Revista Sociedad

El hábito embota la sensación

Publicado el 06 febrero 2024 por Salva Colecha @salcofa

Siempre se ha dicho eso de que “El hábito embota la sensación” y es tan cierto como la catedral de Burgos. Es el poder de adaptación de esta especie. Puede que eso es lo que nos ha llevado hasta aquí después de tantos milenios de evolución. Nos habituamos a todo y eso tiene sus cosas buenas, pero también su parte negra del asunto. Nos habituamos, los que fuman saben que empezaron por un cigarro y poco a poco necesitaban más nicotina para sentir lo mismo, acaban fumando un cartón, arruinándose y asfaltando sus pulmones. Los que bebían una cerveza y se le subía a la cabeza y al final acabaron alcoholizados porque necesitaban dos botellas de Jack Daniels para pillar una cogorza O los que empezaron con algun tipo de drogas y al final para “pillar el colocón” necesitaban algo cada vez más fuerte como esa sensación de hacer puénting, cada vez más alto, cada vez desde un puente más impresionante. Así con todo, sea lo que sea, nos acostumbramos, es la tolerancia que hace que pierdas la capacidad de disfrutar de otras cosas que antes le producían placer, como la comida.
Y después llega lo malo,el síndrome de abstinencia si un día no consigues tu dosis te entra el mono, te sientes decepcionado, triste, irritable, abatido y te da la mala leche. Sin ser fumadores, parroquianos de la taberna de Moe o aventureros estilo Calleja todos nos hemos sentido así alguna vez, ¿verdad? Los que saben del asunto le llaman «Craving», es ese síndrome de abstinencia que nos hace sentir la necesidad urgente de hacer lo que nos provoca ese placer inexplicable, salir a correr aunque estés lesionado, salir a conseguir un chute de adrenalina al precio que sea no podemos explicarlo, es una necesidad que se apodera de nosotros.
Nos acostumbramos al subidón, a la adrenalina. Nos volvemos adictos a ello hasta el punto de necesitar más de eso cada día. También, aunque parezca mentira nos acostumbramos a las malas noticias y al dolor de alma. Nos acostumbramos a ver la muerte a diario por la tele, nos acostumbramos a ver el sufrimiento y la desgracia del prójimo y hasta seríamos capaces de acostumbrarnos a la propia, asumirla, bajar los brazos y dejar de nadar hasta la orilla. El caso es que lo saben, saben que esta sociedad es una sociedad yonqui, habida de tensión y de estrés porque nos han inyectado la incertidumbre en las venas y saben como traficar con lo que necesitamos. Los camellos que nos dan nuestra ración diaria nos la van dosificando, poco a poco, cada vez más dura porque ya no nos causa la sensación esa inexplicable que sentimos el primer día que ocurrió “algo” ahora necesitamos que ocurran muchos más “algos” Hasta el punto de que yo no se vosotros, pero yo ya estoy notando como hasta dos guerras atroces televisadas ya empiezan a causar indiferencia, parece que nos hayamos acostumbrado a la sangre, la tragedia y el horror. Nos acostumbramos a todo hasta el punto de que nuestros políticos, verdaderos trapicheantes de las noticias surrealistas, ya necesitan decirnos cosas como que no llueve porque hemos quitado las plazas de toros para que les hagamos caso, Para atraer nuestra atención ya son capaces de soltar soflamas que empiezan a lanzarnos los unos contra los otros sólo porque ya han subido un escalón más allá de la acusación de terrorismo. Muchas veces parece que no sean dueños de sus palabras, que estén como enloquecidos diciendo necedades sin sentido pero que no son inocentes porque saben que las compramos, las creemos y después necesitamos algo más fuerte para seguir el camino que nos marcan. Como los ratones de los dibujos animados que siguen el camino de los trocitos de queso, cada vez más grandes, hasta que caen en la trampa, aparece el gato Silvestre y se los zampa.
¿Cuándo diremos basta? ¿Cuándo seremos capaces de admitir que estamos enfermos y llenos de ponzoña? Es el primer paso para enfrentarnos al mono, apuntarnos a rehabilitación y volver a sentir las cosas en su justa medida, volver a sentir empatía, a apreciar lo que nos rodea, a sentirnos de nuevo humanos. Nos hace falta recuperar la calma para reflexionar, pensar, valorar lo importante sin el agobio de la actualidad cada día más veloz, cada día más devastadora ¿Seremos capaces de desintoxicarnos alguna vez antes de que muramos todos de una sobredosis?


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