A ver. Todavía me pregunto cómo he acabado aquí. Maldita mi costumbre de interesarme por cosas extravagantes, como conocer cómo una persona del Sur vive y percibe la vida en los largos inviernos de Escandinavia. Aquí sin duda soy deudor de la famosa historia del argentino que llega a Toronto enamorado de la nieve (búsquenla si no la conocen que merece la pena y no pierde con el tiempo).
Estoy seguro que Virginia me caería bien, por sensible y por argentina (tengo familia, por defecto casi todos menos Uno me caen bien). Pero ya no estamos a estas alturas para andar leyendo los diarios de nadie, que tampoco es tan fácil ser Virginia Woolf.
Batiburrillo bastante insustancial.