Charles Dickens.
El guardavía y otros cuentos de miedo. Traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez. Alianza Editorial. El libro de bolsillo. Madrid, 2016.Con una nueva y muy cuidada traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez, Alianza Editorialpublica en El libro de bolsillo El guardavía y otros cuentos de miedo, de Charles Dickens, un clásico del terror comedido y del misterio controlado.En estos dieciocho relatos de miedo y de fantasmas, de apariciones y sueños premonitorios, el misterio, lo macabro o lo sobrenatural se convierten en el material en que Dickens proyectó su talento para el relato corto, su capacidad imaginativa, su tono cercano, la propensión al guiño cómplice o a la sonrisa burlona tan característicos de su mundo narrativo.La mayoría de estos relatos de desapariciones y mensajes desde el más allá, de niños inquietantes y caserones aterradores, de fantasmas de muchachas muertas que regresan en busca de venganza o con talante admonitorio los escribió para su revista All the year around. En algunos de ellos, como La casa encantada, El capitán Asesino y el pacto con el diablo o el que da título al volumen, está el mejor Dickens, el narrador eficaz que maneja con solvencia la fuerza persuasiva del relato en primera persona para hacer verosímil la irrupción de lo extraordinario en lo cotidiano, la indefinición de límites entre lo soñado y lo real.Pero hay en casi todos estos cuentos, que tienen más de divertidos que de sobrecogedores, una dosis de ironía y de humor negro que raya en la parodia del género.Alejado con la distancia de su mirada irónica de los excesos efectistas del horror gótico, Dickens crea un tipo de fantasma posromántico, victoriano y bien educado, que funciona como el eslabón imprescindible hacia el terror psicológico de las historias fantasmales de Henry James.La estupenda traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez ha conseguido poner en español ese tono cómplice y cercano de un Dickens que aprovecha con soltura los rasgos de la narración oral. No conviene perder de vista que estos textos, como la mayor parte de su literatura, estaban pensados menos para una lectura solitaria que para la lectura en voz alta ante un auditorio más o menos doméstico.
Santos Domínguez