-Y mejor persona.
-¿Te quieres callar, que estoy intentando hilvanar algo coherente?
-Uy, sí. Perdona. Qué carácter.
Mi amigo Ekain, decía, ha dibujado y escrito (o escrito y dibujado) un libro muy curioso, que ahora mismo está en fase de captación de mecenas para ser publicado por crowdfunding (aquí) y que va estupendamente y alcanzará la meta incluso antes de plazo, porque es una creación sorprendente y muy valiosa.
El libro se titula El hombre del sombrero, y tiene como subtítulo Las desventuras, más que aventuras, del hombre del sombrero de copa. Y lo edita libros.com.
Hace ya tiempo empezaron a aparecer en su muro de Facebook unas curiosas ilustraciones de ambientes urbanos desérticos (de personas) y muy abigarrados (de edificios y "cosas") en los que se escondía (o no) un curioso personaje muy delgado, apenas una mancha, un hilo, con un sombrero de copa desproporcionado. Para mí (y para muchos más) buscarlo era un entretenido pasatiempo. A veces aparecía en unos segundos, pero otras me obligaban a estar un buen rato. Me parecía una distracción parecida a la del famoso ¿Dónde está Wally?, pero con la diferencia de que este se esconde entre muchísima gente, mientras que nuestro hombre del sombrero es el único habitante del dibujo, y se asoma entre los edificios, las plazas, los jardines, los rincones y su propia soledad.
Boceto del dibujo del capítulo 3.
(Así eran los dibujos de Facebook)
En principio yo no esperaba nada más (ni nada menos: entretener dibujando es una gran virtud y un privilegio) de estos dibujos de Facebook. El ratito de buscar al hombre del sombrero era tan agradable como el de hacer el sudoku del periódico. Pero este personaje estrafalario se le fue de las manos a Ekain. El tipo delgado, atrabiliario, indómito e indisciplinado echó a andar por aquella ciudad solitaria y a pedirle a Ekain que lo siguiera dibujando, pero él no quería ser un mero pasatiempo tonto. Él tenía una vida, una mirada, un peso y una dignidad, y no estaba dispuesto a hacer la irrisión.
(Cuidado con él: Primero le exigió a Ekain que se atara los grilletes y lo dibujara, pero por las mismas es capaz de dejarlo tirado en la promoción del libro).
Entonces Ekain comenzó a escribir unos textos que acompañaban a los dibujos. A veces los explicaban, pero otras contaban situaciones paralelas o incluso contradictorias que les daban otra dimensión y otro sentido. Todo eso le llevó a volver a dibujarlos, no sé si tanto por pasarlos a limpio como para reinterpretarlos.
Dibujo definitivo del capítulo 3Fragmento del texto del capítulo 3Y como (nunca termino de entender estas cosas) confía en mi supuesto criterio, me mandó el libro para que le diera mi opinión, porque estaba acariciando la posibilidad de publicarlo (o el hombrecillo le estaba envenenando la sangre, que todo puede ser).
Me quedé estupefacto. Aquello no era, definitivamente, un ¿Dónde está Wally?, sino una... ¿Qué era? No lo sé. Una crónica surrealista, un retrato de un ser desamparado y a la vez autosuficiente, astuto y muy tierno, hábil y torpe, una de tantas personas que vagan por la ciudad entre miles y miles de desconocidos, pero que aquí estaba sola.
No sé si era un hombre sin atributos, un extranjero, un Charlot vagabundo, un salvador, un idiota, un teniente esperando que por fin pasara algo en el desierto de los tártaros, un perdedor berlanguiano, un desvalido buñuelesco o un ganador billywilderiano. No lo sé. En las estampas que se nos muestran no pasa nada, en el espacio congelado no hay nada, y sin embargo hay muchas cosas y el hombre del sombrero está lleno de una vida existencialista, surreal, cómica, nostálgica, tierna, cínica, estoica y epicúrea.
El hombre del sombrero no encuentra buen acomodo en un edificio y se sube al alero a sentarse en él, no sabe por dónde pasear y se sale de la ciudad, que es a su vez un ejemplo disparatado de arquitectura y urbanismo, de espacios fríos como teoremas, pero a los que este hombre delgado siempre cubierto con un alto sombrero de copa sabe habitar y humanizar a su extraña manera.
Esos fríos espacios, tras ser arrasados por el hombre del sombrero, inician la posterior serie de las ciudades locas, pero de ellas hablaremos otro día.
Sumerjámonos hoy en esta ciudad abstracta, dura y ajena, que un buen día, como hace Leopold Bloom con su Dublín, recorre este hombre del sombrero cuyo nombre, ahora que caigo, no conozco y cuya desfachatez me emociona.