Edición: Alianza, 2018 (trad. Carmen Criado)Páginas: 264ISBN: 9788491049418 Precio: 16,00 €
Querido Holden Caulfield:Te he conocido hace poco. Había oído hablar mucho de ti, encontraba referencias aquí y allá (en la historia de la literatura reciente eres aún más popular que tu compañero de habitación en el internado), pero he tardado en leerte. Tanto, que me daba vergüenza admitirlo. Porque el tuyo no es un ladrillo ruso de los que infunden respeto, sino un libro no muy extenso que aparece en las recomendaciones de lectura para jóvenes. «Libros para leer antes de los 25 años», y cosas así. Bien, he llegado tarde una vez más. Llego tarde a muchas situaciones. Y, ¿sabes?, creo que ha sido mejor de esta manera. Si te hubiera conocido cuando tenía tu edad, tus tiernos y contradictorios dieciséis años, nos habríamos caído mal, estoy segura. No estaba yo para (más) adolescentes rebeldes. Entonces leía…, qué más da. Otro tipo de historias. Ahora, sin embargo, te entiendo, te entiendo mejor de lo que te habría entendido antes.Sobre tu creador y las circunstancias de tu nacimiento no voy a extenderme. Es más que sabido que J. D. Salinger (Nueva York, 1919 – Nuevo Hampshire, 2010) tuvo un gran éxito contigo, su primera novela, publicó tres libros más en apenas una década y después se retiró de la exposición mediática. Los ejemplares de El guardián entre el centeno (1951) carecen de cualquier tipo de comentario: «Por expreso deseo del autor, no está permitido que la editorial aporte en su material promocional ningún tipo de texto adicional, información biográfica, cita o reseña relacionados con esta obra». Salinger tiene la consideración de autor «de culto», acompañada de un aire de misterio, de fama de rarito. Hace poco han estrenado una película sobre su vida (supongo que por eso os han reeditado, a ti y a los demás). Yo me quedo con su decisión de apartarse del ruido y dejar que su obra hable por sí sola. La buena literatura no necesita más. (Seguro que Elena Ferrante lo comprende.)Hablemos de ti, estimado Holden, porque examinar El guardián entre el centeno es ante todo hablar de ti. Hay protagonistas que lo absorben todo, y tú, desde luego, no te caracterizas por tu discreción. Un chico expulsado de varios colegios, que no sabe lo que quiere, que se escapa del internado para vagar por Nueva York a escondidas de sus padres. Un chico que fuma, bebe y disfruta de la noche neoyorquina (o lo intentas, al menos: la torpeza forma parte de tu encanto), que expresa sin tapujos sus opiniones (¡sus críticas!) sobre la religión y la sociedad, y desafía la autoridad de lo políticamente correcto como solo un adolescente sabe. No eres ni el estudiante modélico ni el joven carismático de la clase, no rompes corazones ni haces acrobacias. No importa: prefiero los antihéroes como tú. Sobre todo cuando son tan divertidos. Sí, chico, tienes mucha gracia, con esa voz juvenil de verdad (y no una voz-de-adulto-que-recuerda), tus giros coloquiales, tu frescura de chaval enfadado con el mundo. Tienes esa rara virtud de plantear asuntos serios con humor y una aparente ligereza. Te hace único.He dicho «asuntos serios». Me temo que no te gustaría esta expresión. Tú evitas los dramas desde la primera página, no quieres convertirte en un arquetipo de Dickens. Quédate tranquilo: no eres un pobre Oliver Twist que se cruza con quien no debe y al que tienen que salvar la vida. Podrías ser un «pobre Holden Caulfield», pero de lo demás, lo de meterte en líos y salir de ellos, te encargas tú solo. Te haces a ti mismo sin darte cuenta. Evitas las penas, decía, aunque no las reprimes. No puedes. En tu narración, en tu desparpajo, se asoman tus heridas. No quieres mostrarlas, pero salen como el agua convertida en hielo que rompe la botella. La pérdida de tu hermano. El cariño hacia tu hermana pequeña, que te adora y te desarma. Se intuye el origen de tu descontrol, de tu incapacidad para mantener la disciplina que se espera de ti. El momento en que tu mundo se rompió. Como si tener dieciséis años no fuera suficiente.Tonto no eres, desde luego. Suspendes, te echan de los centros, pero tu cabeza no para. Las lecturas: te gusta leer, escribes de lujo, ¡si hasta tienes un hermano escritor! Los profesores con los que conversas a lo largo de tu aventura son conscientes de tu potencial, también lo somos los lectores. Eres un diamante en bruto. Tal vez todos los jóvenes lo sean, y tan solo se necesite prestarles atención para darse cuenta. Tu mente despierta, esa que escandalizó a muchos, resulta fascinante. A propósito, leerte en el siglo XXI no causa tanto alboroto como entonces. No impresiona que un muchacho denuncie la hipocresía social y tenga sus devaneos. Creaste escuela, y hemos visto a muchos como tú en el cine y la literatura. Lo que no ha perdido un ápice de capacidad para sorprender es tu tono, tu ingenio. De hecho, en la actualidad, con esa tendencia a una narrativa cada vez más intelectual, cuesta hallar este estilo hablado, tan cercano, tan de tú a tú. Tan vivo. Sigues muy vivo, Holden Caulfield.
J. D. Salinger
En los tests literarios suele formularse esta pregunta: «¿A qué personaje ficticio te gustaría conocer en persona?». Yo nunca he sabido qué responder. Tengo una larga lista de personajes que me entusiasmaron por diferentes motivos, pero esto no significa que quisiera irme con ellos a tomar un café. Hay perfiles que están muy bien en sus historias, no hace falta sacarlos de ahí. A ti, sin embargo, no me importaría tenerte delante. No me he enamorado de ti, tampoco te quiero como hijo adoptivo. Tan solo me gustaría charlar contigo. Te invitaría a una copa y te diría: «Holden, háblame de la vida, de lo que piensas tú de la vida». Te dejaría hablar, escucharía tus divagaciones, con sus ramificaciones inesperadas (creo, al igual que tú, que es maravilloso soltarse hasta dar con aquello que te emociona, salirse del tema, no ceñirse a las normas). No hace falta más. Cuando un personaje brilla por sí mismo, no hace falta más. Me gustaría ver la realidad con tu mirada limpia, esa sabiduría por domesticar del adolescente inquieto.Eso es lo que quería decirte, Holden. Hasta la próxima.