Revista Cine
Leía algunas reflexiones de Isidro Moreno, profesor de la complutense en ciencias de la información, sobre los lectoautores, aquellos que utilizan un soporte virtual en el cual pueden participar en lo que están leyendo. Un concepto de interacción perfectamente entendido por algunos videojuegos en los que los participantes tienen que relatar la personalidad de su avatar. Esto es involucrarse de manera real, es crear una historia en la cual están hiperactuando, una historia que solo les pertenece a ellos. Ahora ya existen hasta interfaces que sin necesidad de ninguna prótesis pueden interactuar con el individuo, seguir los movimientos del cuerpo, eliminando con ello el miedo a que los ordenadores nos conviertan en seres sedentarios, ventosas humanas pegadas a los ordenadores.Con esa manera de hiperactuar con los contenidos estaríamos en cierto modo volviendo a la absorción de conceptos mediante la interacción con ellos, como los contadores de historias del pasado. Biológicamente nuestro cerebro esta preparado para ello, puesto que durante miles de años fue su manera de entender las cosas. La lectura y aprendizaje lineal es algo relativamente nuevo.
Me vino a la mente un libro de Vargas Llosa que había leído a mediados de los 80 llamado “El hablador”, ambientado en el expolio del Amazonas, la historia trata sobre un elemento muy importante del pueblo machiguenga. Debido a los escasos recursos de la zona y al constante expolio hecho por la civilización occidental los miembros de esta tribu habían tenido que formar grupos muy pequeños, grupos unifamiliares y a distancias considerables uno de otro, la única manera que tenían de comunicarse entre ellos era mediante los habladores, individuos sin núcleo definido, estos iban en sus canoas recorriendo los afluyentes del río, recalando en los diferentes núcleos donde se ponían al día de lo ocurrido por esa familia en su ausencia, un recién nacido, alguna muerte, una temporada mala de caza, una maldición, la aparición de algún demonio o tal vez otro ser de mitológico. Tras esto empezaban a explicar su recorrido por los otros núcleos, pero no lo hacían de una manera lineal sino que iban de atrás hacia delante y de delante hacía atrás, de manera desordena haciendo paradas y cambios de ritmo a disposición de su publico, siendo en ocasiones corregidos por las improvisaciones de su auditorio que pretendía añadir un giro más a la historia que estaba siendo explicada, secreto que perfectamente podía haber sido susurrado por un ser mitológico mientras dormían, al final casi todo se convertía en una suerte de improvisaciones, el caos perfecto que mantenía unido a un pueblo disperso entre las caprichosas subidas del Amazonas.
Tal vez esta nueva manera de comunicarnos nos este acercando a ese Hablador a su manera de trasmitir la información, a la forma en la que su auditorio interactuaba con él. Tal vez toda esta hipermedia en el fondo nos esta ayudando a mantener o crear nuestra identidad como individuos, como seres que hiperactuan renunciando a un adoctrinamiento lineal que no nos tiene en cuenta.
Jorge Maruejouls