
"Soy un hombre alto, con manos de carnicero, muslos como robles, cabeza de grandes mandíbulas y gafas de culo de vaso. Mido un metro noventa y tres centímetros y peso ciento cuatro kilos. Me parezco a Clark Kent, excepto por el hecho de que cuando me quito el traje apenas soy un poco más rápido que mi mujer, solo soy un poco más fuerte que los hombres que tienen la mitad de mi tamaño y porque, dé los saltos que dé, ni de lejos salto edificios".
Puede que la cubierta me parezca horrorosa, pero el argumento me intrigó tanto que me lo traje a casa. hoy traigo a mi estantería virtual, El hombre de los dados.
Conocemos a Luke Rhinehart un psiquiatra con una vida sosa que le lleva al más absoluto tedio. Vivía en Nueva York y tenía rutinas, amigos, hobbies... y pensamientos intrusivos que iban muchas veces encaminados a animar a sus pacientes a que hicieran cosas horribles en lugar de a tratarlos para que no pensaran esas atrocidades. Y entonces encuentra un dado. Un día cualquiera de esos que uno cena y tiene que recoger pero en realidad piensa que le gustaría estar haciendo otra cosa. Y, casi seguro que por aburrimiento, le pregunta al dado dejando una posibilidad mucho más pequeña para hacer lo que quiere que para seguir la rutina (vamos, no pongáis esa cara que, quien más quien menos, todos hemos jugado a eso de "si el próximo coche que pasa es rojo..." y decíamos blanco cuando queríamos hacer lo que fuera que dejábamos al azar). El caso es que salió que hiciera lo que deseaba. Y Rhinehart decide entonces que consultará al dado dejando que decida entre seis opciones, de conservadora a arriesgada, sobre el devenir de su vida.
Puede parecer que con lo que os he contado he destripado la novela, pero realmente solo he contado la parte banal, luego la historia se retuerce hasta entrelazarse con una realidad demasiado posible como para ser pasada por alto. De hecho esta novela, que ya tiene tiempo publicada aunque destino la traiga a las librerías ahora, se convirtió durante años en una suerte de secreto a voces entre los lectores que se preguntaban si el protagonista era el autor y realmente existía y estaba relatando sus memorias. Hoy tenemos internet y una breve investigación nos descubre que tras este nombre se encuentra George Cockcroft, que ha escrito más libros pero no se leen tanto, que la novela no ha llegado al cine pero se ha intentado muchas veces y que el autor no sale mucho o, al menos, no se le recuerda ver en la calle y menos aún en actos públicos. La novela alcanzó el éxito de fuera a dentro, se ha editado y reeditado y hoy en día se considera de culto y hay, por épocas más o menos personas, que afirman haber tomado las decisiones más importantes de su vida en función de este juego.
Pero lo verdaderamente intranquilizador, lo transgresor de la lectura, es que en el juego hay que seguir las clásicas normas que dicen que hay que hacer lo que digan los dados, que hay que elegir con cuidado las opciones a poner entre aquellas que pensamos, no sirve cualquier cosa, y que entre todas ellas siempre hay que incluir algo que no se haría. Y ahora pensemos... si hay algo que jamás haríamos y somos sinceros, sin trampas... ¿realmente nos estamos liberando de los convencionalismos o simplemente nos estamos atando a otros? si el dado no incluye solo cosas que queremos pero no nos atrevemos, si realmente vamos jugando y subiendo intensidad hasta poner aquello que jamás estaríamos dispuestos a hacer, ¿cuánto miedo nos daría tirar ese dado? Pues de eso es de lo que trata realmente esta novela.
El hombre de los dados es una novela intranquilizadora con voluntad de hacer reflexionar al lector y obligarlo a mirar al menos un poco a los lugares oscuros que no se quieren ver. Un juego de ficciones demasiado real que he disfrutado.
Y vosotros, ¿alguna vez habéis dicho eso de: si el próximo coche que pasa es...?
Gracias.