Veamos: Se coge una merluza y se hierve impecablemente, ni mucho ni poco tiempo; lo justo. Se saca del hervidor, se escurre y se presenta en un plato, todo llevado a cabo de forma correcta y ortodoxa… pero algo falla, ¿Qué es? Pues muy sencillo: no hay sal para condimentar tal plato, con lo que nos queda es una pieza de merluza perfectamente hervida que… no sabe a nada.
El Hipnotista es algo parecido a esa merluza sin gracia que explicamos un poco más arriba: película impecablemente confeccionada, correcta, actores de registro muy razonable -Lena Olin como la más reconocible (Sí; la psiquiatra de “Mr. Jones”)-, en fin, todo muy correcto y rozando la perfección… pero sin sal, sin gracia, sin gancho, sin chispa.
Thriller escandinavo que adolece -a nuestro parecer- del mismo mal endémico de la mayoría de las producciones que llegan de la península escandinava: son frías, poco o nada apasionadas; algunos las confundirán con aburridas y tediosas, y se puede llegar al extremo de considerarlas infumables por lentitud y desapasionamiento inherente a los personajes que forman el casting de la producción que estemos visionando.
Hay que aceptar que, de entrada, el cine escandinavo es así, o sea: un poco de pescado hervido sin sal, y a partir de ahí, teniendo clara esa premisa, comenzar a ver la peli que sea.
Esta producción comienza bastante bien, pero se va desinflando a medida que avanza el metraje y termina por convertirse en algo convencional e incluso desilusionante cuando se esperaba un desenlace más rotundo, que te dejara con la boca abierta alabando el genio del guionista.
Pues no. Nada de genio alucinante. El final -desenlace- es más tonto que morderse la lengua uno mismo y no satisface nada al espectador, al que le pega mucho exclamar un “pos bueno, pos vale…” cuando comienzan los títulos finales de crédito.
Y lo que más enojo produce es que está impecablemente realizada. Pero eso sí; sin sal.
Por El niño sipote