Revista África

El hada de los libros

Por Bubisher

EL HADA DE LOS LIBROS

 

Memona, Memona, Memona...voces infantiles lanzan este nombre al aire en las tardes calurosas de Smara. Los niños se paran expectantes y extienden las manos hacia el bubisher. El pájaro asiente, pliega sus alas y...Érase una vez una joven que se llamaba Memona. Memona era bibliotecaria, que es la persona que cuida de los libros.

 

Memona era la bibliotecaria de un autobús con libros. Pero ese autobús no era un bibliobús normal, y tampoco Memona era una bibliotecaria normal. El autobús en realidad era un pájaro, un pájaro como yo. No preguntéis cómo puede ser eso... son cosas que pasan en los cuentos o cuando se tiene mucha ilusión.Memona cuidaba muy bien de los libros porque los amaba. Los catalogaba, los limpiaba el polvo y colocaba cada uno en su lugar.

 

Así, cuando los niños acudían al bibliobús, siempre estaban ordenados en sus estantes dispuestos a compartir sus historias.Todas las tardes, Memona acudía feliz a su trabajo, a su cita diaria con los libros y con los niños. Abría las puertas del Bubisher y comenzaba a fluir la magia.Porque Memona en realidad era un hada. Sí, ya sé que en todos los cuentos nos pintan a las hadas rubias de piel blanquísima y ojos azules. Pues no todas son así.

 

Memona era un hada de piel morena, ojos oscuros y resplandeciente sonrisa.Memona amaba su trabajo, aunque a veces no era fácil; mantener la atención de los niños es tarea complicada hasta para las hadas. Cuando algunos alborotaban demasiado, se ponía muy seria, y se hacía la enfadada.No, no os asustéis, no sacaba su varita mágica para convertirlos en cabra o en camello, no; lo que hacía es echarlos una perorata en hasanía. Sí, sí, en hasanía que es el idioma en el que hablan las hadas saharauis.

 

Debía ser algún conjuro porque todos los niños enmudecían y le prestaban atención.Una vez restablecido el orden, entonces sí que Memona desplegaba su magia al mismo tiempo que abría las páginas de un cuento o las puertas del Kamisibai. Los personajes, a su voz, cobraban vida ante los ojos asombrados de los niños, llevándoles a descubrir otros mundos, como el del mar, por ejemplo.Así, un día y otro día, incansable, con ilusión, recorriendo todas las dayras para que ningún niño de Smara dejara de soñar.

 

Si queréis verla, y compartir su magia y sus historias, sólo tenéis que escuchar, y allá donde oigáis: Memona, Memona, Memona... la encontrareis y con ella al Bubisher volando feliz por el cielo de Smara. Y colorín colorado...Memona, Memona… me encantaba oírles como la llamaban.

 

Este cuento es un pequeño homenaje por su trabajo bien hecho, por su entusiasmo contagioso, por la colaboración y la ayuda que siempre nos ha prestado a los voluntarios que hemos tenido la fortuna de trabajar con ella. Su cariño y alegría dejan una huella imborrable y unos lazos de afecto que perduran para siempre. Gracias Memona por tu dedicación y por tu trabajo estamos orgullosos de ti.

 

bishe

 


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