Otro otoño más en nuestras vidas. Ya no nos vamos a poner en plan ñoño, hablando de las maravillas de esta estación, ni tampoco de los pensamientos románticos y nostálgicos que nos inspira, porque lo hemos hecho demasiadas veces y van a pasar a conocernos por "los moñas del otoño", y no es plan.
Pero es que nos encanta, y más este año, después de haber sido víctimas de este intenso verano de calor. A veces, he despertado de madrugada con una pesadilla, pensando que estaba en el infierno y, al abrir los ojos, he querido volver al sueño, porque allí hacía menos calor que en nuestra casa. De hecho, algunos días, hemos sentido que éramos aniquilados por la fuerza del sol abrasador y casi hemos suplicado alguna noche que si no refrescaba viniera alguien a rematarnos en esa cama que parecía el mismísimo horno de un asador segoviano.
Ahora que nombramos los asadores segovianos... ¡Qué ganas de que refresque e ir a meternos alguna comida de esas contundentes en un lugar calentito! Esto lo hicimos el otoño pasado y, justamente, en la provincia de Segovia (Castilla y León) ¿Cómo y por qué llegamos allí? Podría haber sido, simplemente, porque sí, el lugar lo merece, pero en aquella ocasión nos "íbamos de hayedo".
Ay, los hayedos... otro clásico de este blog, cada año intentamos traer uno por aquí en estas fechas, porque las hayas en otoño mutan a colores de lienzo, rojizos, naranjas, ocres y amarillos. Y las hojas se reparten entre las ramas y el suelo, creando generalmente paisajes que suelen conquistar casi todas las miradas. Hoy vamos a mostraros y hablaros del Hayedo de la Pedrosa en Segovia.
El Hayedo de la Pedrosa se encuentra en la frontera de Guadalajara y Segovia. Para visitarlo hay que ir al Puerto de la Quesera, que se encuentra a unos 9,2 km de Riaza, concretamente, en Riofrío de Riaza.
Este hayedo, a diferencia de otros hayedos cercanos, no tiene un control de acceso ni un aforo limitado. Se accede a él desde la misma carretera del puerto, en el km 11,2. También se puede hacer desde la cima del puerto, donde hay más sitio para aparcar y el acceso es más llano, pero no lo recomendamos, a no ser que no hubiera sitio abajo. El motivo es la pendiente del hayedo. Si entráis por la carretera, como hemos dicho antes, en el km 11,2, afrontaréis la pendiente cuesta arriba, en cambio, se accedéis desde el puerto lo haréis cuesta abajo. Así dicho, suena mejor afrontarla hacia abajo pero, al ser bastante pronunciada (unos 300 metros de desnivel en poca distancia) y ser un lugar húmedo y con hojas en el suelo, además de las raíces que sobresalen, lo vemos más cansado y peligroso. Hay bastantes posibilidades de resbalar. De hecho, si tenéis bastones para andar, éste es un lugar perfecto para llevarlos.
El día que nosotros lo visitamos era principios de noviembre, quizá estaba un poquito avanzado el otoño en esa zona y ya no quedaban casi hojas en las ramas de los árboles, eso sí, el suelo era una alfombra rojiza maravillosa.
El coche hay que estacionarlo en el margen de la carretera, aprovechando los espacios que quedan libres entre el asfalto y la pendiente ya que, en ese punto, estamos en el puerto y a nuestros lados encontraremos desnivel. No hay un aparcamiento habilitado.
Hay que adentrarse en el hayedo, nosotros íbamos desde Madrid (excursión perfecta para un día) y al aparcar lo hicimos en el margen por el que conducíamos, así que para adentrarnos en el bosque cruzamos la carretera al otro lado.
La mayor sorpresa, es que, a pesar de que en Madrid había amanecido un día cálido otoñal, en la Pedrosa marcaba el termómetro cero grados centígrados y estaba cayendo agua nieve, que en cuestión de minutos convirtió la alfombra rojiza en un suelo blanquecino. Eso hizo que las imágenes perdieran un poco esa esencia otoñal, pero también sumó cierto encanto.
Por otro lado, ese aguanieve también dificultó un poco una parte del camino. El hayedo se encuentra en pendiente. Nada más que te adentras, encuentras un pequeño arroyo, que fluirá con más o menos agua depende del año. En el silencio lo escucharéis correr y encontraréis sin ninguna dificultad.
Luego hay que empezar a ascender entre ese bosque mágico. El tema es que, con el agua nieve y las hojas en el suelo, se empezó a formar una superficie bastante resbaladiza, que si le sumas la pendiente, en algunos momentos generó una sensación inquietante. Y casi, más inquietante que la subida era pensar en cómo bajar esa cuesta, llena de árboles y un suelo tan inestable, y llegar abajo con la dentadura completa. Que al final nos iba salir más caro ir al Hayedo de la Pedrosa y rehabilitar nuestra dentadura que habernos marchado un fin de semana a París. Por suerte, la ruta que llevábamos en mente era circular y no teníamos que bajar por allí (por eso os comentamos lo del Puerto antes).
Además, tenemos que añadir el hecho de que nosotros llevábamos en mente hacer "fotones" (esos que nunca salen), así que habíamos cargado cada uno con su trípode, las bolsas, la cámara, el paraguas... Subir por ahí con todo eso enganchado, cual árbol de Navidad, hacía de nuestro aspecto algo poco tranquilizador.
Los Hayedos tienen esa parte mágica y mística. Para que sobreviva un hayedo tiene que haber bastante humedad, esto hace que en algunos el musgo se adhiera a las cortezas y te recuerde a los bosques de los gnomos, o que la niebla se asiente entre los troncos y te envuelva de misticismo. Si sale el sol, facilmente, te recordará a la Tierra Media otoñal, y si está nublado, verás cuadros de contrastes que no podrás dejar de mirar y, si te gusta la fotografía, fotografiar.
Así, emprendimos el recorrido, en el cual veíamos como algunos iban patinando cuesta abajo, y otros, en cambio, subían como si en sus suelas llevaran super-glu, porque no los veías deslizarse minimamente. Y luego estábamos nosotros.
La cuesta no es muy larga pero si pronunciada, pero sí nos pareció algo cansada, quizá las condiciones climatológicas no ayudaban tampoco. Eso sí, nos pareció un paraje muy bonito.
Hay un punto en la subida dónde encuentras entre los árboles y matorrales un coche de bomberos abandonado, es casi cuando la pendiente empieza a suavizarse, entonces, lo ves y te vienen mil preguntas a la cabeza, aunque la principal es ¿Cómo ha llegado aquí y por qué nadie se lo ha llevado aún?
A partir de un punto desaparecen los árboles para dar paso a matorrales y arbustos variados, en ese momento, si no se va a ascender a algún alto, se está muy cerca de dejar de subir. En nuestra visita, muchos de los arbustos estaban helados y con las gotas de agua congeladas apuntando en la dirección que soplaba el viento.
No hay una ruta propiamente marcada, aunque si miras al suelo encontrarás un estrecho sendero que, tomado hacia la derecha (mirando en la dirección de la marcha) te va llevando a un camino más marcado, al principio es ligero ascenso y enseguida comienza a discurrir en descenso. En nuestra visita, como podéis comprobar, nos acompañaba un nieblina que, a ratos, hacía del ambiente algo misterioso y, a ratos, te quitaba la visibilidad.
Un descenso, con una pendiente bastante moderada y que discurre gran parte del tiempo por fuera del bosque. Un bonito paseo por la Sierra de Ayllon.
Este camino termina en la carretera. El punto al que te saca está a unos 100 metros del alto de puerto, así que una pequeña subida por el margen de la carretera y ya, desde ahí todo bajada hasta el coche.
Este hayedo no está muy masificado, a pesar de no tener control de aforo. El lugar en el que se encuentra y la poca posibilidad de aparcamiento, al menos en nuestra visita, hizo que en la mayor parte del camino estuviéramos solos. Donde más personas nos acumulamos fue en el área de mayor pendiente, la zona de las hayas, por la dificultad que presentaba el terreno. Todavía recuerdo un momento en el que me quedé a mitad de pendiente entre dos árboles de pie y no era capaz de avanzar hacia ningún lado y solo miraba hacia abajo pensando... "voy a rodar", mientras me temblaban las piernas…
Los hayedos son espacios naturales muy especiales, es muy importante que cuidemos siempre el entorno y que lo respetemos. Mucho cuidado con no pisar las pequeñas hayas, que nosotros, hasta que no fuimos al Hayedo de Montejo con la visita guiada, no éramos conscientes de lo que tarda en crecer una y lo vulnerables que son de pequeñas... ayudemos a que los hayedos sigan ahí…
Después de esta exhibición de energía y supervivencia ¿Qué mejor que un plato contundente y calentito? Y así, en Riofrío de Riaza, nos animamos con un asadito (y no somos mucho de asados) que nos recargó las pilas para el resto del fin de semana.
De camino al pueblo, y para justificar un poco más esa comida que nos esperaba, hicimos una paradita en la misma carretera, a un par de kilómetros del hayedo, para pasear y fotografiar el embalse de Riofrío y el entorno que lo rodea. Es fantástico.
Si estáis interesados en obtener información o conocer nuestra experiencia en otros hayedos o paisajes otoñales, también hemos hablado de:
Hayedo de Montejo (Madrid)Hayedo de la Tejera Negra (Guadalajara)Hayedo Encantado (Navarra)Nacedero del Urederra (Navarra)Parque Nacional de Ordesa (Huesca)Sierra del Rincón (Madrid)
El Hayedo de la Pedrosa es una excursión que os recomendamos, especialmente en otoño. Eso sí, llevad un calzado adecuado y ropa suficiente que cuando menos te lo esperas te pueden sorprender los primeros copos de nieve…
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