La semana pasada estuve en la playa y aunque aún hace frío para bañarse (especialmente en el Atlántico: eso es hielo líquido, por el amor de los dioses), sí que me gusta bajar aunque sea a dar un paseo o a leer mirando el océano. Como soy tremendamente maniática y una histérica, no me gusta ir con el kindle por si se estropea por la arena o algo y cuando me terminé el libro de Confesiones de una heredera... (que me duró un suspiro), miré qué había en las estanterías allí y... ¡tachán! Un libro de relatos de Asimov me hacía ojitos.
Me leí el primer relato que venía en la compilación y después pasé saltándome los demás, hasta El hombre bicentenario, porque hace tiempo que me llama la atención, especialmente sabiendo que ganó en su momento los premios Hugo y Nébula.
Aunque es imposible no imaginarse a Andrew (el robot protagonista) con la cara de Robin Williams, el relato no tiene mucho que ver con la película que hicieron hace años. Se centra más en los temas legales y políticos que supone la problemática de un robot con sensibilidad artística y deseos propios (no programados) queriendo adquirir derechos y libertades. Incluso que le consideren humano. Poco a poco, Andrew va cambiando partes de su cuerpo metálico, haciendo mejoras para ser más androide que robot, e inicia una lucha legal para intentar ser libre.
Es un relato magnífico, que se lee del tirón y engancha. No había leído nada de los robots de Asimov, así que estoy gratamente sorprendida. Muy recomendable. ¡¡Visita mi blog y déjame un comentario!!