El hermanísimo se encuentra insolvente un montón de años después de ser evacuado por la justicia de un despacho oficial sin puesto alguno, o sea. De los cien años de honradez de Pablo Iglesias, al familiar directo de Juan Guerra hay un paso, pero la corrupción generalizada es privativa del partido popular. Este absurdo cruce de acusaciones entre los principales partidos españoles, solo demuestra el bajo perfil de las candidaturas y los escasos escrúpulos en muchos de sus conspicuos, dispuestos a cualquier cosa por incrementar rápidamente su patrimonio, antes que por solucionar los problemas de la sociedad que los ha elegido como sus representantes.
La justicia ayuda poco a que el pueblo llano recupere la fe en las instituciones. Un muchacho por robar una pizza con violencia, entendida como tal propinar un bofetón al repartidor, se enfrenta a una pena que termina, probablemente, con el muchacho en prisión. Las diferentes causas de Juan Guerra, en las que tanto él como sus allegados, quienes sean, se embolsaron cientos de millones de pesetas, se archivan o no resultan suficientes para la privación de libertad, por tratarse de penas que no superan los dos años de prisión. Decididamente, el valor de cinco euros es mucho mayor, o bien el precio del cachete se cotiza muy alto en bolsa para terminar convirtiendo en delincuente a quien solo era presunto. El robo de millones no tiene condena en este país, como tampoco hubo responsabilidades políticas para D. Alfonso, el hermano, que se enteraba de estos asuntos por los periódicos. Veinte años después se diluye en el olvido, el mismo al que paulatinamente pasaron, pero en la opulencia, quienes se llevaron el dinero de todos los españoles. Una pena.