![EL HOMBRE DE LAS FILIPINAS (1980) Berardi y Milazzo EL HOMBRE DE LAS FILIPINAS Berardi y Milazzo](https://m1.paperblog.com/i/256/2566175/el-hombre-filipinas-1980-berardi-milazzo-L-XDWNXa.jpeg)
Publicado originalmente por la Editorial Cepim en la colección “Un Uomo, Un´Avventura”, este álbum nos traslada a la guerra colonial –aunque nunca reconocida como tal- que sostuvieron los Estados Unidos en Filipinas a principios del siglo XX contra los “insurgentes” que se ponían a la intervención americana en su tierra.
A lo largo de la historia y desde los ojos de James Stappleton, un enviado de Washington (trasunto de Mark Twain tanto en su aspecto como en su aguda capacidad de observación y acerados comentarios) recién llegado al selvático frente por motivos que sólo al final se revelan, se nos muestra un cuadro muy ajustado de las horribles penalidades y tensiones que los soldados americanos, ignorantes de la bondad o maldad de su misión, tuvieron que soportar en Filipinas: medio ambiente hostil, emboscadas continuas, torturas y mutilaciones, muerte de compañeros, imposibilidad de confiar en los nativos… una situación que, como el guionista Giancarlo Berardi deja traslucir, embrutece y petrifica tanto el corazón como la mente.
La personificación de ese proceso deshumanizador la constituye el teniente Arnold: duro, sin compasión, un militar estricto que no duda en rematar a los enemigos caídos en una escaramuza para que no vuelvan a amenazar a sus hombres. Cuando al final del relato se desencadena la tragedia, los americanos no dudan en defender sus vidas aun a costa de matar a civiles inocentes en un tiroteo, aunque en modo alguno queda claro que lo hagan a propósito. Es por eso que no parece del todo adecuado rematar el álbum relacionando aquellos sucesos con la despreciable matanza de Mylay, sesenta y ocho años después, durante la guerra de Vietnam.
Porque realmente, lo único que se podría argüir en contra del comportamiento del teniente es su fría y descarnada tortura del jefe del poblado indígena –quien, por otra parte, no se sabe si efectivamente es o no un traidor-. La muerte del pequeño Jolo –en realidad un terrorista o un niño/soldado, según como se mire- no deja de ser accidental, puesto que Arnold solo creía estar salvándole la vida a Stappleton.
Al final, la postura de unos y otros, si bien no ju
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En cualquier caso, es especialmente clarificador el diálogo que mantienen Stappleton y su viejo amigo el coronel Harris acerca del conflicto en el que están inmersos y del que ambos, en el fondo, saben que no tiene nada que ver con llevar cultura y civilización a unos “salvajes”, sino con dominar un enclave crucial desde el punto de vista político, estratégico, comercial y de prestigio internacional. Se trata, en definitiva, de un tebeo con un claro trasfondo de crítica política, antibelicista y tristemente escéptico acerca de la imparcialidad de la justicia o del potencial de mejora del hombre, tanto individual como colectivamente.
Por su parte, el arte de Ivo Milazzo es dinámico y ágil. Su pericia narrativa es tal que no necesita textos de apoyo, ni tan siquiera para situar la acción espacial o temporalmente. De hecho, tal recurso –junto a los globos de pensamiento- es prácticamente inexistente en la obra conjunta de ambos autores, lo cual no hace sino confirmar su profesionalidad: todo lo que tienen que decir lo hacen mediante de la imagen y los diálogos. Es a través de ambas cosas, así como de sus actitudes, reacciones y lenguaje corporal, como conocemos a los personajes, no a través de textos que, en el caso de un dibujante de la ligereza gráfica de Milazzo, lo único que harían sería entorpecer y sobrecargar innecesariamente la lectura.
Naturalmente, para lograr la adecuada efectividad de lo antes mencionado, es necesario un talento sobresaliente para la caracterización de los personajes, y Milazzo, sin ningún género de dudas, sale victorioso. Las caras, las posturas, las manos… hablan por sí solas; y ello simplificando al mínimo el número de líneas y sombras.
“El Hombre de las Filipinas” es una pequeña joya que pasó desapercibida–como, desgraciadamente sucede en nuestro país con la obra de estos dos autores- pero cuya lectura merece sin duda la pena para todo aquel que disfrute con un comic que vaya más allá de la mera aventura de acción en parajes exóticos.
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Artículo original de Un universo de Ciencia Ficción