Hace tiempo me tocó coordinar un taller de escritura de guión al que llamé “Guiones en Cautiverio“. Para no caer en lugares comunes de la didáctica de este tipo de material, decidí encararlo desde la óptica del subgénero. Es decir, utilicé como disparador la propuesta de un subgénero creado por el mismo alumno que lo condicionara para darle un cauce bien delineado a su creatividad.
Y ese es uno de los factores clave en el proceso creativo, el elemento limitante. El síndrome de la hoja en blanco no es chiste, es el fantasma más temido del escritor, ya sea de ficciones, crónicas o guiones. Entonces, siendo conscientes de eso, solo queda encontrar el método para superarlo. En este caso, al pensar en una nueva forma de escribir guiones de acuerdo a los tiempos que corren, me centré en analizar si, en efecto, hay alguna diferencia entre los contenidos que se pueden hallar en plataformas de streaming digital como Netflix, HBO, Amazon o Hulu y lo que se ve en cine o en televisión tradicional. La realidad es que como existe tanta variedad de formatos (largometrajes, series, documentales, musicales, stand-up, realities, etc) se hace difícil encontrar un patrón.
¿Lo habrá?
Si existe, la mejor forma de encontrarlo es diferenciar al espectador. ¿Quién va al cine cada semana o con frecuencia y quién prefiere quedarse viendo Netflix o haciendo zapping? ¿Quién hace las dos cosas? Ellos son los que nos dan la respuesta porque con esa tendencia a elegir comodidad por sobre experiencia inmersiva como la que ofrece el cine, dan la pauta de la tendencia.
También es real que en estos años es muy probable que técnicamente disfrutemos con mayor calidad de audio y video en nuestra propia casa que en un cine. Si bien es cierto que los cines ya son todos digitales, a veces las lámparas de los proyectores no tienen el brillo adecuado, ni el sonido que correspondo, o la sala simplemente está mal distribuida y nos impide el disfrute desde cualquier ubicación.
Ni hablar de los molestos espectadores que comen todo lo que hace más ruido en los momentos de mayor tensión. Así que lo de la “experiencia inmersiva” no siempre se da, pero sigue siendo un engorro abandonar la sala una vez comenzada la proyección, y ni hablar de la imposibilidad de cambiar de canal o de producto de streaming.
Y allí es donde radica la diferencia. Al escribir un guión para una competencia tan marcadamente alta, debemos redefinir algunos parámetros. Primero buscar el género, el formato, la duración. Luego ver que existe dentro de lo que pretendemos escribir, en la plataforma elegida. Y finalmente crear algo totalmente distinto con el convencimiento de que tendremos breves minutos desde su inicio para enganchar al espectador antes de que decida cambiarlo por otra cosa.
Incluso no es lo mismo escribir para TV que para streaming. La gente suele poner la TV mientras hace cosas cotidianas y eso implica que pueda perderse de escenas completas o que tengamos que ser conscientes de que no podemos ser solo descriptivos visualmente porque el diálogo que mantengan los personajes o la narración de alguno de los personajes van guiando al televidente si no está mirando la pantalla (algo que sucede permanentemente en las telenovelas)
Pero con las plataformas de streaming es distinto. El espectador puede pausar cuando pueda o volver a comenzar, así que en ese caso no habrá recursos que puedan desvirtuar la narración, que puede darse el lujo de ser cuidada, de calidad preciosista y de tener un ritmo de autor, sin un vértigo desenfrenado que lo condicione. Los guiones son la vedette, las imágenes las gemas preciosas, los sonidos, la verdadera experiencia inmersiva que le estamos quitando al cine.
Tomemos estos simples elementos como disparador. Seguiré dando detalles en futuros artículos para que, quien quiera adentrarse en el mundo del guión y piense en estas nuevas opciones, tenga más información a su disposición.