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El guía del cementerio

Publicado el 09 agosto 2012 por Angeles
(Segunda parte)
Una tarde, aunque ya oscurecía, alcanzó a ver la silueta de un hombre que estaba junto a uno de los caminos, sin moverse, como quien espera... Y Mouchet, no podía ser de otra forma, se dirigió solícito a él:
El guía del cementerio-Señor, ¿puedo ayudarle? ¿Se ha desorientado?-Desde luego que sí, buen hombre, desde luego que sí.-Bueno, dígame…-Pues que he salido a dar un paseo y ahora no sé volver.-Ah, pues yo lo acompaño a la salida. En realidad estamos cerca de una de ellas.-No, la salida no, yo no quiero salir.Mientras hablaban, Mouchet tenía la sensación de que aquel hombre le resultaba familiar. Entornó los ojos en un intento de verlo mejor y entonces una idea cruzó por su cabeza. Le pareció una locura, pero casi sin querer, preguntó:-¿Monsieur… monsieur Balzac? -Sí señor, ese soy yo. ¿Nos conocemos, quizás?Y Mouchet, tembloroso y emocionado, contestó:-Yo a usted sí.Entonces el hombre llamado Balzac le tendió la mano:-¿Y a quien tengo el gusto de saludar?-Me llamo Mouchet, -respondió el guía como si estuviera a punto de perder la conciencia.-Pues bien, amigo Mouchet, a ver si puede indicarme el camino hasta mi morada, que empieza a refrescar.-Sí, sí señor, vamos por aquí…
Mouchet echó a andar junto a Balzac sin saber muy bien qué estaba pasando, pero a pesar de su aturdimiento supo dirigirse al lugar requerido. Cuando todavía estaban a bastante distancia, el señor Balzac dijo:-Ah, creo que ya puedo seguir yo solo. Es por allí, ¿verdad? -Efectivamente, señor, allí, –dijo Mouchet señalando a lo lejos. Y para su propia sorpresa añadió: -Junto al sicómoro, aquel árbol de flores amarillas, ¿lo ve? -Bien, bien, -dijo Balzac con una sonrisa de satisfacción-. Entonces, querido Mouchet, aquí nos despedimos. Le quedo muy agradecido. -No hay de qué, monsieur, ha sido un placer.Balzac continuó su camino y Mouchet, atónito, lo siguió con la mirada hasta que desapareció entre las sombras.

El guía del cementerio se quedó allí un rato más, con el paraguas en la mano y el asombro en el rostro. No podía creer lo que había pasado, e incluso pensó que soñaba.
Pero entonces empezó a comprender lo que cuarenta años atrás, en su primer día de trabajo, le dijo el guía que se jubilaba entonces: -Espero que, si algún día lo necesitas, tengas la suerte de encontrarte con alguno de ellos. Será una experiencia maravillosa, aunque quizás en el primer momento, a causa del pasmo, no te des cuenta de lo que ocurre.


Y así fue cómo Mouchet, el diligente y servicial Mouchet, fue recompensado por  su perpetuo amor al cementerio y a sus residentes. Y fue así cómo a partir de entonces lo vio todo con ojos nuevos.
El guía del cementerio


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