Revista Viajes
La última escala de este bonito crucero alrededor de las Islas Británicas fue el importante puerto francés de El Havre, una vez que dejamos atrás la ciudad de Edimburgo (leer aquí el artículo de Edimburgo). El Havre es una ciudad cuya historia reciente fue marcada por la Segunda Guerra Mundial, de la que desafortunadamente salió muy mal parada. En los albores del siglo XX crecía próspera como puerto de transatlánticos y como intercambiador de materias primas, pero en la fase final de la guerra tras los bombardeos apenas era un solar lleno de escombros. Pero conseguiría renacer de sus cenizas mediante un plan de reconstrucción que la ha llevado a ser un ejemplo único de la arquitectura combinando el hormigón armado en la construcción de sus edificios junto a las líneas del clasicismo de la mano del arquitecto Auguste Perret. Un ejemplo que la valió ser nombrada Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Desde El Havre se dispone de varias opciones para visitar la región de Normadía como el antiguo puerto de Honfleur o la impresionante ciudad de Rouen. O quizás se puede dedicar la jornada a una visita rápida a Caen y las playas del desembarco. Nosotros por nuestra parte decidimos permanecer en El Havre al conocer en profundidad previamente bastantes lugares de la Normadia, incluidas las ciudades y localidades que enumero arriba entre otras. No se puede negar que la primera visión de la ciudad no deja indiferente a nadie. Unos opinan que es un adefesio más propio de las grises ciudades de los regímenes comunistas, mientras que otras personas vemos en ella un experimento curioso que si bien no es el sumun de la belleza si que por lo menos enriquece nuestra conocimiento y sapiencia con algo diferente y original.
En la planificación de la estructura de la ciudad no se dejó en el olvido las zonas verdes y de esparcimiento tales como parques y jardines florales. De hecho El Havre es una de las ciudades francesas más verdes y posee los Jardines Suspendidos y el Jardín Japonés, éste último de pago. También son destacados los Jardines del Ayuntamiento y los Jardines de la Playa que se pueden visitar gratuitamente, y otros muchos más que dan calidad de vida a los habitantes de la ciudad.
La playa de guijarros de El Havre se extiende por más de un kilómetro. Cuando sopla el viento es utilizada por sus habitantes como base para los deportes náuticos como el windsurf o el kitesurf y es un lugar muy frecuentado por los locales como zona de esparcimiento. La línea de playa está repleta de casetas decoradas con diferentes motivos, entre ellos destacan los murales con las alusiones al pasado marítimo de El Havre y sus "Liners" o transatlánticos hacia el nuevo mundo. Aquí el Famoso transatlántico "SS Normadie" se lleva la palma como símbolo identificativo de la ciudad.
Todos estaremos de acuerdo si digo que la Iglesia de Saint Joseph es el edificio más representativo de la ciudad de El Havre. Visible desde casi cualquier rincón de la ciudad es un prodigio con sus paredes de hormigón y sus luminosos e increíbles interiores. Sus 110 metros de altura impresionan, y aún más contemplados desde el interior, donde sus más de 12.000 vidrios de colores proyectan luz y una paleta de colores espectacular tanto al coro como a la nave. El que guste de la arquitectura disfrutará con la Iglesia de Saint Joseph.
Con un día soleado tan maravilloso los franceses no pierden la oportunidad de ocupar las terrazas de los bares y los parques de la ciudad para tostarse bajo sus cálidos rayos. Nosotros por nuestra parte no íbamos a ser menos y también aprovechamos para hacer una parada y tomarnos un café.
En pleno centro de El Havre una extraña construcción nos llamó poderosamente la atención. Este edificio cultural llamado "el Volcán" es obra del arquitecto mundialmente reconocido Óscar Niemeyer y desde luego no pasa desapercibido. Sus similitudes con el centro ubicado en la ciudad de Avilés saltan a la vista, y también salta a la vista el gran contraste de sus líneas curvas con las líneas rectilíneas que pueblan la trama urbana de El Havre.
La Catedral de Notre Dame es un edificio en cierta manera extraño, mezcla de estilos renacentistas y góticos, que fue designado como catedral hace escasamente cuarenta años. Milagrosamente escapó de la destrucción total de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y fue reconstruida fielmente. Ciertamente el contraste que ofrece con respecto a los fríos edificios construidos en hormigón es bastante notable. Su interior nos pareció un poco oscuro a pesar de las vidrieras y del espléndido día soleado que nos acompañaba en el exterior pero tampoco le restaba belleza, y desde luego tiene un órgano magnífico con unas tallas de madera espectaculares.
Y tras un último vistazo al monumento erigido en la Plaza General de Gaulle a los caídos en las guerras mundiales, y frente a la Dársena del Comercio utilizada para la práctica de la vela y el remo para el esparcimiento de los más jóvenes, había llegado el momento de regresar al "Caribbean Princess" en la que sería nuestra última noche a bordo. Una ciudad difícil de encasillar debido en parte a su trágica historia reciente que la dio la oportunidad de renacer y de crear una imágen propia y original. Por cierto que se nos quedó en el tintero la visita al piso piloto Perret. Este apartamento te sumerge en la experiencia de un piso modular de los años 50s en El Havre de la mano del genial arquitecto belga Auguste Perret. Sin duda uno de los mejores arquitectos del siglo XX y responsable de la reconstrucción de El Havre.
Posted in: Crucero Caribbean Princess por Islas Británicas , Francia Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir con Twitter Compartir con Facebook