La iconografía del poder
De Caligari a Hitler. Una historia psicológica del cine alemán fue el ensayo pionero en el que Siegfried Kracauer analizaba las obras maestras del expresionismo alemán, viendo en estas la alegoría perfecta de ese poder siniestro que se alzó en Alemania con el nazismo. Figuras prepotentes y siniestras como las de Nosferatu, el Dr. Caligari o Mabuse eran símbolos del poder que quiso adueñarse de Europa.Siguiendo este planteamiento, Vicente Garrido y Nieves Abarca presentan su novela, El hombre de la máscara de espejos, la tercera entrega de la serie de novelas protagonizadas por la intrépida policía Valentina Negro y el taimado criminólogo Javier Sanjuán. Si la primera, Crímenes exquisitos, fue un tributo declarado al thriller anglosajón que hundía sus raíces en el goticismo y la Inglaterra victoriana; la segunda, Martyrium, un arrebatado homenaje a las artes plásticas abordado con pasión operística, en esta tercera entrega los autores han buscado otra vuelta de tuerca más distorsionante para, con una estética anclada en las vanguardias de entreguerras, incluso más allá, en los folletines decimonónicos, explorar la iconografía de ciertas relaciones de poder.
nuestro propio gesto de dolor
Los investigadores no son ajenos a la brutalidad del ambiente; de hecho Valentina Negro será cuestionada por Asuntos Internos tras una operación en la que ha empleado bastante más fuerza de la necesaria. Unirá sus fuerzas con Sanjuán para investigar la desaparición de varias chicas, seguramente conectada con el rodaje de ambiciosas snuff movies. Como sucedía en las anteriores entregas, ahora el campo de actuación de los dos vuelve a ser internacional.
Garrido y Abarca vuelven a dar en el centro de la diana al saber llevarnos un paso más allá de lo acostumbrado. El acierto de muchos pasajes es notable: rodajes clandestinos que tienen lugar en castillos abandonados que no dudaría en aceptar como propios Horace Walpole. Un villano, el hombre de la máscara de espejos, que hace teatrales apariciones para devolvernos nuestro propio gesto de dolor... Lo dice la frase promocional, y no engaña: «Sabes que no deberías leerla. Sabes que no debería gustarte».
Ediciones B, 2014Compra en Casa del Libro
David G. Panadero