Ella entre los trastos
Pego un cuento de temática negra. Es sobre el maltrato, el más extremo. La foto es de la calle, me llamó la atención la imagen de la maniquí, vestida y descalza, con las uñas pintadas de los pies, y rodeada de desperdicios pero digna.
El hombre del balcónEl hombre del balcón fuma. Está asomado a su balcón, recostado sobre la barandilla de la terraza y fuma, fuma placidamente, con parsimonia. Fuma y exhala el humo como si le sobrara el tiempo. El sol baña su torso desnudo, como un foco de luz anaranjada y cegadora. Le da de frente, pero apenas parpadea, sigue ahí, fumando placidamente como si se hubiera convertido en una estatua iluminada por el intenso sol del atardecer de julio. El hombre del balcón tiene una enorme barriga que enseña sin pudor a los que pasean por la acera. No le importa. Se encuentra ahí, asomado sobre la calle más concurrida del barrio y fuma, fuma con el torso desnudo y enseñando su enorme barriga. Su perfil se proyecta como una sombra dura sobre la pared del salón de su casa. Su casa está en penumbra, todas las persianas están bajadas excepto el hueco que ocupa la figura del hombre del balcón. Una mujer está sentada dentro. Está sentada en el sofá del salón del hombre del balcón. Lleva allí, sentada en la misma posición, desde hace dos días. El hombre del balcón tiene un problema. Pero él solo fuma. De vez en cuando gira la cabeza y mira hacia dentro. Su sombra rotunda se cierne recortada sobre la pared del salón, se diría que es la sombra de un oso fuerte. El hombre del balcón también gira la cabeza para cerciorarse de que la mujer que está sentada desde hace dos días en su sofá sigue inmóvil.Y así sigue. El hombre del balcón se siente poderoso, casi invencible, pero no sabe muy bien qué hacer con la mujer que está sentada en su sofá. El hombre del balcón la estranguló hace justo dos días y la dejó ahí sentada en el sofá como si nada hubiera pasado. Ahora fuma, solo fuma y enseña su enorme barriga a todo el vecindario. El hombre del balcón tiene un problema. Mañana debe salir a trabajar. Termina el fin de semana y debe acudir a la oficina como cada lunes. Tendrá que abandonar su puesto de centinela poderoso, vestirse como dios manda y acudir a trabajar. El hombre del balcón no tiene ropa planchada para ir a la oficina vestido como dios manda. El hombre del balcón tiene un problema.