, a pesar de que en los planes de Manuel Chaves, quien lo designó como sucesor, debía haber sido un monigote de paja, débil y manajable. Pero, en contra de las previsiones, quien está desprestigiado y débil es el propio Manuel Cháves, acompañado por su fiel escudero Gaspar Zarrías, a los que le han estallado escándalos demoledores que les marcan como presuntos corruptos y que cuestionan su poder en Andalucía, en teoría invencible.
El "suave" Griñán ha desplazado sin misericordia a la vieja guardia del socialismo andaluz, no sólo a los hombres de Chaves sino a clanes que parecían intocables en Cádiz, Almería y otras provincias, reemplazando a los dinosaurios socialistas, torpes y lentos después de tantos privilegios y años de poder, por una legión de jóvenes ambiciosos y quizás inexpertos y toscos, pero que le son fieles y que están cargados de ambición.
Al igual que hizo Publio Cornelio Escipión en la España cartaginesa, que con sólo dos legiones escuálidas derrotó a todos los ejercitos cartagineses, Griñán ha ido derrotando, uno tras otro, a las legiones de Chaves y de Gaspar Zarrias, sin hacer demasiado ruido, pero con letal precisión. Ahora, después del 20 de noviembre, cuando el PSOE sea barrido y el mapa socialista se tiña de los cadáveres generados por el nefasto "Zapaterismo", Griñán, como Escipión, librará la batalla definitiva, que para el general romano resultó victoriosa, en Zama, pero que para Griñán se librará en Madrid y su resultado es todavía incierto.