Recuerdo cuando en mi adolescencia le pedía insistentemente a mis padres que me compraran una moto y mi madre (sobre todo ella, porque mi padre tenía moto) respondía una y otra vez que de ninguna manera. Que por encima de su cadaver, y que ella no iba a comprarle la herramienta a su hijo para que este se matara.
En su momento pensé que aquello era una exageración, pero ahora que tengo hijos tengo clara mi postura al respecto de la moto, -aunque sigue rondándome por la cabeza de vez en cuando la opción de comprarme una- y es exáctamente la misma que tuvieron mis padres. No tengo ninguna intención de que ninguno de mis hijos tenga moto.
Y creo que la forma más directa de que entiendan el riesto implícito de una moto vs un coche lo reflejan muy bien en esta campaña de la DGT, "el hombre de cristal" (elhombredecristal.es).