El Santo Grial como objeto suele describirse como un cáliz. Se le asignaba la utilidad de haber sido el recipiente en el que José de Arimatea había recogido la sangre de Jesucristo en la cruz. Según otra versión era la copa en la que bebió Jesús en la última cena con sus apóstoles. Pero también hay interpretaciones que lo identifican con la lanza con la que Longinos atravesó el costado del crucificado. Incluso en algunos casos se le asocia con un plato o también con el Arca de la Alianza.
La primera referencia escrita del Grial aparece en la novela de Cretien de Troyes en 1180, pero esta posiblemente reflejaba tradiciones orales anteriores en muchos casos provenientes del paganismo y las tradiciones celtas. El mito tuvo continuidad en las obras de Robert de Boron y Wolfgang von Eisenbach, ademas de algunos autores anónimos.
La obra de C. Troyes se inscribe dentro de la tradición de novelas artúricas y como sabemos el reinado mítico de Arturo señala la transición del paganismo celta al establecimiento del cristianismo en Gran Bretaña. En ese reinado convivían los habitantes de la isla de Avalón cuya suma sacerdotisa era la Dama del Lago y su principal representante en la corte, Merlín, junto con el clero de Glanstonbury .
En la tradición celta existen numerosas leyendas sobre ollas, calderos y cuernos de la abundancia que podrían asimilarse con algunas de las características simbólicas del Grial.
Me pararé en especial en el caldero de la diosa Cerridwen en el que ella preparaba una poción que dotaba de inteligencia sin límites y que, incluso, podría asimilarse al elixir de la vida, cosa que en algunas creencias también se asociaba con el liquido que se pusiera dentro del Grial. Este símbolo tiene una fuerte connotación sexual como receptáculo donde se albergaría toda la potencia nutricia de la madre Naturaleza y de la capacidad creadora de la diosa Cerridwen. Es decir, tiene una clara relación con la polaridad femenina y sus capacidades engendradoras.
El mito del Grial se establece a partir del relato mencionado en el que un muchacho llamado Parsifal emprende una serie de aventuras, que empiezan al abandonar el castillo de su madre, es decir, un mundo en el que lo femenino tiene un papel importante para él y dirigirse hacia la corte del rey Arturo. Fascinado por las armas y el mundo caballeresco consigue ser investido caballero. Su gesta le lleva a un encuentro con una doncella de la que se enamora, llamada Blancaflor y a la que presta su ayuda. Posteriormente llega a la cima de una montaña en la que no hay aparentemente nada, pero en la que él consigue visualizar el castillo del Rey Pescador. Este personaje adolece de una herida en sus genitales por la que agoniza y con él todo su reino. Durante su estancia en el castillo presencia un cortejo del que forman parte el grial y la lanza ensangrentada. Esto es una especie de revelación que le fascina hasta el punto de no realizar ninguna pregunta al respecto. Esta oportunidad perdida le lleva a emprender la “Queste del Grial” que consistirá en buscar las preguntas necesarias para revelar el enigma.
Sin embargo, el caballero que encontrará el grial será Galaad, otro de los caballeros de Arturo cuya característica más distintiva será su pureza, su celibato.
Parsifal, por su parte, también encontrará la solución al enigma y al saber la pregunta necesaria de la “Demanda” devolverá la vida y la salud a Anfortas y todo su reino.
Sobre la naturaleza simbólica de todos estos factores hay numerosos libros y eruditos estudios, mi exégesis pretende ser tan sólo una meditación individual y la validez de su mensaje no es más que una aportación al numeroso caudal en el que se inscribe.
Para mi es interesante que se considere casi por igual al grial como cáliz o como lanza. Uno es un símbolo claramente femenino y el otro masculino. Esto es así, porque dependiendo de quien realice esta “queste” como camino iniciático, podrá usar o necesitar primordialmente uno u otro símbolo.
Existe una creencia en las doctrinas esotéricas acerca de que el ser humano primordial el Adan Cadmón era un ser hermafrodita y como tal, un ser completo. Sobre el desdoblamiento de éste en sus polaridades de hombre y mujer hay dos posibles lecturas, una en la que se espera encontrar esta unidad o completitud a través del amor entre polaridades opuestas y otra en la que se considera que una de esas polaridades presente en cada ser humano se atrofió en aras de su racionalismo como ser por encima de la animalidad, pero que la búsqueda espiritual le devuelve el contacto con su faceta oculta permitiéndole llegar a ser de nuevo un ser completo, integrando ambas polaridades en la misma persona.
Así una mujer necesitaría como herramienta una lanza para entrar en contacto con su animus masculina y un hombre un cáliz para reencontrar las facetas femeninas presentes en su subconsciente. De ahí que la “queste” sea llevada a cabo tanto por caballeros célibes como por los que encuentran amor como parte de sus aventuras. Hay que señalar que el amor caballeresco propio de estos relatos tiene un fuerte componente místico y espiritual. El abrumador peso del patriarcado en esa época, no permitió descripciones de las aventuras de damas en esa búsqueda y en la nuestra seguimos sin que ese sea un sendero muy transitado y mucho menos descrito.
La sabiduría que otorga el conocimiento de la polaridad contraria es la que hace que Parsifal después de conocer el amor de Blancaflor, sea capaz de ver el castillo del rey Pescador. En otro de los episodios, duda entre seguir la búsqueda del Grial o volver a buscar a su esposa y un ermitaño le dice que ambas opciones son la misma cosa.
Por otra parte, la obtención del Grial por parte de caballeros célibes como Galaad o Boores, puede afirmar la otra acepción de que la integración de lo masculino y lo femenino en una esfera meramente psicológica sea la que otorgue una revelación de sagrados secretos.
Así pues, uno de los más poderosos símbolos de la mística medieval aúna creencias tanto cristianas como paganas, ya que estas últimas también preconizan la presencia de dos polaridades, masculina y femenina, capaces de realizar un hierosgamus, una unión sagrada que permite la visión del mundo espiritual.
Esto no gustó demasiado a la Iglesia católica que intentó encasillar este símbolo en su acepción de mero vaso presente en la última cena despojándolo de sus otras referencias.
Sin embargo, otras ramas del misticismo cristiano como los templarios o los cátaros le dieron gran importancia debido a que estas eran búsquedas espirituales que se llevaban a cabo de forma directa sin la intermediación del clero. Esta, puede que fuera la máxima traba que encontraba la Iglesia para aceptar estas otras interpretaciones, ya que suponía cuestionar su papel. Pero esa es siempre la diferencia entre las religiones establecidas y las ramas esotéricas que se desarrollan dentro de sus ámbitos, que estas últimas suprimen a los intermediarios entre el individuo y la divinidad.
El grial como cáliz tiene un amplio abanico de localizaciones. En España se ha creído que estaba en Cuenca, donde es el símbolo de la ciudad, en la catedral de Sevilla, en la de Valencia, en Montserrat, a donde se desplazó Himmler durante el Tercer Reich para localizarlo, en el Cebreiro como uno de los hallazgos del Camino de Santiago, en las minas de oro de la región de las Médulas en León donde se cree que lo escondieron los templarios….., y posiblemente me esté olvidando de algún sitio en el que, sin duda, defenderán que el suyo es el único auténtico. Mencionaré tan sólo una de las localizaciones fuera de nuestro país: la abadía de Glanstonbury, por supuesto. Donde se afirma además que está la tumba de Arturo. Pero a mi gusto todo esto es banal, el grial sólo podemos encontrarlo en nuestro interior y para ello nuestra “demanda” consistirá siempre en encontrar las preguntas adecuadas que nos permitan aproximarnos a la verdad. Las que nos permitan encontrar el sentido a nuestra vida, las que nos acerquen a la perfección.
Recordemos que la representación esquemática de un cáliz es un triángulo invertido, que lo convierte en un receptáculo de claras resonancias femeninas, mientras que el símbolo equivalente masculino sería el triángulo erecto. La conjunción de ambos forma el sello de Salomón que en las doctrinas esotéricas se identifica con la divinidad. Es decir, la reconciliación de nuestras polaridades nos hará semejantes a los dioses en su sabiduría y su poder.
Crisol.·.