Revista Opinión

El hijo de puta

Publicado el 28 octubre 2011 por Romanas
El hijo de putaHoy, al fin, estoy muy contento. He comprobado que hay, ahí, en la sombra y en el silencio, gente que no sólo me lee sino que me comprende y aprecia en lo muy poco que yo sé que valgo, tan poco que intenté penetrar por 1ª vez en el chat de Saco, bajo el nick de “hijo de puta”, pero alguien me convenció para que no lo hiciera y tenía mucha razón.
Porque uno puede ser tan hijo de puta como soy yo pero eso no le da derecho alguno a hacer exhibición de su mal nacimiento y de su pésima personalidad.Acabo de escribir ayer, aquí, que el hombre no es más que una puñetera mierda seca pinchada en un palo, tal como jugábamos los niños allá, en mi tierra muleña. Y yo esto lo aprendí pronto, quizá demasiado pronto porque, desde entonces, soy un desengañado de la humanidad y esto, lo juro por todos mis muertos, no es un conocimiento agradable.Si tú, a los 8 o 10 años, ya no crees en nadie ni siquiera en ti mismo, pero, sobre todo, si no crees en tu padre, por poner un ejemplo, que no es que fuera demasiado malo porque, si no, siendo tan inteligente como era, no hubiera cometido el crimen terrible de dirigir una adaptación de El idiota, de Dostoyevski, a beneficio del Socorro Rojo Internacional, en plena guerra civil española y no hubiera sido juzgado por un Consejo de Guerra militar y soportado que el fiscal pidiera para él la pena de muerte.Pero si tú dejas de creer en tu padre porque descubres que engaña a tu madre con otra, un tío tan inteligente y culto como él, ¿en quién coño vas a creer, entonces? En nadie, si además, ves con tus propios ojos que el cura que te da clases de religión se acuesta con la mujer de su propio hermano, repito, todo esto, contemplado con los ojos de un niño de 8 o 10, años es muy duro de asimilar, porque todo el andamiaje que sostenía mi mundo se vino a bajo con el mayor estrépito, porque, entonces, coño, ¿en quién creer, para no subirme al empinado castillo de aquel pueblo y tirarme de cabeza?¿En Marx, que vivía de gorra, a expensas de Engels y que se jodía a la criada o en Stalin, el hombre de acero, que se cepilló a millones de compatriotas vaya v. a saber realmente por qué, después de haber ordenado el asesinato de Trosky?Pero, poco a poco, fueron apareciendo, en aquella desolada vida que me había quedado, pequeños grandes hombres que se sacrificaron desinteresadamente por los demás y que están en la mente de todos nosotros.Aquella concepción inicial mía de la mierda seca y del palo comenzó a tambalearse. Todo no estaba perdido puesto que había hombres, y mujeres, claro, que abandonaban la comodidad e incluso el lujo personal, Ellacuría, por ejemplo, y los suyos e iban a encontrar una muerte segura lejos de su familia.Y comencé a pensar y a escribir sobre todo esto buscando precisamente a los “arcángeles” que, ahora, dan título a este jodido blog. Miguel Hernández, Foucault, Derrida, Habermas, Chomsky, Sartre, y tantos y tantos otros de los que ahora no me acuerdo.De modo que tuve que admitir ante mí mismo que algunos eran diferentes, que, para ellos, no servía mi tan escatológica definición, y, pasado el tiempo, mucho tiempo, llegué al blog de Saco y me quedé con la boca abierta porque allí creí ver, al principio, lo que yo buscaba, gente roja que hacía todo lo posible, lo poco que estaba a su alcance, por cumplir con la que yo considero mayor obligación del hombre, propalar la verdad social   y propugnar la justicia socioeconómica,hablar, debatir, discutir, llegar en su locura izquierdista a pelearse con el otro, incluso con el amigo, por el enfoque presuntamente equivocado que daba a una cuestión, y me llevé la alegría de mi vida, porque recuperé, después de 70 años, la fe en el jodido ser humano.Pero aquellos admirables rojos, los más rojos que yo jamás había conocido, más que Marx, por supuesto, y que Prokotpin, comenzaron a enseñar poco a poco su patita, y vi cómo el jefe no era equitativo en el gobierno de aquella gente como si se tratara de un gobernante cualquiera, que no tenía ni por asomo noción de la verdad ni la justicia, que sólo pretendía dominar a aquello que, de repente, descubrí no era sino una jauría no de lobos sino de pestilentes hienas carroñeras, que lo único que buscaban allí no era ni mucho menos un poco de verdad y de justicia sino tan sólo el afán de lucirse ante los demás, haciendo que vieran lo listos que eran y lo bien que asimilaban y defendían cualquiera de los temas que la actualidad proponía.Y se me cayeron los palos del sombrajo y el costalazo fue mucho mayor aún que con mi padre y con el cura, porque éstos que, en su mayoría, eran ya hombres y mujeres demasiado adultos, se supone que tenían todas sus bajas pasiones resueltas y no era verdad, porque las pasiones de éstos individuos eran el culto a ellos mismos, el exhibirse ante un público bien predispuesto mucho mejor de como ellos en realidad son, y, para eso, no tenían inconveniente alguno en mentir, en calumniar, en perseguir sañudamente, más allá incluso de la sangre, a los que no se plegaban mansamente a todas sus pretensiones.Y comprendí que aquella gente que tenía, gracias a la difusión internacional del diario Público, un gran campo de influencia, debía de ser combatida por todos los medios aunque estos fueran tan escasos como son los míos, por eso hablaba de alegría al comprobar que por lo menos uno sólo, sólo uno de todos los lectores que he tenido ha comprendido  lo que hago que no es otra cosa que defender la verdad y la justicia en este pequeño espacio que representa mi blog, y lo hago porque creo que no puedo ni debo hacer otra cosa.

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