Revista Sociedad
El Hombre derrotado por el Hombre. (Por: Alfredo Abrisqueta).
Publicado el 03 diciembre 2011 por AlfredoEl mundo entero se ha vuelto majara. Entre las cenizas de su historia olvidada surge el animal hambriento. Todo a su alrededor queda sentenciado a saciar su apetito, queda sentenciado a desaparecer y convertirse en pura energía de consumo. Vaticina el proverbio indio la consumición de los propios valores creados por el Hombre cuando no haya nada más que engullir. El Hombre está ya de antemano, condenado a una dieta vegetariana. Deberá educar a su estómago y obligarle a cumplir lo imposible. Sin embargo, el Hombre es el mejor maestro en el arte de manejar situaciones imposibles y salir airoso de ellas. Lo peor de todo es que olvidará pronto su propia y encarnada victoria para convertirse en ceniza de su propia historia.
El problema del Hombre es que vino al mundo proclamándose rey y no se da cuenta de que no posee reino alguno. Sacrifican súbditos, ciudadanos, por un trozo de tierra enriquecida, y lo peor de todo, es que los hombres se sacrifican sin razón por los caprichos de sus reyes. Siglos atrás, fue Dios la figura por la cual el rey se sentía defendido y legitimado para imponer su razón y soberbia, pero después de la brutal revolución, los mismos reyes fueron hábiles, astutos y cambiaron de traje. Ahora legitiman sus acciones el mismo dinero. Y los hombres obedecen al dinero. Queda mucho para un nuevo despertar que cuestione el valor del dinero al igual que fue cuestionada la omnipotente figura de un Dios todopoderoso y la soberbia de un emperador. Hacen falta muchos más siglos para darse cuenta de la propia subordinación del Hombre a la especie humana. El Hombre lucha ahora contra sí mismo en una especie de ideología que premia los mejores genes y justifican su posición social, y en cambio, los peores genes son castigados al pésimo devenir que porta su condición y su propia descendencia. Sin embargo, los acontecimientos no deseados, a veces, provocan los cambios más bruscos. Por eso, nunca se sabe nada ni se puede saber nada, y por mucho que griten los clarividentes, en nada hay que hacerles caso.
Ese animal de grandes proezas es el mismo animal de las peores hazañas. "Escribir poesía después de Auschwitz es una barbarie" citó Adorno. Y razón no le faltaba. Es imposible encontrar la belleza del Hombre en su propia barbarie. La propia atrocidad de sus acciones dificultan la contemplación con claridad de las ideas más bellas y grandiosas de los artistas. Lo que una vez hizo, condena por siglos su imagen y creencia. Es imposible creer en el hombre después de Auschwitz pero sigue siendo una necesidad infinita. Si no mantenemos el aliento por nosotros mismos, entonces sí que estamos perdidos. Hoy día caemos en la desesperanza, caemos en el dicho: "todo tiempo pasado fue mejor". Así pues, al igual que Manrique, y con cierta nostalgia, tendemos a condenar el futuro a la más absoluta negatividad. Es por ello, que el ideal pierde claridad y no podemos ver más allá. Caemos en el profundo error en dejar de creer en nosotros mismos y en los demás. Y, no obstante, delegamos nuestro futuro al puro y robusto escepticismo.
Esto nos sentencia, una y otra vez, a tomarnos el presente sin respeto, sin convicción, censurando nuestras ideas y prohibiendo a nuestras propias manos luchar por ellas. He aquí y para todos la misma suerte: la muerte del Hombre. La renuncia a la vida que tanto clamó el histórico. He aquí, la pérdida del terreno conquistado al tenebroso cielo. He aquí, a un pobre Hombre sordo, mudo, ciego y confundido, que no puede ver más más allá de él, que no sabe cantar sus propias gestas, que no sabe escuchar a su propio hermano y que hace mucho tiempo, dejó de guiar a sus pies para otorgar sentido común al devenir de su propio camino. He aquí, de una vez por todas, al Hombre derrotado por el Hombre.