Escaneo mientras tanto la factura. Riiiiiis, riiiiiis, riririri, dice el escáner. Abro el correo electrónico; no recuerdo la dirección, pero mi abarrotada bandeja de entrada guarda el último. Envío la imagen, añado unas líneas. Me despido. Apago el escáner. Sigo el cable hasta el enchufe. Desconecto.
Y el tiempo se detiene. Sin darme cuenta he desconectado también la impresora donde se concentraba mi compañera. Y esto es una de las peores cosas que pueden suceder en la sala de profesores.
- Ahora la impresora se endemoniará -comenta otra.
Reiniciamos el aparato, mil perdones. La máquina se lo piensa dos veces. Raaaaas, raaaaas, rararara, cruje. Empieza a coger hojas de forma diabólica, escupiéndolas al doble de la velocidad de la luz: chup-chup-chup-chup. Un punto negro en una esquina, tres líneas en lenguaje incompresible de signos y letras inconexas: la impresora, o bien está pidiendo auxilio a un ser interplanetario o está practicando encuentros en la tercera fase. Chup-chuup-chuuup, vomita folio tras otro, ante nuestro estupor. Mi compañera se abalanza a por el ratón, selecciona la impresora, cancela la impresión, en un inútil esfuerzo por vencer en la batalla del hombre contra la máquina. Nada que hacer. La impresora está poseída por el demonio y sigue su ritmo ancestral de supervivencia: chaschaschas, hoja, hoja, hoja, punto, punto, letras, punto.
Opto por el sistema más rápido: aprieto el botón verde. La impresora comienza un baile frenético de luces y colores anaranjados, trepida, tal vez erupcione de un momento a otro. Parpadea y, tras emitir un estertor de chup-chup-raaaaas, se apaga. El ser humano ha vencido al monstruo.
Me llevo, triunfal, la única hoja que ha podido salir de su boca. Haré mañana fotocopias. Directamente.
![El hombre contra la máquina. El hombre contra la máquina.](http://m1.paperblog.com/i/47/477696/el-hombre-maquina-L-eicho_.jpeg)