Revista Opinión

El hombre de la pandereta

Publicado el 21 julio 2011 por Miguelmerino
Pétalo a pétalo, memorizo la rosa.
Pensó tanto en la rosa,
la aspiró tantas veces en su ensueño,
que cuando vio una rosa,
verdadera
le dijo
desdeñoso,
volviéndole la espalda:
- mentirosa.

Ángel González

El hombre de la pandereta, nada que ver con Mr. Tambourine man, saltaba y brincaba mientras golpeaba, con expertos giros de muñeca, la pandereta contra las distintas partes de su cuerpo. Se notaba la maestría de los años. Aunque algunas piruetas resultaran, a ojos inexpertos, grotescas, poco armoniosas, todas tenían su por qué.

El hombre del traje azul, nada que ver con el hombre del traje gris, seguía con desdeñoso interés, valga la paradoja, las evoluciones del hombre de la pandereta, nada que ver con Mr. Tambourine man. En su porte y adustez se percibía la costumbre del mando.

Un tercero en discordia, nada que ver con el tercer hombre, mientras observaba las piruetas y giros del hombre de la pandereta, nada que ver con Mr. Tambourine man, notaba variaciones en el rostro del hombre del traje azul, nada que ver con el hombre del traje gris. Cada salto, golpe de muñeca o giro, producía en el hombre del traje azul, nada que ver con el hombre del traje gris, una mueca, un rictus diferente. 

Sin embargo, ¡ah, sin embargo! nada que ver con Antonio Machado ¿Quién puede afirmar, sin temor a equivocarse que las cosas sucedían de ese modo? El tercero en discordia, nada que ver con el tercer hombre, puso ahora su atención primeramente en los cambios faciales del hombre del traje azul, nada que ver con el hombre del traje gris, luego, alternativamente miraba los brincos y cabriolas del hombre de la pandereta, nada que ver con Mr. Tambourine man, y le pareció, en esta ocasión, que las evoluciones iban marcadas por los gestos. Que el hombre de la pandereta, nada que ver con Mr. Tambourine man, era accionado como una marioneta por el hombre del traje azul, nada que ver con el hombre del traje gris.

Y todo un coro infantil, nada que ver con Antonio Machado, iba haciéndose la infantil pregunta: ¿Quién fue primero, la gallina o el huevo?


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