sigue el monográficoInsiste Joakim Zander en personajes y en una parte de la idea general de su novela más conocida El nadador. La trama no se parece, está lejos de un thriller y sólo tiene en común, con la anterior novela, la aparición, muy forzada, de tres personajes de la anterior novela. Es más, la atracción que tiene el autor por la protagonista de la anterior novela, Klara Walldéen, es la única justificación para que aparezca en esta.
Es cierto que existen ciertas sinergias entre una novela y otra pero todo lo demás es diferente.La novela versa sobre Yasmine Ajam y su hermano Fadi, ambos separados por motivos que no tienen mucho que ver con el argumento, pero que gracias a su cariño se buscan en la mayor de las desesperanzas. Yasmine vive en Nueva York, Fadi ha tenido problemas en el barrio, a las afueras de Estocolmo, y terminará siendo llamado por la religión y en Siria. Ambos nos demuestran que de las expectativas a la realidad hay un amplio margen, en especial Fadi, que será una barca a la deriva de otros con ideas más claras y muchos menos escrúpulos. Ahora se preguntarán ¿qué pinta ahí Klara Waldéen?
la privatización de los servicios de inteligencia
Es más, diría que sobra en muchas partes de la narración pero eso y ustedes deben comprobarlo por si mismos.
También tengo otras preguntas como por ejemplo ¿es un thriller internacional?
Pues no, más bien tiene trazos, ligeras pinceladas pero en su alma más íntima no lo es. Zander quiere mostrar la vida en un guetto de una ciudad europea, como los jóvenes musulmanes (principalmente aunque hay más) se ven excluidos de la auténtica sociedad sueca (en este caso aunque es extrapolable), como la misma sociedad que los acoge los teme y los deja en un lado, en un barrio de la periferia para que no molesten.
Sirva como ejemplo:
Cuando al fin lo hago veo que no voy solo en el autobús, sino que somos cinco hombres más o menos de la misma edad, repartidas por los asientos del fondo. Los miro y me veo a mí mismo. Somos cinco hombres de distintas partes de Europa, pero todos tenemos los mismos ojos de falsa indiferencia, los mismos recuerdos de furgones policiales y pisos vacíos. Hemos mangado los mismos tejanos, quemado los mismos coches, soñado los mismos sueños. Somos de distintas ciudades pero del mismo Barrio
Esa idea se le va entre los dedos a Zander, nos la muestra desde la lejanía, como sintiéndose interesado pero al mismo tiempo ajeno, no entra en lo que importa, se mantiene desde el estereotipo. Ahí, en ese viaje a una guerra, podía existir una buena novela, un periplo interesante, mítico incluso con un sendero muy claro de viaje personal, pero que se queda en eso, en vaguedades, en mirar sin terminar de entender, en dejar pasar.
Luego, con un poco de avance de la novela, vemos que hay otro asunto que preocupa a Zander, que es la privatización de los servicios fundamentales de una sociedad moderna, como es la policía y que enlaza directamente con la anterior novela, donde se ponía el dedo en la privatización de los servicios de inteligencia. Hay si que existe más carnosidad, aunque para llegar a ella tengamos que haber leído dos tercios de la novela, lo cual para ser un thriller es una locura.
La lucha entre negocio y legitimidad, entre dinero y derechos, ese es el terreno en el que se mueve muy bien, el que controla, el que conoce y el que ofrece un amplio campo para la ficción, pues cuando existe dinero por medio la idea de generar una necesidad es un factor más. Se crea la amenaza y luego se ofrece el remedio.
Zander escribe bien, personalmente me encanta, tiene un tono y un tempo que me parecen muy logrados y que casan perfectamente para esas tramas con viajes, idas y venidas. El ritmo del thriller le sienta mal porque no organiza la novela como debe, un thriller debe iniciarse con mucho ritmo, con algo brusco y brutal y a partir de ese momento proseguir en esa línea, el sueco lo hace más pausadamente, tanto que llevas la mitad de la obra y todavía no hay visos de que ocurra algo trascendental.
Prueben a echarle un vistazo, ¿a ver que opinan?
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Sergio Torrijos